Perek 4, Mishná 16, continuación…

 

 

Rabí Yaacob dice: Este mundo es como un vestíbulo en relación con el Mundo Venidero; prepárate en el vestíbulo para que entres al salón real.

 

El mundo en el que vivimos actualmente es, según Rabí Yaacob, simplemente un vestíbulo en preparación para el salón Real, es decir, la estancia del Rey.[1] De la misma manera, prepárate a ti mismo en este mundo para que merezcas el Mundo Venidero. La mayoría de la gente piensa que vivirá por siempre, o que tendrá mucho tiempo para gozar de los placeres de este mundo, y tal vez, cuando sea mayor, comenzará a prepararse para el Mundo Eterno. ¿Quién puede asegurarle que va a llegar a ese momento? ¿Cuánta gente ha sido llamada mucho antes de lo que esperaba? ¿Cuántos no prestaron atención a las señales de la vejez, y pensaron que tenían todavía tiempo de reflexionar y tomar acciones al respecto? Si uno ha sido citado por un monarca, el cual puede darle incontables beneficios, ¿no llegaría con anticipación a la cita? ¿llevaría el atuendo para la audiencia en una valija y se vestiría y acicalaría en la antesala? ¿Qué pasaría si el rey de repente lo llama y pierde su cita por no estar listo? La antesala, no es un lugar para estar pensando en la comida o la bebida u otras cosas mundanas, la mente está completamente ocupada pensando y repasando los argumentos que sean de complacencia del rey.

 

Un forastero entró a la gran ciudad, se hospedó en un hotel, y al mirar por la ventana observó que en la casa que estaba del otro lado de la acera, había luces y llegaban y salían personas finamente ataviadas. Mas tarde escucha música, se asoma y observa llegar una carroza blanca de donde se bajan unos novios, los decibeles suben y la gente baila durante varias horas. La siguiente noche vio exactamente lo mismo, y así se repitió durante varias noches, hasta que el huésped baja y pregunta al recepcionista, “¿Cuántos hijos tiene el propietario de la casa de enfrente? ¡Cada día hace una boda! El conserje no pudo evitar la risa y le dice: “No es una casa particular, es un salón de fiestas. El propietario lo alquila todas las noches a grupos de huéspedes distintos. ¡La gente que asiste esta noche, generalmente no es la misma que asistió la noche anterior…!

 

Este mundo es como aquel salón de fiestas; todos bailan y se regocijan, pero quienes bailaron ayer, no son los que bailan hoy y no estarán bailando mañana…

 

Antes de iniciar cada capítulo del Pirké Abot decimos: Kol Israel Yesh Lahém Jélek LeHolam Abá, (Todo Israel, tiene parte en el Mundo Venidero). La vida del hombre se compara a un agricultor, con cada acto justo que él realiza, está adquiriendo un lote de tierra donde estará colocando una semilla, y conforme más Mitzvot realiza, estará aumentando su Jélek (porción) de tierra para seguir sembrando, tal como decimos en la Tefilá, Zoréa Tzedakot Masmiaj Yeshuot (Siembra las buenas acciones y hace brotar salvaciones). Cada palabra de Torá, cada capítulo de Tehilim que él recita, cada amén que responde, cada vela de Shabat que él enciende, esa Mitzvá, el Creador la siembra en su parte de Olam Habá y por lo tanto ésta se va haciendo cada vez más grande.

 

Cuando el agricultor toma una semilla, la siembra, la riega, la cuida y sale de ella un árbol, podrá disfrutar de sus frutos años enteros. ¿Acaso todos los frutos de aquellos años enteros estaban en la semilla que él sembró? Sí, en esa semilla estaba todo el potencial futuro de la misma. Lo mismo sucede con las Mitzvot, cuando el hombre las realiza, está preparando (en el vestíbulo) los frutos que comerá en el salón real (el Mundo Eterno).

