Perek 3, Mishná 5

 

 

Rabbí Nejuniyá dijo: Quienquiera que se imponga sobre sí el yugo de la Torá, se librará del yugo del gobierno y de las preocupaciones mundanas; pero aquel que deseche el yugo de la Torá, se le impondrá el yugo del gobierno y el de las preocupaciones mundanas.

 

Rabbí Nejunyiá ben Hakaná, fue llamado también Rabbí Nejuniyá Hagadol (el Grande). Fue alumno, (hay otros que dicen que fue contemporáneo) de Rabbán Yojanán ben Zakai.[1] Fue el mentor de Rabbí Ishmael ben Elishá (el Baál HaBaraitá) y dirigió su propia academia. Fue un hombre muy rico, tenía un gran séquito de sirvientes; pero se distinguió por su humildad y naturaleza indulgente, cualidades que fueron demostradas en dos oraciones que él solía pronunciar habitualmente.[2] Fue un hombre muy respetado por sus compañeros, atribuyó su edad inusualmente avanzada a sus relaciones armoniosas con los demás, jamás se deleitó con la vergüenza de un semejante, ni tampoco sacó ventaja de ello. Además, no guardaba rencor ni maldecía a nadie, y siempre buscaba como ayudar generosamente a todos los necesitados.[3]

 

Se dice que interpretó toda la Torá Oral por medio de la regla hermenéutica de Klal Ufrat (especificación de lo particular, dentro de lo general), que su alumno Rabbí Ishmael adoptó como la octava de las trece reglas que se utilizan para interpretar los textos de la Torá.[4] Se le atribuye la autoría de varias oraciones y leyes,[5] por ejemplo: el Séfer Habair (también conocido como Midrash de Rabbí Nejuniyá ben HaKaná), el Séfer HaTemuná y el Séfer Ha-Peliyá, así también la breve plegaria en acróstico de Ana Bejoaj, la cual es una oración corta acomodada en rima, en cuyas iniciales forman el Nombre Divino de cuarenta y dos letras.[6]

 

Rabbí Nejunyiá ben Hakaná recitaba una breve oración al entrar y al salir de la casa de estudio. Sus compañeros le dijeron: Este lugar no es un lugar peligroso para que justifique una oración al entrar y salir, entonces, ¿cómo explicas el motivo para recitar esta oración? Él les respondió: “A mi entrada, ruego que no ocurra ningún percance causado por mí en la casa de estudio. Y a mi salida, doy gracias por mi porción.[7] Los Sabios trajeron en una Baraitá la oración completa: Al entrar, ¿qué decía? “Que sea Tu voluntad, Señor, que no ocurra ningún desacierto causado por mí en la determinación de la Halajá, y que yo no falle en ningún asunto de la Halajá, y que tampoco mis colegas, quienes junto conmigo se dedican a aclarar la Halajá, regocíjate en mí dictamen: Y que no dictamine como puro lo que es impuro, ni tampoco impuro lo que es puro, y que se sientan satisfechos los que dependan de mí”. Al salir, ¿qué decía?: “Doy gracias ante ti, Señor, que has puesto mi suerte entre los que se sientan en la sala de estudio, y que no me has dado mi porción entre los que se sientan ociosos en las esquinas de las calles. Yo me levanto temprano y ellos se levantan temprano. Yo me levanto temprano para ocuparme de asuntos de la Torá, y ellos se levantan temprano para ocuparse de asuntos frívolos. Yo me esfuerzo y ellos se esfuerzan. Yo me esfuerzo y recibo recompensa, y ellos se esfuerzan y no reciben recompensa. Yo corro y ellos corren. Yo corro a la vida del Mundo Venidero y ellos corren al pozo de la destrucción, como está escrito: Ciertamente, no abandonarás mi alma en el abismo, no dejarás que tus piadosos vean destrucción.[8]-[9]

 

Rabbí Nejuniyá ben Hakaná dijo en la Mishná: Quienquiera que se imponga sobre sí el yugo de la Torá, se librará del dominio opresivo de cualquier gobernante y de sus ministros; pero aquel que desecha el yugo de la Torá, puede ser sentenciado por dos medios como medida para alejarlo del pecado: a) Le decretarán sentencias, multas, enrolamiento forzado en el ejército etcétera, como dice el versículo: El corazón del rey es como torrentes de agua en la Mano del Eterno, a donde quiere que lo inclina.[10] El corazón de todo gobernante está dirigido por el Todopoderoso, Él inclinará todas las decisiones del gobernante hacia donde Él lo decida, tal como lo hace el hombre que desvía las corrientes de agua hacia donde le es más útil.

