Perek 4, Mishná 11
Rabí Eliezer Ben Yaacob dice: "Quien cumple un mandamiento, adquiere un defensor. Quien comete un pecado, adquiere un acusador. El arrepentimiento y las buenas obras, son como un escudo contra el castigo. Rabí Yojanán Hasandelar dice: "Cada reunión que se lleva a cabo en aras del Cielo, su fin es perdurar. Y toda reunión que no es en aras del Cielo, su fin es no perdurar ".
Rabí Eliezer Ben Yaacob, al igual que sus colegas, sobrevivió a la conquista de Betar y a las subsiguientes persecuciones de Adriano. Se estableció en Usha, cuando ésta se convirtió en un floreciente centro de estudio de Torá. El Talmud Yerushalmi relata un suceso que revela la gran modestia y compasión que poseía el primer protagonista de la Mishná: Cierta vez, un hombre ciego llegó a la ciudad donde residía Rabí Eliezer y se dirigió a la casa de estudios, donde el Sabio asistía; buscó a tientas un asiento, y se ubicó en el primero que encontró, no se dio cuenta de que esa fila estaba reservada para los Jajamim. Rabí Eliezer ingresó al recinto, y al ver que el invidente ocupaba su lugar, esbozó una sonrisa y se fue a sentar en el asiento inmediatamente posterior. Cuando los asistentes vieron esto, pensaron: "Si ese hombre no fuera un gran personaje, Rabí Eliezer Ben Yaacob no se hubiera sentado detrás de él". El plan del Sabio funcionó, vio como el público se esforzaba por brindar hospitalidad al recién llegado. No acostumbrado a tales honores y cuidados (en esa época, las personas inválidas eran marginadas), el hombre preguntó: "¿Por qué estoy recibiendo semejante atención?". La respuesta fue: "Porque vimos que Rabí Eliezer te rindió honor". Dirigiéndose al Sabio, el invidente exclamó: "Hiciste el bien a alguien que es visto pero no puede ver. Ojalá que el Único que ve, pero no puede ser visto, acepte tus rezos y te recompense".[1]
Rabí Eliezer tuvo el mérito de haber estado en la época en la que estaba erguido el Bet HaMikdash, además tenía un tío materno que era Levita y servía allí.[2] Poseía vastos conocimientos acerca de la estructura y las tareas que se realizaban dentro del Templo, la exactitud de los datos fue muy apreciada por las generaciones posteriores a la destrucción. De hecho, todas las Mishnayot anónimas del Tratado de Midot (que proporciona una descripción detallada del Segundo Templo) reflejan sus valiosas enseñanzas.[3] El Taná Ben Azai (un estudiante y colega de Rabí Akibá) testificó que encontró un pergamino en Yerushalaim, donde estaba escrito: "Las medidas de Rabí Eliezer Ben Yaacob son exactas, y sus decisiones son invariablemente aceptadas como Ley.[4]
Entre sus colegas estaban: Rabí Meir, Rabí Yehudá, Rabí Shimón, Rabí Yosé, Rabí Nejemiá y Rabí Yojanán Hasandelar (quien también se menciona en la Mishná.[5] Todos habían sido miembros del Sanhedrín de Yavne, mismo que era conocido como: Kérem BeYavne, (la Viña de Yavne), así lo conocía la gente hasta que se vio obligado a disolverse, debido a la opresión romana (un período conocido como "el Shemad"). Durante esa época, los romanos persiguieron y asesinaron a muchos Sabios, incluido Rabí Akibá. Luego, los alumnos se reunieron en Usha, donde se había trasladado el Sanhedrín. Fue allí donde Rabí Eliezer Ben Yaacob, junto con sus colegas, revivieron el estudio de la Torá que estaba en declive durante los años del Shemad.