 

En un Midrash sobre Mishlé aparece una enseñanza similar: En el futuro los malvados le pedirán al Señor que les dé la oportunidad de arrepentirse. Él les responderá: “Necios, el mundo en el que ustedes estaban era como el viernes y este mundo [el Mundo Venidero] es como el sábado. Dicen los Sabios del Talmud: Sólo quien haya realizado sus preparativos en la víspera de Shabat, comerá en Shabat.[2] Les preguntó: “Y no sabían que en el mundo que ustedes habitaban era como un puerto, en tanto que el Mundo Venidero se comparó al mar. Si uno no prepara la comida estando en tierra firme, ¿Qué comerá mientras navega por el mar?'” En el Mundo Venidero no hay comida, ni tampoco bebida, no hay necesidad de ungirse, no existe ni la envidia, ni la competencia, ni el comercio, ni la reproducción; Solamente están los Tzadikim sentados con coronas sobre sus cabezas, estudiando Torá y disfrutando del brillo de la Divinidad.[3]

 

Cuentan que cierta vez unas personas estaban en el funeral de un hombre que había vivido una vida larga. Uno le pregunta a otro: “¿Sabes cuál fue la causa de su muerte? El otro replicó: “No lo sé; dicen que él estaba sano hasta el último día, y murió de repente”. Un tercer hombre que estaba parado cerca de ellos alcanzó a escuchar la conversación e intervino: “Ustedes están equivocados. Sólo quien no acumuló Torá y Mitzvot muere de repente, dado que no espera el ultimo y temido día y llega ante el Juez Supremo sin preparación. Sin embargo, quien se prepara y anticipa durante toda su vida este temible día, no muere de repente, sino plenamente preparado…”.

 

Las personas inteligentes saben cuáles cosas son útiles en el destino al que se dirigen, y no agotan su tiempo y energía acumulando objetos efímeros, que solo le causarán más peso en su trayecto. Cuando una persona viaja, no se lleva todos sus muebles y enseres menores, tampoco viaja con todo su guardarropa, ni con toda la comida que guarda en la alacena, lleva solamente lo necesario. Lo mismo sucede en este mundo, el hombre crece, trabaja duro, y con el fruto de su esfuerzo tiene la posibilidad de adquirir muebles, casas, autos, negocios... Sin embargo, ¿qué valor tienen estos objetos cuando retorna a su Hacedor? ¡Nada! El hombre fue creado para deleitarse en el Señor y disfrutar del resplandor de Su Santidad; pues este es el placer más intenso que es posible encontrar. El lugar verdadero de esa quietud es el Mundo Venidero, pues fue creado para tal fin, y los medios que conducen al hombre a esta finalidad son los preceptos ordenados a nosotros por el Eterno, y el lugar para llevarlos a cabo es sólo este mundo.

 

Pero para hacerse merecedor de este beneficio, el hombre deberá laborar y concentrar su esfuerzo para conseguirlo, o sea por medio del estudio y cumplimiento de Sus ordenanzas, conseguirá el hombre su lugar preparado para él en el otro mundo y disfrutar allí los beneficios que consiguió con su entrega, como afirman nuestros Sabios: “Hoy para materializarlos y mañana para recibir recompensa.[4]

 

Todo aquel que sea temerario y logre luchar y vencer a todas aquellas fuerzas que lo alejan de la Torá y los preceptos, se convertirá en un hombre íntegro que merecerá unirse a su Creador, salir del vestíbulo y penetrar en el palacio para gozar de la luz eterna.[5] © Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

“Rabí Yehudá Hanasí lloró: ‘Una persona puede adquirir su Mundo Eterno en simplemente un breve periodo de tiempo,  y hay otros quienes tiene que trabajar durante varios años para adquirirlo’.[6]

 

 

 

 

 

 

[1] Rabí Obadiá de Bartenura.

 

[2] Abodá Zará 3a.

 

[3] Berajot 17a.

 

[4] Erubín 22a.

 

[5] Mesilat Yesharim, cap 1, Rab Jaim Luzzatto.

 

[6] Abodá Zará 17a.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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