Perek 4, Mishná 9

 

 

Rabí Yonatán dice: “Todo aquel que cumple la Torá en la pobreza, terminará por cumplirla en la riqueza; y todo aquel que descuida la Torá en la riqueza, terminará por descuidarla en la pobreza”

 

Rabí Yonatán fue un Tanaíta de Éretz Israel. En ocasiones es nombrado: Rabí Yonatán Ben Yosef,[1] Natán Ben Yosef,[2] o Ben Yosé,[3] debido a que no se sabe con certeza el nombre del padre, pero los Tanaím y también los Amoraím, coinciden en que se trata del mismo Taná al que se hace referencia. Provenía de la dinastía de los Cohanim,[4] y no debe confundirse con el Amorá Rabí Yonatán, quien claramente no era Cohén.[5]

 

Cuando era un joven erudito, estudió con Rabí Akibá. Entre sus colegas se encontraban algunos de los mejores estudiantes de Rabí Akibá, entre ellos: Rabí Yehudá Bar Elai,[6] Rabí Meir,[7] y Rabí Yosé Ben Jaláfta.[8] El maestro principal de Rabí Yonatán fue Rabí Ishmael, quien fue miembro del Sanhedrín en Yavne junto con Rabí Akibá y los otros grandes Sabios de la generación. Sin embargo, más tarde, Rabí Ishmael se despidió de sus colegas y se instaló en la parte sur de Éretz Israel, cerca de la frontera con Edom [en la región del Mar Muerto],[9] en donde fundó su Yeshivá, allí llegó Rabí Yonatán para aprender de él. Cierto día, estaba debatiendo cierto tema con Ben Azai, entonces le preguntó: “¿Cuál es la opinión de tu maestro sobre este tema? Cuando escuchó la respuesta, quedó tan impresionado que exclamó: "¡Ay de Ben Azai que no tuvo el mérito de estudiar con Rabí Ishmael!".[10]

 

Las persecuciones de Adriano obligaron a Rabí Yonatán a abandonar la Tierra de Israel. Después de la destrucción de Betar, se refugió en Babel y es allí donde se tienen registrados los debates Halájicos contra Rabí Yoshía, quien fuera su colega de estudio, y sus debates se citan a lo largo del Talmud, Mejiltá y Sifrí.[11] Fue también colega de Rabí Matitiá Ben Jerésh; pero su amor por la Tierra Sagrada y a su pueblo, lo hicieron retornar a la Tierra Santa. Fue autor de muchos aforismos, poseía una mente aguda y analítica. Enseñó que un Ám Haáretz (ignorante en conocimientos Toráicos), es aquél que tiene hijos y no los educa conforme a la directriz de la Torá.[12] Otro de sus dichos es: "Dar consuelo a quien está de duelo, visitar al enfermo y realizar obras de amor y caridad, le hacen bien al mundo".

 

Rabí Yonatán está diciéndonos que ni la riqueza, ni la pobreza, justifican el abandono de la Torá y el cumplimiento de sus Preceptos. La persona que verdaderamente cumple Torá, lo hará aun en la pobreza, porque lo hace a causa de sus fuertes convicciones, y aún si se vuelve rica, continuará siendo observante de la Torá. El hombre rico que abandona la Torá, no lo está haciendo debido a la opulencia, y aún si él fuera afligido con pobreza, tampoco la observaría. La observancia de la Torá depende del individuo - ni la pobreza ni la riqueza son una razón o excusa.

 

Parecería que este enunciado de la Mishná indica que, todo aquel que se dedique al estudio de la Torá, terminará siendo rico, y vemos que generalmente no resulta así. ¿Cuánta gente observante de la Torá ha habido en nuestra historia que nació y murió en la pobreza material? Del mismo modo, ¿Cuánta gente no observante, disfrutó de una vida de opulencia? La experiencia diaria nos demuestra que no le basta al pobre observar la Torá para volverse rico.

 

Quizás debamos interpretar la sentencia de Rabí Yonatán de la siguiente manera, tal vez se refiere a que el hombre debe observar la Torá “gracias a la pobreza” y no “a pesar de ella”, quiere decir, todo el que “preserva” el honor de la Torá, aceptando la miseria y todas sus consecuencias, terminará por sentirse rico y colmado de felicidad, esto podemos aprenderlo de un suceso de la vida misma de Rabí Yonatán y dice así: En la época de Rebi, los habitantes de Séforis sufrían de hambruna, entonces Rabí Yehudá HaNasí abrió sus almacenes para repartir parte de sus provisiones a los alumnos necesitados durante el tiempo de aquella sequía. Él decidió: “Los maestros del Tanáj, de la Mishná, del Talmud, de Halajá o de Hagadá, pueden entrar a mi almacén y beneficiarse de mi donación; más los ignorantes, tienen prohibido entrar”. Rabí Yonatán, a quien Rabí Yehudá HaNasí no conocía personalmente, se mezcló con los demás alumnos, se acercó al Sabio y le dijo: “¡Dame algo que comer!”. Rabí Yehudá HaNasí le preguntó: “Hijo mío, ¿has estudiado Mikrá (el Pentateuco)?”. “No”, respondió con modestia. Repuso de nuevo Rebí: “Has aprendido la Mishná?”, el Sabio negó con la cabeza. Rabí Yehudá le preguntó: “¿Cómo quieres que te mantenga si no has estudiado nada?”. Rabí Yonatán respondió: “El Señor alimenta incluso a los cuervos y a los perros, a quienes les proporciona su alimento, aunque no hayan aprendido nada”. Rabí Yehudá se conmovió ante su ruego, y lo dejó pasar por el alimento.

