Perek 3, Mishná 1, continuación…

 

 

Akabyá ben Mahalalel dijo: Medita acerca de tres cosas y no caerás en poder del pecado: Conoce de dónde has venido, hacia dónde vas, y ante Quién habrás de rendir cuentas. ¿De dónde has venido? De una gota pútrida. ¿Hacia dónde vas? A un lugar de polvo, larvas y gusanos. ¿Y frente a Quién rendirás cuentas? Ante el Supremo Rey de Reyes, el Santo, Bendito Sea.

 

¿Por qué Akabyá ben Mahalalel enumera tres cosas sobre los que debemos reflexionar, y luego las repite y ofrece un motivo para cada una de las tres?

 

El talmud cita una conversación que tuvieron Antonino y Rabbí Yehudá Anasí: El emperador romano argumentó: El cuerpo y el alma pueden eximirse del juicio por sus pecados, ya que el cuerpo puede argumentar: “El alma es la culpable de que yo haya pecado, y la prueba es que, desde que ella se separó de mí, estoy quieto y silencioso en el sepulcro, tal como una roca”. El alma arguye: “Es el cuerpo que es quien me ha hecho pecar, pues desde el día en que me he separado de él, he estado flotando en el aire como un ave, y no he cometido desde entonces ningún pecado”. Rabbí le dijo, te voy a responder por medio de una parábola: Un rey poseía un huerto con una hermosa y saludable higuera. Designó dos guardias para que cuidaran el campo, uno cojo, que no podía caminar, y otro ciego. Ninguno era capaz de alcanzar la fruta de los árboles del huerto sin la ayuda del otro.

 

Dijo el cojo al ciego: “Veo una hermosa higuera en el huerto, es una lástima que no tengamos acceso a frutos tan deliciosos. Se me ocurre una idea, ven y ponme sobre tus hombros, te guiaré hacia el árbol, y traeremos los higos para comerlos, no creo que el rey se dé cuenta de que faltan unos cuantos frutos. El cojo montó sobre los hombros del ciego, cortaron los higos y se los comieron. Algún tiempo después, el rey llegó a la huerta. Preguntó a los guardias: “¿Dónde están las hermosas primicias de una higuera que estaban en el huerto? El cojo argumentó: “¿Acaso tengo piernas con las que pueda caminar y tomar los higos?”. El ciego arguyó: “¿Acaso tengo ojos con los que pueda ver el camino hacia los frutos?”. ¿Qué hizo el rey? Puso al cojo sobre los hombros del ciego tal como lo hicieron cuando robaron los higos, y los juzgó como uno. Así también el Santo, Bendito Sea, trae el alma en el día del juicio y la pone de nuevo en el cuerpo, tal como estaban cuando pecaron, y los juzga como uno, como está dicho: “Él llamará a los cielos, arriba, y a la tierra para juzgar a Su pueblo”.[1] “Llama a los cielos de arriba”; aludiendo al alma, que es celestial. “Y a la tierra para que juzgue a su pueblo”; se refiere al cuerpo, que es terrenal.

 

Akabyá ben Mahalalel, está haciendo un llamado de atención tanto al alma como al cuerpo. La primera advertencia mencionada en la Mishná, se la hace al espíritu del hombre, el cual es una parte del Todopoderoso, ella descendió de las alturas, y es allá donde tendrá que retornar después de su paso por este mundo para rendir cuentas por sus actos. En la segunda, se dirige al cuerpo diciéndole: “Si tú reflexionas acerca de dónde provienes, de una gota fétida, te darás cuenta de cuán bajo e insignificante eres. Cuando reflexiones acerca de hacia dónde te diriges, a un lugar oscuro infestado de larvas y gusanos. Además, recuerda que tendrás que presentar una rendición de Cuentas ante el Omnipotente, delante de Quien lo sabe todo, y no hay forma de ocultar absolutamente nada...[2]

 

Rabbí Yojanán Ben Zacay estaba a punto de morir, sus alumnos fueron a visitarlo y lo encontraron llorando. Los discípulos quedaron perplejos: ¿Aquella luminaria del Talmud, aquel hombre que había arriesgado su vida enfrentando a Vespasiano, quien salvó a la ciudad de Yavne de la destrucción romana, estaba llorando al enfrentar la muerte? Los jóvenes exclamaron: "Oh, luz de Israel, nuestro pilar de la justicia, poderoso martillo, ¿por qué lloras? Con una vida tan completa como la tuya, ¿a qué le puedes temer?”. El maestro les respondió: "Lloro por el temor del Juicio Celestial, ya que éste es muy distinto al juicio del hombre. Si me llevaran ante un rey mortal de carne y hueso cuya vida es temporal, que hoy está aquí y mañana muerto en el sepulcro. Alguien que, si se disgustara conmigo, su ira no sería eterna. Alguien que, si me encarcela, su prisión no sería para siempre, ya que podría mantener mi esperanza de que finalmente sería liberado. Alguien que, si me ejecutara, su muerte no sería eterna, ya que hay vida después de esta vida, además, quizás pudiera apaciguar con palabras e incluso sobornarlo con dinero, y aun así lloraría ante un juicio así. Ahora que me conducen ante el supremo Rey de Reyes, el Santo, Bendito Sea, Quien vive y perdura por los siglos de los siglos; si Él está enojado conmigo, Su ira es eterna; si me encarcela, Su prisión será eterna; y si Él decide mi muerte, es para toda la eternidad. No puedo apaciguarlo con palabras y mucho menos sobornarlo con dinero. Además, tengo dos caminos delante de mí, uno conduce al Jardín del Edén y y el otro hacia el Guehinom (infierno), y no sé cuál de los dos deberé transitar. ¿Usdedes piensan que no he de llorar?".[3]

 

Si una persona tan santa como Rabbán Yojanán Ben Zacay lloró mientras estaba en el oscuro portal de lo desconocido, ¿qué hemos de hacer nosotros, en nuestra mediocridad y superficialidad? Cuánto más debiéramos considerar ante Quién estamos destinados a rendir cuentas de nuestros actos. El Eterno es Grande en consejo y Poderoso en obras, cuyos Ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos del hombre, para dar a cada uno según sus caminos, y de acuerdo al fruto de sus hechos.[4] La Roca: perfecta es Su actuación, pues todos Sus caminos son justicia; el Eterno es confiable, sin iniquidad; justo y recto es Él.[5]  En este versículo se cambia el apelativo del Todopoderoso y lo llama Roca, aludiendo a Su poder.[6] Perfecta es Su actuación, se refiere al atributo de Justicia Divina, Él actúa en forma perfecta, porque Él todo lo hace con justicia y medida, en forma completa y precisa, sin que precise ser modificada.[7]  Y todo aquel que en este mundo no acepte que Él es justo, y que absolutamente todo lo que sucede está medido y controlarlo por Él, deberá reconocerlo después de su muerte. Cuando sea juzgado por todos sus actos, entonces admitirá: “Tú juzgaste con justicia”.[8] ©Musarito semanal.  Elias E. Askenazi

 

 

“Bendito eras cuando entraste [a este mundo] y [dependiendo de tus actos serás] bendito a tú partida”.[9]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Tehilim 50:4.

 

[2] Etica de nuestros padres, Rabbí Moshé Bogomilsky.

 

[3] Berajot 28b.

 

[4] Irmeyahu 32:19.

 

[5] Debarim 32:4.

 

[6] Gur Aryé.

 

[7] Rambán.

 

[8] Midrash Hagadol.

 

[9] Baba Metziá 107a.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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