Perek 3, Mishná 9
Rabí Janiná ben Dosá dijo: En todo aquel que se anteponga el temor al pecado a la sabiduría, ésta perdurará; pero en aquel que anteponga su sabiduría al temor al pecado, aquella no perdurará. Él solía decir: En todo aquel cuyas acciones superan su sabiduría, ésta perdurará; pero en aquel cuya sabiduría excede a sus acciones, aquella no perdurará.
Rabí Janiná ben Dosá fue un Tanaíta de la primera y segunda generación.[1] Su lugar de residencia fue en la comarca de Arab, cerca de Tzipori, en el norte de la Tierra de Israel.[2] Vivió durante el período anterior a la destrucción del Segundo Templo. Estudió con tanto ahínco, hasta que se convirtió en uno de los más grandes eruditos de la Torá de su generación. Era conocido por su rectitud y piedad. Fue alumno de Rabán Yojanán Ben Zacai.[3]
Sus oraciones fueron especialmente eficaces para los enfermos:[4] Sucedió en cierta ocasión que Rabí Janiná ben Dosá fue a estudiar Torá con Rabán Yojanán ben Zakai. El hijo de Rabán Yojanán enfermó gravemente. Entonces pidió a su compañero: “Reza por favor para que mi hijo viva”. Entonces Rabí Janiná colocó su cabeza entre sus rodillas y pidió misericordia por el niño, y éste sobrevivió. Rabán Yojanán le dijo su esposa: “Incluso si yo hubiera puesto mi cabeza entre mis rodillas todo el día, no se si me hubieran hecho caso”. La mujer le preguntó: “¿Acaso Janiná es espiritualmente más grande que tú?”. Rabán Yojanán respondió: “No, pero él es como un siervo delante del Rey, y yo soy como un noble delante del Rey”.[5]
El Maharshá explicó la respuesta de Rabán Yojanán: Un siervo está siempre en presencia del rey, sirviéndole directamente, y por ello entra y sale a voluntad. En cambio, un noble no sirve directamente al rey, solo lo visita en momentos señalados. Por eso mismo, su presencia ante el rey no es constante. En este caso, Rabí Janiná ben Dosá solía rezar con mucha frecuencia para solicitarle al Señor misericordia por las necesidades de la gente. En cambio, Rabán Yojanán ben Zakai se dedicaba a enseñar Torá y a dirigir al pueblo de Israel, lo cual le impedía rezar con asiduidad, y por ello era como alguien que no suele estar constantemente en presencia del Rey.
Rabí Janiná ben Dosá era sumamente pobre, pero estaba feliz con su porción y se contentaba con poco. El Talmud dice: “Todos los días, durante la vida de Rabí Janiná, salía una Voz Divina que proclamaba desde el Monte Jorev: “Todo el mundo está alimentado por mérito de Janiná, Mi hijo, aquel que no tiene ni siquiera un pan en su casa para alimentar a su familia, le es suficiente una medida de algarrobo que consume desde la víspera de Shabat hasta el siguiente Shabat".[6]
Los Sabios describen a Rabí Janiná como un ejemplo de una persona justa y perfecta, quien renuncia disfrutar de cualquiera de los placeres de este mundo, y guarda todo para su recompensa en el otro mundo.[7] Veamos lo que significaba para él, el concepto de caridad y contribución. Mencionamos que él vivía con extrema pobreza, a pesar de que él podía levantar sus ojos al Cielo y pedir riqueza, seguramente se le hubiese concedido de inmediato… En una ocasión, no tenía dinero para donar para el Bet Hamikdash, pero deseaba fervientemente hacer una donación, así que encontró una piedra grande al costado del camino y empezó a cincelarla para que se pudiera utilizar en la construcción. Sin embargo, al terminar de cincelarla se encontró con un problema, ¿cómo hacía para llevarla a Yerushalaim? De repente, se aparecieron unas personas y él les preguntó si estarían dispuestos a llevar la piedra a Yerushalaim a cambio de un pago simbólico. Ellos respondieron que estarían dispuestos siempre y cuando él ayudara a llevar la piedra. Aceptó inmediatamente y apenas puso la mano para levantarla se encontró en Yerushalaim. Buscó a las personas que le iban a ayudar y no estaban porque eran ángeles que vinieron a ayudarle, igual él estaba dispuesto a pagarles su salario porque no estaba dispuesto a apoyarse sobre un milagro. ¿Por qué se le concedió este mérito? Porque él deseaba fervientemente hacer algo por el Bet Hamikdash. Por eso pudo dar algo y hasta tener milagros evidentes para lograr lo que quería hacer.[8]
En otra ocasión, un reptil venenoso (Arod) estaba atacando y matando a la gente, todos temían a esa bestia salvaje, Rabí Janiná introdujo su talón en su madriguera, la fiera lo mordió, el vivió y la serpiente murió. Rabí Janina la colocó sobre sus hombros, la llevó al Bet Hamidrash y les dijo a sus alumnos: "Vean, hijos míos, no es la serpiente la que mata; lo que mata es el pecado". [9]
Una víspera de Shabat, la hija de Rabí Janiná confundió el vinagre con el aceite, y lo vertió erróneamente en la lámpara, cuando se dio cuenta del error se sintió angustiada. Al verla así su padre le preguntó: “¿Qué sucedió?”. “Me duele que nos vamos a privar del deleite de la luz que emana de las velas de Shabat”. El Sabio le respondió: “El Mismo que le ordenó al aceite que prenda, le dirá al vinagre que prenda” y la vela continuó encendida hasta la salida de ese Shabat.[10]
¿Dónde obtuvo Rabí Janiná tal confianza? Él caminaba en línea recta, estaba totalmente convencido de que el aceite prende por Voluntad del Todopoderoso. Para él no había diferencia si prende el aceite o el vinagre. En su nivel, no hacía falta buscar aceite para encender las velas. El hecho de que el vinagre prendiera no era más milagroso que el aceite lo hiciera. Para él, que permaneciera encendida un minuto, era el mismo milagro como si prendiera todo el Shabat. Igualmente, con relación al Arod, para un hombre como él, el veneno del Arod no suponía ningún peligro, él sabía que todos sus actos eran agradables ante el Eterno. Él sabía que no tenía pecados y por lo tanto podía enfrentar a la serpiente sin tener miedo, por esto pudo enfrentar a la bestia, escudado bajo los brazos protectores del Todopoderoso: He invocado al Eterno y Él me respondió y Él me libró de todos mis temores.[11] Una persona con semejante nivel de fe, para el cual no existe ningún poder en el mundo, a excepción de los decretos del Hacedor, no hay lugar para pensar en miedos, pues el único miedo y preocupación que tenía en la vida era la de fallar a las órdenes del Creador. Ésta era la calidad y la estatura de los Sabios de la Mishná, que sus méritos nos acompañen por siempre.. ©Musarito semanal. by Elias E. Askenazi
“El camino del Eterno es perfecto. Su palabra es pura. Él es el escudo de todos los que en Él se refugian”.[12]
[1] Yoma 53b; Taanit 20b.
[2] Yerushalmi Berajot 4:1.
[3] Berajot 34b.
[4] Berajot 5b.
[5] Berajot 34b.
[6] Berajot 17b; Taanit 20b.
[7] Berajot 61b.
[8] Kohélet Rabá 1:1; Shir Hashirim Rabá 1:4.
[9] Berajot 33a.
[10] Taanit 25a.
[11] Tehilim 34:5.
[12] Tehilim 18:31.
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