 

Poco después de que Rabí Yonatán se marchó, Rabí Yehudá HaNasí se angustió y gimió: “¡Ay de mí, que le he dado mi pan a un ignorante!”. Su hijo le dijo: “¿Quizás fue tu discípulo Yonatán, quien nunca en su vida quiso beneficiarse materialmente del honor mostrado a la Torá?”. Investigaron el asunto y encontraron que así era. Entonces Rabí Yehudá HaNasí dio instrucción que, desde aquel momento, se repartieran los víveres a todos los alumnos, sin distinción, pues pudiera haber otros que oculten el hecho de que son verdaderos eruditos de la Torá”.[13]

 

Alternativamente, dicen nuestros sabios: La pobreza más grande es la falta de conocimiento.[14] Así, lo opuesto es también cierto, que la verdadera riqueza es quien posee abundancia de conocimientos de Torá. De ahí que, la Mishná está diciéndonos: si uno estudia Torá diligentemente aun a pesar de la dificultad en su comprensión, finalmente verá la belleza del entendimiento de la Torá. Por otra parte, quien llega a alturas en el estudio de la Torá y desatiende sus lecciones, acabará siendo pobre en su conocimiento de Torá, dado que olvidará lo que ha estudiado y entendido….

 

Otra interpretación que se le da a la Mishná es la siguiente: Rabí Yonatán sí se refiere a la situación económica, y entonces ¿Por qué hay eruditos pobres e ignorantes ricos? Porque riqueza y pobreza no siempre tienen el mismo efecto en una persona. Hay algunos cuya riqueza influye para bien, y a través de esa bendición, honran al Todopoderoso embelleciendo el cumplimiento de las Mitzvot. Sin embargo, si hubiesen sido pobres, estarían tan ocupados tratando de encontrar el sustento, que olvidarían a su Creador.

 

El Todopoderoso dejó a nuestros antepasados cuarenta años en un árido y desolado desierto, para que aprendiesen a ver un entorno infecundo y agreste para prepararlos de esta forma a seguir siendo fieles a la Torá que recién habían recibido en el Sinaí, en la abundante y fértil Tierra a la que estaban por entrar. Moshé, su gran guía, sabía que la opulencia aparta del sendero correcto a sus poseedores, y por este motivo, recuerda al pueblo de Israel, en su discurso de despedida les advierte: [Una vez que se asienten en la tierra prometida] cuando hayan comido y estén satisfechos… tengan cuidado de no olvidar a su Creador o [dejar de] cumplir Sus mandamientos… No sea que cuando sus vacas y sus ovejas se multipliquen, y su plata y su oro aumente, y todo lo que tienen abunde… su corazón se enorgullezca, y se olviden de Quien los sacó de Egipto, la tierra de la esclavitud….  No sea que [algún día] se convenzan a ustedes mismos diciendo: ‘Ha sido nuestra propia fuerza, el poder de nuestras manos, lo que ha logrado toda esta riqueza para nosotros.[15] Por este motivo oró Shelomó Hamélej; “No me des pobreza ni riqueza, Susténtame con el pan que se me haya señalado”.[16] © Musarito semanal.    by Elias E. Askenazi

 

 

“El dinero y el éxito no cambian a las personas; solamente amplifican lo que ya está ahí”.

 

 

 

 

 

 

 

[1] Sotá 22a.

 

[2] Meguilá 31b.

 

[3] Yerushalmí; Maaserot 5:2.

 

[4] Ver Rashí en Babá Metziá 90b.

 

[5] Ver Berajot 18a.

 

[6] Ketubot 60b.

 

[7] ibid. y Sotá 22a.

 

[8] Berajot 22a.

 

[9] Ver Ketubot 64b.

 

[10] Julín 70b-71a.

 

[11] Dorot HaRishoním Vol. 4, páginas 678-679.

 

[12] Berajot 47b y Sotá 22a.

 

[13] Babá Batrá 8a.

 

[14] Nedarím 41a.

 

[15] Debarim 8:10-19.

 

[16] Mishlé 30:8.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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