Perek 4, Mishná 21, continuación…
Rabí Elazar HaKapar, dice: la envidia, la ambición y la búsqueda del honor, sacan a la persona del mundo.
La concepción original del universo era que el ser humano lo habite, lo disfrute y cumpla Sus preceptos eternamente. Creó a Adam y a Javá, los precursores de la humanidad, quienes fueron provistos con la Sabiduría Divina[1] y los hizo residir en el Jardín del Edén. Poseían el poder del entendimiento, y el intelecto para dominar sobre las demás creaciones y hacerlas cumplir su finalidad. Cuando fueron provistos de vida, su impulso natural era hacer siempre el bien, no tenían malicia ni sed de ninguna de las tres cosas que se mencionan en la Mishná, sin embargo, apareció la maldad investida de una bestia, la cual poseía cierta facultad de comunicación. Este ser fue arrastrado por la envidia, la ambición y la búsqueda del honor, convenció e indujo a la mujer a desobedecer la orden del Señor. Al comer del árbol prohibido, trajeron el mal dentro de sí mismos y lo hicieron parte de su propia naturaleza. A partir de ese momento, brotaron en el hombre los bajos impulsos, como la avaricia, el egoísmo y un desenfrenado deseo por todo aquello que saciara su creciente apetito, y por tanto, fueron expulsados del mundo donde originalmente habían sido puestos para vivir eternamente. Y a partir de entonces, se le encomendó la misión de refrenar y controlar esa nueva naturaleza hasta que consiga apartarse de todo lo que no es bueno, y al mismo tiempo, buscar todo lo que lo acerque al Todopoderoso, y de esta forma conseguir el salvoconducto que lo haga retornar a residir en el mundo que fue diseñado especialmente para el deleite eterno.
Javá concibió dos hijos: Caín y Hével, el hijo mayor fue consagrado para que fuera siervo del Señor, mientras que el menor se dedicaba al pastoreo. Ambos hermanos decidieron acercar una ofrenda, el de Hével fue aceptado, mientras que el de Caín fue rechazado, debido a que el primero había elegido de lo mejor que poseía, mientras que su hermano hizo lo contrario. De nuevo, emergieron de su ser los síntomas de la envidia y la búsqueda del honor, y aquello terminó en tragedia, Caín montó en cólera y asesinó a su hermano, cometiendo el primer crimen de la historia, derramando no solamente la sangre de Hével, sino de todos sus potenciales descendientes, esto quiere decir, exterminó a la mitad de toda la humanidad.
Algunas generaciones más adelante, la gente se deterioró, al principio cometían inmoralidad, robo e idolatría a escondidas. Pero llegó un momento en que, presos de la ambición y la lujuria, perdieron la vergüenza, y la conducta inmoral llegó a ser permitida. Semejante corrupción, se transmitió a todas las criaturas, El Creador resolvió que habían perdido su derecho a la existencia y decidió asolar el mundo por medio del Diluvio Universal, solamente Noaj, su familia y una cantidad suficiente de animales, se salvaron para poder volver a poblar la tierra.
Aparentemente aquí se alivió la humanidad de los males mencionados en la Mishná, pero no fue así. Recién se secaron las aguas, los sobrevivientes bajaron del arca, Noaj se embriagó y Jam, uno de sus hijos, mancilló en forma depravada a su padre para impedir que Noaj engendrara un cuarto hijo que tuviese una participación en la herencia del mundo junto a él. Cuando Noaj despertó de su embriaguez, y perturbado por el vergonzoso proceder de su hijo, maldijo a sus generaciones, quedando de nuevo demostrado que: la envidia, la ambición y la búsqueda del honor, sacan a la persona del mundo.
Aun después de tener pruebas de primera fuente de lo que ocurrió en el Diluvio, la humanidad no estuvo dispuesta a abandonar los placeres momentáneos y las satisfacciones triviales. Kush, el hijo de Jam, engendró un hijo que llamó Nimbrod, un hombre perverso y astuto enfermo de poder, atrapó a las personas con palabras y discursos falsos y engañosos, desarrollando toda su gran fuerza para incitar a las masas a revelarse contra el Creador. Esta generación no aprendió la lección del pasado, y construyeron una torre, pretendiendo “guerrear” contra el Señor. Fueron juzgados y terminaron dispersos por el mundo: la ambición y la búsqueda del honor, sacan a la persona del mundo.
