Perek 4, Mishná 7 continuación…

 

 

Su hijo, Rabí Ishmael dice: El que se abstiene de juzgar se libra de la enemistad, el robo y el falso juramento. En tanto, el que en su corazón reside la soberbia al dictar decisiones legales, es un tonto, malvado y arrogante.

 

Rabí Ishmael está indicando que aquel que se abstiene de actuar como un juez, evita hacer enemigos, se aparta de las trampas, del robo y de jurar cuando no debe.

 

¿A quién se refiere la Mishná? ¿A cualquier persona, o solo a los jueces? La segunda mitad de la declaración, parece señalar que no se refiere a jueces autorizados, y señala a aquellos que no son aptos, porque si estuviera hablando de un juez calificado, hubiese dicho: “el incompetente no puede juzgar” o algo similar, y no en forma de recomendación. Tenemos que decir que se refiere a alguien que, aun sin haber obtenido “el título”, se siente muy seguro para calificar y dar un veredicto. Una persona así se considerará arrogante, porque asume que no se equivocará, y necia, porque toma decisiones imprudentemente.

 

La declaración de Rabí Ishmael debe considerarse una advertencia, no solamente para aquellos que no estén calificados para esta función, sino que también servirá para aquellos que se han preparado para hacer valer la Ley, no deben abstenerse de actuar, pues de ellos depende que una sociedad pueda vivir en paz y en sana convivencia. Otros comentaristas señalan que la Mishná solo se aplica en un caso donde hay otros jueces más calificados. Pero si no hay otro más calificado, cada uno tiene la obligación de juzgar lo mejor que pueda. Sin embargo, debe tomar su decisión con temor y con el debido respeto a la seriedad de su función.

 

La Mishná recomienda no ser un juez, porque el litigante que reciba sentencia no dejará de odiar a quien lo culpó; así también, si uno de los querellantes presenta argumentos falsos y el juez dictamina con base en ellos, tendrá participación en el robo que provocó, aunque lo haya cometido inadvertidamente. Y ni hablar de provocar a que el querellante jure en falso para reforzar sus ilusorios argumentos.

 

Pero, si todos se abstienen de juzgar, ¿quién hará valer la Ley? Siempre habrá quien tome el rol de juez, si ha estudiado correctamente la jurisprudencia que señala la Torá, y si el caso en cuestión está dentro de su capacidad, entonces que de su fallo. Pero si decide basado más en su orgullo que en su temor a equivocarse, entonces se le considerará que está rebajando su puesto, y seguramente caerá en el error, tal como se mencionó anteriormente.[1]

 

Un hecho fantástico ocurrió hace aproximadamente treinta años en el tribunal presidido entonces por el gran erudito Rabí Yitzjak Vaiss, jefe de la suprema corte Rabínica de la comunidad ortodoxa en Jerusalén (Badat”z), ante quien se presentaron dos litigantes. Uno de ellos reclamaba que el otro le debía, por concepto de préstamo, una gran suma de dinero que alcanzaba varias decenas de miles de dólares, en tanto que el otro negaba absolutamente la acusación. El Rabino se dirigió al demandante y le preguntó si tenía alguna prueba que avalase su demanda. La parte actora presentó ante el juez un documento en el que estaba escrito explícitamente la cantidad en cuestión, al pie de lo cual se hallaba la firma del demandado claramente legible. Llamó el Rabino al acusado y le preguntó: “¿Es ésta tu firma?” Y respondió: “Si, efectivamente es mi firma, pero continúo negando la existencia de la deuda, e incluso no recuerdo haber firmado ese documento”.

 

De acuerdo con la Halajá, el juez debía haber condenado inmediatamente al demandado a saldar la deuda, pues el documento probatorio obraba en poder del demandante, y el mismo deudor reconocía su firma. Sin embargo, el gran erudito se percató que el demandante no era una persona honesta, y el demandado aparentaba ser un hombre correcto y decente. Por ello, el rabino no deseaba condenarlo y trataba de encontrar argumentos que lo eximiesen, pero el mismo demandado no podía explicar cómo su compleja firma aparecía en el documento del otro. Por ello, el gran Rabino pidió diferir el juicio hasta la mañana siguiente, hasta entonces, pensó, el Eterno me proveerá con la suspicacia suficiente para dirimir el juicio en forma justa.

 

La mañana siguiente, mientras ambos litigantes aguardaban la llegada del gran erudito Rab Vaiss en la recepción del tribunal rabínico, se presentó el secretario del juzgado e instó al demandado a que vaya a su casa y traiga un libro de su biblioteca personal. Este oyó la extraña petición y se dirigió a su casa para tomar uno de los libros y regresar al tribunal. Cuando ambos litigantes ingresaron a la sala, el Rab le pidió al demandado que le mostrara el libro que tenía en su mano. El hombre le acercó el libro y el Rabino pudo observar que este no firmaba su nombre en el extremo superior de la primera hoja en blanco, como lo hace la mayoría de las personas, sino lo hacía al pie de dicha página. Le preguntó el juez si en alguna ocasión le prestó al demandante un libro, y tras pensar unos momentos le respondió afirmativamente, “hace aproximadamente un año le presté un libro y todavía no me lo ha regresado…”.

 

Sorpresivamente el Rabino le pidió al secretario que acompañe al demandante a su casa a traer el libro que tomó en préstamo del otro. Cuando el libro llegó al juzgado, pudo comprobar que la primera página había sido arrancada, y la hoja en la que estaba redactado el documento que el deshonesto demandante había redactado, no era sino aquella página que faltaba del libro que había pedido prestado al vecino. Allí se evidenció la gran inteligencia del erudito Rabino que no se apresuró a dictaminar un juicio y ameritó emitir un dictamen correcto y ajustado a la verdad y la honestidad. [2]

 

Este hecho es solamente una muestra donde aprendemos lo delicado que es emitir juicio precipitadamente, todos nosotros, en algún momento, tenemos que fungir como jueces, ya sea en nuestras relaciones sociales o comerciales, Rabí Ishmael recomienda a no tomar con ligereza esta responsabilidad, y solo hacerlo cuando es estrictamente necesario, pero quien lo tenga que hacer, debe cuidarse de no tomar decisiones impulsivamente sino analizar las situaciones con paciencia y equilibrio, acudir a pedir consejo de los entendidos en la materia, y de esta manera arribar a conclusiones correctas y coherentes. © Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

“Tú debes perseguir justicia con justicia. El fin no justifica los medios”.[3]

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Extraído de Otzar Mi Sinai, tomo II, pag. 644; Rab Mijael Perets.

 

[2] Rab Ovadia Yosef

 

[3] Rab Bunim de Pshisja.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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