Perek 4, Mishná 17

 

 

Él solía decir: Es mejor una hora de arrepentimiento y buenas acciones en este mundo, que toda una vida en el Mundo Venidero; y es mejor una hora de paz de espíritu en el Mundo Venidero, que toda una vida en este mundo.

 

Ésta Mishná es una continuación de la declaración de Rabí Yaacob. En este mundo uno tiene la oportunidad de realizar buenas obras y arrepentirse, y así ganar una mayor recompensa en el Mundo Venidero (Olam Habá), cabe mencionar que Rabí Yaacob era nieto de Elishá Ben Abuyá (Ajer) por línea materna,[1] aquel erudito quien abandonó a sus compañeros y abrazó la herejía; sucedió cuando vio cómo un hombre perdió la vida mientras cumplía una ley, por cuya observancia la Torá promete una larga vida,[2] entonces llegó a la conclusión de que no había recompensa por las acciones realizadas, ni en esta vida ni en la próxima. Quizás después de ver lo que le sucedió a su abuelo, Rabí Yaacob enfatizó que este mundo, es sólo un lugar donde uno colecta lo que va a recibir en el Mundo por Venir, donde el hombre recibe la recompensa de sus acciones, y tal vez por eso, menciona el arrepentimiento y buenas acciones, insinuando que es lo que debería haber hecho su abuelo antes de abandonar este mundo.

 

En la Mishná anterior Rabí Yaacob dijo que este mundo es la antesala al Gran Salón, como queriendo decir que, comparado con el Olam Habá, aparentemente este mundo, no tiene gran importancia. Sin embargo, analizando la Mishná actual parecería contradecirse a sí misma: comienza dando a entender que este mundo es incomparablemente mejor que el Mundo Venidero, ¡y termina diciendo lo opuesto! ¿Cómo podemos conciliar ambas ideas?

 

Los comentaristas explican que las dos partes de la Mishná están enfocadas en aspectos distintos. Primero, debemos mencionar que no existe comparación entre ambos mundos, son completamente distintos, y aun así, se interrelacionan. Segundo, podemos explicar que la Mishná se divide en dos: En su parte final, compara el placer que se puede obtener en cada mundo; en ese aspecto, el Mundo Venidero (Olam Habá) es infinitamente superior al actual, ni todo el cúmulo de placeres que se han generado a través de toda la historia de la humanidad en este mundo, se compara un instante en el Mundo Eterno, pues el placer de conectarse con la Divinidad, la fuente de toda la creación; en comparación a éste, todos los demás placeres son efímeros e insignificantes.

 

Por otro lado, la primera parte de la Mishná se enfoca en la capacidad para realizar, para perfeccionarse, para vencer dificultades, para crecer en observancia y fe, en el estudio de la Torá, en acciones de bondad y conseguir logros sólidos y madurez espiritual. En ese aspecto, este mundo es infinitamente superior, porque es el lugar en el cual tenemos libre albedrío, es decir, la capacidad para elegir acercarnos al Todopoderoso realizando Mitzvot.  El Gaón de Vilna expresó el valor de este mundo en su lecho de muerte. Allí, sostuvo sus Tzitziot y lloró diciendo: “Cuán precioso es este mundo, en donde por unas pocas Perutot (moneda antigua de escaso valor) es posible obtener el mérito de una muy importante Mitzvá y ver la Presencia Divina, mientras que en el Olam Habá es imposible ganarse nada”.[3] Allá no hay oportunidades para aumentar la conexión con Él. Llegando allí, es demasiado tarde para arrepentirse. Los actos no son categóricamente posibles allá, pues ese lugar fue diseñado, para recibir la recompensa por lo que fue realizado en este mundo.[4]

 

Dijo el más sabio de los hombres: Es mejor un buen nombre que un buen aceite, y el día de la muerte que el día del nacimiento.[5] El día de la muerte comienza a partir del día del nacimiento del hombre, y su vida se acorta gradualmente a medida que transcurren los días.[6] Cuando una persona nace, se la toma en cuenta para la muerte; cuando muere, se la cuenta para la vida. Esta es la paradoja de la vida: cuando una persona nace, todos están alegres, pero cuando muere, todos lloran. No debería ser siempre así. Cuando una persona nace, no todos deben alegrarse, porque no se sabe cómo será al final, si terminará siendo un hombre justo o malvado, pero cuando este muere, si partió con un buen nombre y en paz, todos deberán alegrarse.