Nace Abraham, y muestra ser el hombre más apto para ser el antecesor de la nación judía. Su sobrino Lot lo acompaña y aprende de él durante muchos años, sin embargo, un día Lot alza sus ojos y mira la amplia y fértil llanura del Jordán, su lealtad hacia su tío se debilitó, y decidió separarse de él para ir a una tierra de idólatras, corruptos y ladrones: la ambición y la búsqueda del honor, sacan a la persona del mundo.
Veamos otros ejemplos: Abraham procrea dos hijos: Itzjak e Ishmael. Este último también sucumbe ante los celos de su hermano, y cuando Sará se da cuenta que Ishmael intentaba asesinar a su hijo, le pide a Abraham que lo expulse de la casa. Itzjak crece, se casa y procrea dos hijos, Yaacob y Esav, este último también presa de los celos y la búsqueda del honor persigue a su hermano para matarlo. Yaacob trae al mundo a doce hijos. Uno de ellos aparenta ser el futuro heredero de su padre. Ellos presenciaron que Abraham eligió a Itzjak, e Itzjak eligió a Yaacob como legítimos herederos. El celo les cambió ver la real imagen de su hermano, e intentan asesinarlo... No hay más que un paso de la envidia al odio… Israel baja a Egipto y sube al poder un rey, quien también sucumbe ante la ambición, la búsqueda del honor, y lleva a una de las potencias de esa época a la perdición total, todo el imperio cayó por la necedad de su dirigente…
Más adelante, aparece en escena Kóraj, quien agita a un grupo de partidarios para oponerse al liderazgo de Moshé y Aharón. Si nos preguntamos ¿Cuál era su motivación? ¿Envidia? ¿Ambición? ¿búsqueda de honor? O todas juntas…
La historia sigue avanzando… Antes de entrar a la Tierra Prometida para conquistarla y tomar posesión de ella, Moshé envía doce hombres para explorarla. Diez de ellos traen un informe tan nefasto que empujó a los demás a la desesperación y la rebeldía. Toda esa generación fue sentenciada a vagar y morir en el desierto, perdiendo la oportunidad de entrar a Éretz Israel. ¿Cuál fue la motivación de los hombres que fueron a espiar la tierra? De nuevo tenemos el mismo común denominador que se repite una y otra vez. Podríamos seguir analizando mas ejemplos que se citan en los libros de los profetas, en el Talmud, e incluso en nuestro tiempo; desafortunadamente la historia se repite en cada generación y no aprendemos la lección. La mayor parte de las guerras y de todos los sufrimientos que ha padecido la humanidad durante toda su historia, se desatan por alguna de las cuestiones que menciona la Mishná: la envidia, la ambición y la búsqueda del honor, estos tres vicios corrompen y destruyen el carácter y la esencia del ser, y no le permiten regresar al mundo real, al mundo que fue creado para el deleite del ser humano. El día que entendamos y aprendamos a utilizar estos atributos para lo que fueron creados, para superarse y para servir correctamente al Todopoderoso, será entonces que la alegría reinará en todo el mundo, nos haremos merecedores a la tan esperada llegada del Mashíaj. Y será entonces que no habrá más guerras ni violencia, sino únicamente paz y armonía en todo el mundo.[2] El profeta afirma: El lobo y el cordero vivirán juntos y el leopardo se recostará junto al cabrito.[3] Todos, incluso los animales, viviremos juntos en armonía, Y ésa sí que será una genuina alegría, una alegría eterna, una alegría en todos los mundos… © Musarito semanal. by Elias E. Askenazi
“No busques ser otro, aprecia tu esencia y destaca en ella”.
[1] Abarbanel.
[2] Yeshayá 2:4.
[3] Ibíd. 11:6.
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