 

b) Otro recurso, la carga de las preocupaciones mundanas. Al aceptar el compromiso de estudiar y cumplir los preceptos de la Torá, estará protegido de la opresión que provocan la ansiedad, los miedos, los problemas sociales y económicos que acosan a la humanidad. Esto tiene sentido porque, al aceptar el cumplimiento de todo lo que está escrito en la Torá, está demostrando que, reconoce que existe un Creador y deposita toda su confianza en Él.

 

Recibimos de nuestros Sabios por tradición que los cielos y la tierra no fueron creados sino por el mérito de la Torá, y el cielo y la tierra no se mantienen sino cuando Israel se dedica a la Torá y cumple las Mitzvot. Y así dijo el Profeta: Esto ha dicho el Eterno: Si Yo no he establecido Mi pacto con el día y con la noche, si no he puesto las leyes del cielo y de la tierra,[11] sobre lo cual disertaron nuestros Sabios de bendita memoria que, si no fuera gracias a la Torá, el cielo y la tierra no existirían.[12]

 

¿Esto quiere decir que cada vez que cerramos el libro de Torá, corremos peligro por descuidarla? Si esto fuera así, nuestra realidad sería mucho más grave y dolorosa de lo que podríamos llegar a pensar, porque no habría manera de evitar cometer este pecado. Los Jajamim lo interpretan así: cuando la persona cierra el libro o sale del Bet Midrash, su pensamiento y su corazón deben seguir ocupados en asuntos de Torá, y si tiene la obligación de atender asuntos mundanos, que lo haga aplicando los lineamientos del Shulján Aruj, y de esta forma permanecerá conectado con el estudio. Lo mismo aplica para comer o dormir, que lo haga para tener energía para poder servir al Todopoderoso de la forma debida.

 

A partir del primer pecado de la humanidad, el hombre fue condenado a trabajar para obtener su sustento. El hombre para esforzarse nació.[13] Y el mismo hombre decide donde quiere invertir ese esfuerzo, ¿en conseguir el pan o en el estudio de la Torá? Dichosa es la persona a la que vienen los sufrimientos [por medio del esfuerzo en] la Torá.[14] Aunque tenga que trabajar, su empresa será bendecida y ya no será un yugo. La persona elige cual dificultad quiere afrontar. No importa si se trata de un Abrej, el cual estudia todo el día, o alguien que estudia una hora, dos o más, siempre se puede convertir el estudio en un yugo, lo importante es que sea fijo, que sea tomado con importancia y seriedad, frecuente, constante, perseverante, que invierta todo su esfuerzo en entender o en repasar. Los Sabios dijeron que la persona es conducida por el camino que ella misma desea seguir.[15] Esto significa que, si en el Cielo ven que realmente deseas ir por el buen camino y cumplir con Sus mandamientos, entonces te van a otorgar la ayuda necesaria para lograr este objetivo. ©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

“El primer paso no te lleva donde quieres ir, pero te acerca donde quieres estar”.

 

 

 

 

 

 

 

[1] Babá Batrá 10b.

 

[2] Yerushalmi, Berajot 4b.

 

[3] Meguilá 28a.

 

[4] Shebuot 26a.

 

[5] Ver Julín 129b y Eduyot 6b.

 

[6] Kidushín 71a.

 

[7] Yerushalmi, Berajot 4:2.

 

[8] Tehilim 16:10.

 

[9] Berajot 28b.

 

[10] Mishlé 21:1.

 

[11] Yirmiyahu 33:25.

 

[12] Pesajim 68a.

 

[13] Iyov 5:7.

 

[14] Bereshit Rabbá 92:1.

 

[15] Makot 10b.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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