 

Esto se compara a dos embarcaciones que se encuentran en un puerto, una está partiendo hacia el mar abierto y la otra ingresa de él. Se encuentran dos personas en el muelle y comentan entre ellas: “¿Ya te fijaste en los rostros de los pasajeros? Todos los pasajeros de la embarcación que zarpa están contentos, mas no todos los de la nave que llegan lo están. A mí me parece que no todos los que parten deberían alegrarse, pues ellos no saben en qué situaciones se encontrarán, ni con cuántos peligros, mareas y vientos enfrentarán. En cambio, aquellos que llegan a puerto, deberían estar todos alegres, pues han salido indemnes al mar y han arribado en paz”.

 

El hombre fue puesto en este mundo para Santificar el Nombre de su Hacedor. Cómo está escrito en Yeshayá: Todos los llamados de Mi Nombre por Mi Honra, los cree, los formé y también los hice.[7] Vamos a tratar de explicarlo según nuestro nivel de entendimiento: todo lo oculto aquí en la creación, el hombre, a través de su elección lo puede transformar en una revelación para la honra del Creador. Cada cosa que hay en este mundo, tiene escondida la posibilidad de identificar el Nombre del Todopoderoso, y es responsabilidad del hombre sacarlo, y una vez en sus manos debe saber emplearlo como instrumento para servirlo a Él.

 

Todo lo mundano que hay existente, está puesto aquí para aprovecharlo sólo en la medida necesaria, con el objetivo de servir al Eterno y no más. Esto trae al mundo una revelación de Su honra y la Santificación de Su Nombre, hasta incluso el instinto malo no fue creado, sino para que por su intermedio santifiquemos Su Nombre, esto se consigue cuando el hombre no se deja seducir, sino que vence a sus deseos, y así muestra su lealtad a Quien lo creó. Si el ser humano pierde la oportunidad y no santifica el Santo Nombre a través de sus instrumentos, entonces no habrá aprovechado su estancia en este mundo, y mostrará que su propósito fue para complacerse solamente a sí mismo, y de esta forma perderá su parte en la servidumbre del Rey del Universo.

 

Conclusión: Nuestra existencia en este mundo no es la verdadera vida, es solo un puente que nos transporta al Mundo de la Verdad, al mundo de la vida eterna donde nuestro espíritu gozará infinitamente del Resplandor de la Divinidad. Nadie ha tenido el permiso de saber nada sobre ese lugar, sin embargo, para llegar allá se requiere del pase por este mundo. Además, no se debe querer apresurar su entrada al Mundo Venidero, pues cada segundo de vida es una increíble oportunidad para crear más Olam Habá. Uno debería desear vivir el mayor tiempo posible en este mundo, no por sus inherentes deleites materiales, sino porque los humanos necesitamos tiempo en este mundo para hacer Teshubá, estudiar Torá, realizar buenas obras y así ganar una buena estancia en el Mundo Eterno. En este sentido, dijo Rab Eliahu Dessler: “Incluso si agrupáramos toda la felicidad y satisfacción que han tenido todas las personas que han transitado por este mundo, desde el comienzo de la Creación hasta el fin de las generaciones, y todo este placer es comprimido y concedido a una sola persona para que lo goce en un solo instante, de seguro, no existiría un placer más grande, y a pesar de ello: es mejor una hora de placer espiritual en el Mundo Venidero que toda una vida en este mundo….”. © Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

“La persona fue creada en este mundo sólo para deleitarse con su esfuerzo en el Mundo Venidero. La persona nació para trabajar. Dichoso aquél cuyo empeño está en el estudio de la Torá y los buenos actos”.[8]

 

 

 

 

 

[1] Ver Kidushín 39b.

 

[2] Debarim 22:7.

 

[3] Sijot Musar, p.125.

 

[4] Rabí Obadiá de Bartenura.

 

[5] Kohélet 7:1.

 

[6] Olelot Efraim

 

[7] Yeshayá 43:7.

 

[8] Pele Yoetz; esfuerzo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.