Perek 4, Mishná 22

 

 

Él solía decir: Los que nacieron han de morir y los que han muerto han de resucitar; y los que están vivos han de ser juzgados. Para que sepan, den a conocer y sean conscientes de que Él es el Eterno, Él es el Hacedor, Él es el Creador, Él es el que discierne, Él es el Juez, Él es el testigo, Él es el litigante y es Él, quien convocará en el futuro al juicio. Bendito sea Aquel ante Quien no existe ni iniquidad, ni olvido, ni favoritismo, ni soborno; pues todo a Él le pertenece. Sepan que todo está según Su cálculo. Y no dejes que tu impulso te asegure que la tumba es un lugar de refugio para ti; pues contra tu voluntad fuiste formado, [contra tu voluntad naciste], contra tu voluntad estás vivo, contra tu voluntad morirás y contra tu voluntad en el tiempo venidero serás juzgado y rendirás cuentas frente al Rey de reyes, el Soberano de todos los emperadores, el Santo Bendito es.

 

En esta extensa Mishná, llena de discurso retórico, Rabí Elazar HaKapar enseña sobre la certeza del día del juicio por venir. Al comienzo, el autor recorre las etapas de la existencia humana, desde el nacimiento hasta la muerte y la resurrección después del día del juicio. El hombre debe entender y hacerle saber al mundo entero, que hay un Creador responsable de todo suceso. Él mismo nos creó, Él eventualmente actuará como nuestro juez, testigo y denunciante. Él no es como los jueces humanos que pueden ser sobornados, ni es posible que Él olvide o que de alguna manera pervierta la justicia. Cada uno recibirá lo que le corresponde. De hecho, no hay forma de sobornarlo, porque al final, todo el mundo le pertenece a Él y solamente a Él. Todas nuestras obras serán presentadas en el Juicio Final [ver Mishná 3:15]. Uno no debe engañarse pensando que la tumba será un lugar donde podría escapar de las consecuencias de su existencia, porque, así como los humanos fueron creados sin su consentimiento, también morirán y serán juzgados de la misma forma. El Rámbam señala que la Mishná enumera los eventos que escapan de la intervención humana. Nadie puede controlar el dónde, cuándo, y en qué familia nacerá, ni conoce tampoco cuándo y dónde morirá. Sin embargo, las acciones morales, sí están a su alcance, ya que posee la plena elección de cada uno de sus actos.

 

En el momento en que el Todopoderoso decide hacer descender un alma a este mundo, ella implora: “¡Por favor, Patrón del mundo!, no me obligues a salir de la protección de Tu Trono de Gloria, aquí todo es bueno, no me hagas descender a un mundo donde habita el Instinto del mal. Yo no sé si podré resistir su seducción, ¡mejor déjame aquí!”. El Todopoderoso le responde: “Aún a pesar de tu voluntad, tendrás que descender al mundo terrenal, porque para ello fuiste creada, para que resistas al instinto del mal. Mientras estés debajo de Mi trono, te alimentes del brillo de Mi Providencia, y no hayas descendido al mundo material para estudiar la Torá, y no hayas cumplido todas las Mitzvot, no serás merecedora a ninguna recompensa, y todo el alimento que te doy ahora te es provisto únicamente como dadiva. Por ello es que decreto que desciendas al mundo material para cumplir con tu deber. Si te conduces correctamente, podrás vivir aquí dignamente. Además, no temas, pues no descenderás sola, Yo también Personalmente descenderé contigo al mundo y te ayudaré a resistir la tentación del Instinto del mal.

 

Después que el alma desciende al mundo y se somete a prueba, en poco tiempo se apega a lo mundano, se aferra tanto a lo terrenal, que éste se apodera de su consciencia y se convierte parte de ella, y cuando llega la hora de partir al Mundo Eterno, no se quiere ir. En ese momento el Creador se dirige al hombre: “A pesar de que tu voluntad es quedarte, tendrás que morir, debes saber que todo aquello de lo que poseíste se quedará aquí, a pesar de todo lo que has trabajado por ello, lo tendrás que dejar para otros”. El Juez Supremo le pide al hombre rendir cuentas de lo que hizo con su vida, y el sentido que le dio a su existencia terrenal: “¿Fijaste tiempo para estudiar Torá? ¿Cumpliste Mitzvot?”. El hombre responde: “No tuve tiempo para estudiar Torá y cumplir las Mitzvot, estaba muy ocupado en todos los bienes que me proporcionaste. ¿Para qué me hiciste descender a este mundo? ¿Recuerdas que yo no quería? ¿por qué me diste tantas pertenencias? ¡Ellas me hicieron tropezar!”. El Señor le responde: ¿Recuerdas que cuando descendiste a este mundo, te dije que Yo descendería contigo? ¿Qué hiciste? poco a poco me fuiste soltando. Estabas tan ocupado con tus “bienes”, que perdiste la noción de que Yo estaba a tu lado para ayudarte a vencer aquellas tentaciones. ¿Sabes por qué no te dije nada? porque te vi tan inmerso en aquel materialismo que, aunque te hubiese gritado para que me veas, ni siquiera hubieras volteado a verme”. El alma es como un depósito en las manos del hombre, y debe ser preservada para evitar que sea ensuciada por las transgresiones.

 

Es lo que está dicho en el Talmud: “¡Bendito seas cuando vinieres, y bendito seas cuando te fueres!”, Que tu salida, sea como tu entrada a este mundo. Tu llegada fue sin pecados, que tu salida también lo sea. El alma terminará siendo reclamada, nadie sabe cuándo el Propietario vendrá a solicitarla, por lo que debe entregarla en las mismas condiciones en las que fue recibida.

 

Pero, ¿cómo podrá el hombre preservar el alma para que el Instinto maligno no la arruine? Estudiando mucha Torá, porque en ella están las instrucciones de uso, todo el que sigue sus sabios consejos, podrá devolver su alma al Creador diciendo con orgullo: “He cumplido la misión que me encomendaste”. Por lo tanto, que dedique su valioso tiempo a estudiarla para saber cómo conducirse en toda situación, pues todo está escrito en ella, y el buen desempeño, le hará merecedor a recibir su recompensa en el Mundo Venidero. Allá no hay cumplimiento de las Mitzvot, solamente las hay en este mundo, y por eso al hombre le fue entregado un cuerpo y por medio de este, podrá convertir lo material en espiritual. Cuando el alma es llamada a retomar su lugar, es porque ya no necesita aquel cuerpo, y sube a recibir recompensa de todo lo que recolectó en el mundo material. Al partir, no se lleva nada con ella, ni oro ni plata, sino solamente la Torá y las Mitzvot que adquirió en su vida. Y quien se dedica a cumplir con la Voluntad del Eterno, tendrá además siempre la conciencia de que la Presencia Divina siempre estará a su lado a dondequiera que vaya.[1]  © Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

“La persona fue creada en este mundo sólo para deleitarse con su esfuerzo en el Mundo Venidero. La persona nació para trabajar. Dichoso aquél cuyo empeño está en el estudio de la Torá y los buenos actos”.[2]

 

 

 

 

 

[1] Extraído de la revista Pájad David; Perashat Ki Tabó  ;Rab David Pinto

 

[2] Pele Yoetz; esfuerzo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.