El segundo Taná de la Mishná es Rabí Yojanán HaSandelar, nació en Alejandría, Egipto; una localidad que albergaba a una gran comunidad judía desde la época de la destrucción del Primer Templo.[6] Llegó a Éretz Israel y se convirtió en alumno de Rabí Akibá.[7] Sus colegas fueron: Rabí Meir, Rabí Yosé, Rabí Yehudá, Rabí Shimón Bar Yojai, Rabí Elazar Ben Shamúa, Rabí Eliezer Ben Yaacob, Rabí Nejemiá y Rabí Janiná Ben Jakinai. Hay tres interpretaciones acerca del sobrenombre “Sandelar”, hay quien dice que se refiere a su ocupación, pues fabricaba calzado. Otros dicen que su labor era la de perforar perlas, lo cual se consideraba una profesión extremadamente calificada en aquellos tiempos. La última opinión sugiere que el sobrenombre se refiere a la ciudad de donde originalmente era oriundo: “Alejandría" (ambas palabras son fonéticamente similares).
Cuando Rabí Akibá fue encarcelado por las autoridades romanas por enseñar Torá en público, le hicieron llegar a Rabí Eliezer una complicada pregunta, que se suscitó en la cárcel donde estaba recluido Rabí Akibá. Rabí Yojanán arriesgó su vida para hacer la pregunta Halájica. Se disfrazó de vendedor ambulante de baratijas, entró a la prisión y pasó a lado de las celdas vociferando: "¿Quién necesita agujas? ¿Quién necesita anzuelos?" Al pasar frente a la celda de Rabí Akibá preguntó en voz baja: “¿Cuál es el veredicto del caso que sucedió aquí?”. El anciano maestro se asomó por las rendijas y replicó: “¿Tienes Kushin (husos)?”. Y susurrando la respuesta: “¿Tienes Kasher?”. Por medio de esta insinuación, Rabí Yojanán entendió la postura de su maestro respecto a la duda que tenía, y entonces pudo establecer la Ley correspondiente.[8]
Rabí Yojanán Hasandelar nos deja por medio de su máxima la siguiente enseñanza: “Para que un grupo, comunidad, asociación, consigan una unidad sincera y perdurable, dependerá de la actitud y los objetivos que persigan los miembros que componen esa alianza. Cuando el propósito es el bienestar y el crecimiento de todos sus miembros, las diferencias de opiniones, que son completamente normales, pues, así como no existen dos rostros exactamente iguales, del mismo modo, sus opiniones tenderán a ser desiguales.[9]
Cuando uno entra a un Bet Midrash, encontrará los decibeles bastante elevados. Advertirá una gran cantidad de hombres, sentados uno al lado del otro, con sus libros abiertos, y discutiendo acaloradamente el razonamiento del otro. Las voces se alzan, las opiniones se encuentran. Quien nunca ingresó a un lugar así, pensaría que esas discusiones terminarán enemistando a los protagonistas, sin embargo, después que todos los argumentos fueron debidamente analizados, ambos “contrincantes” terminan en un razonable acuerdo y se despiden como buenos amigos.[10]
¿Por qué?
Debido a que ninguno de ellos está buscando que su razonamiento sea lo que prevalezca, ambos están procurando una mejor comprensión de la Torá, y dilucidar la verdadera Voluntad del Cielo: Toda reunión que se lleva a cabo en aras del Cielo, su fin es perdurable. Sin embargo, cuando los argumentos son guiados por intereses personales, los argumentos son presentados para dominar y mostrar superioridad sobre la contraparte, esa relación, no habrá de prevalecer. El mensaje de Rabí Yojanán es el siguiente: Solamente aquellas agrupaciones que buscan conocer y promover la Voluntad Divina, estarán cumpliendo con su papel en el mundo, y además estarán uniendo los cabos entre la generación que recibió la Torá en Sinai, con la última que presenciará la llegada del tan esperado Mashiaj, este tipo de asambleas permanecerán firmes, y serán el pasado, presente y futuro de la benemérita nación de Israel. © Musarito semanal. by Elias E. Askenazi
“Si te rodeas de personas que son luz, lo verás todo más claro…”.
[1] Yerushalmi Peá 8:8
[2] Midot 1:2.
[3] Yomá 16a.
[4] Yebamot 49b.
[5] Ver Yerushalmi Jaguigá 3:1 y Bereshit Rabá 61:3.
[6] Yerushalmi Jaguigá 3:1.
[7] Ver Bereshit Rabá 61:3, Berajot 22a.
[8] Yerushalmi Yebamot 12:5.
[9] Midrash Rabá; Bemidbar 21,2.
[10] Kidushín 30b.
© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.