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Perek 5, Mishná 2
Diez generaciones hubo de Adam hasta Nóaj para dar a conocer cuánta paciencia hay delante de Él, pues cada generación irritaba cada vez más, hasta que trajo sobre ellos las aguas del diluvio. Diez generaciones hubo desde Nóaj hasta Abraham, para dar a conocer cuanta paciencia hay delante de Él; pues cada generación irritaba cada vez más, hasta que llegó Abraham, nuestro padre, y recibió (para sí) la recompensa de todos.
Conforme avancemos en el estudio de este quinto Pérek, encontraremos varias sentencias agrupadas en series de diez, otras hablarán de siete y otras de cuatro unidades. Los Sabios acomodaron las Mishnayot de esta forma, porque en esos tiempos la enseñanza se transmitía en forma Oral, y se requerían ciertas estrategias de asociación mental para facilitar la retención de lo estudiado.
La Mishná anterior estableció que el Hacedor creó Su mundo en diez etapas, lo hizo con sumo cuidado para mostrarle al hombre que él es la cúspide y la razón de la existencia del mundo. Que de él depende su conservación o lo contrario. Que existe una gran recompensa para quienes lo preservan, y un terrible castigo para los que intentan destruirlo.
Viene la segunda sentencia de este capítulo, y nos viene a enseñar de que existe recompensa y castigo por los actos del hombre, y también nos viene a enseñar, cuán paciente es el Creador; esperó diez generaciones, desde Adam hasta Nóaj para cobrar sentencia sobre la humanidad, veamos la cronología de aquellas generaciones:
1. Desde el mismo día de su creación, Adám, el primer hombre, desobedeció la orden Divina, y en consecuencia fue expulsado del Gan Éden, y la Presencia Divina que moraba sobre la tierra, se retiró hacia el Primer Cielo.[1]
2. La generación de Shet, el tercer hijo de Adám, recién nació después de que Cain asesinó a su hermano Hébel, el Todopoderoso anunció a Cain que nunca más disfrutaría de la tierra, lo desterró y además sentenció vengar la muerte de Hébel, después que pasaran siete generaciones de él. Shet se parecía a su padre, al igual que Adám, nació ya circunciso. Su nombre significa “fundador del mundo”, pues fue el sucesor de su padre, quien le entregó las Seis Leyes de Nóaj, y también le dio la vestimenta celestial que el Señor había creado para él.
3. La generación de Enósh, el hijo de Shet, fue la responsable de inculcar la maldad y la corrupción de la humanidad. Ellos fueron los primeros en profanar el Nombre Divino, al propagar la idea de idolatrar a los cuerpos celestiales, proclamando que el sol, la luna y las constelaciones merecían honores por ser los ministros del Hacedor, los cuales, fueron asignados para iluminar el universo. Al principio, erigieron templos y altares a las estrellas, en la creencia que, al demostrar respeto por ellas, satisfacían al Creador. Al final terminaron olvidando al Hacedor, y desde ese entonces, se originó la idolatría.[2]
4. La generación de Kenán, el hijo de Enosh, a pesar de haber sido un inteligente y poderoso gobernante, el cual exhortó a sus súbditos a servir al Creador, su generación no lo escuchó y continuó siendo corrupta.
5. Mahalalel, el hijo de Kenán, fue un penitente que intentó corregir las faltas de la generación de su padre, sin embargo, no pudo con ellos, pues su generación estaba pervertida.
6. Yéred, hijo de Mahalalel, era un hombre justo, pero su generación se había depravado incluso más que las que le precedieron, de hecho, su nombre proviene de la raíz hebrea Yeridá que significa descender, para dar a entender que su generación había descendido hasta las profundidades más abismales.[3]
7. Janój, fue una excepción en cuanto a su virtud. Era zapatero remendón, y en cada puntada que cosía, proclamaba la unicidad del Creador. Al principio se aisló por un tiempo, se concentró en la plegaria y en el mejoramiento personal, luego trató de influenciar sobre sus contemporáneos. Sin embargo, el Todopoderoso se lo llevó del mundo a una edad temprana, fue montado en unos corceles enviados desde el Cielo, y fue conducido en vida hacia el Gan Éden.[4]
8. Metushelaj, el abuelo de Noáj, se destacó entre sus contemporáneos como hombre justo. En ocasiones censuraba a los de su generación, previniéndolos de que si no se arrepentían de sus malos hábitos, el Señor traería el Diluvio. El Todopoderoso esperó y no trajo la destrucción sino hasta después del séptimo día de duelo por su muerte.
9. Lémej, descendiente de Shet. En su generación, una hambruna azotó el mundo, como una advertencia de la tragedia que estaba por venir, sin embargo, sus contemporáneos hicieron caso omiso a sus advertencias. Era invidente y su hijo Tuval Cain solía guiarlo, un día, confundieron a Cain con un animal, y el hijo le pidió al padre que disparara una flecha, la cual mató a Cain. Al darse cuenta de lo que había hecho, Lemej comenzó a batir las palmas en señal de aflicción y accidentalmente golpeó a su hijo, matándolo también.
10. Noaj, superaba a los miembros de las generaciones que le antecedieron. Rashí asocia su nombre con la raíz hebrea descanso, ya que él inventaría las herramientas de labranza, y gracias a esto, la tierra descansó de la maldición decretada para Adám,[5] la cual cesaría después de su muerte, y esta sucedió poco tiempo antes del nacimiento de Nóaj y por este motivo Lémej le puso este nombre.[6]
Aunque todas las generaciones entre Adám y Nóaj fueron en decadencia, la vida era demasiado buena, poseían una fuerza física enorme, una vida muy prolongada, sembraban una vez cada cuarenta años, el clima era siempre placentero, y aun así la gente se deterioró, fueron corruptos, practicaban obscenidades, idolatría, asesinato y robo. La conducta inmoral se volvió la norma aceptada, y eventualmente hasta obligatoria y, ya que el hombre es la esencia del mundo, la inmoralidad se extendió también a los animales, hasta el punto en que estos también comenzaron a cohabitar con otras especies.[7] El hombre se volvió tan depravado que ya ni respetaba la propiedad de su prójimo, y fue entonces que el mundo perdió su derecho a la existencia. El Eterno no los destruyó inmediatamente, soportó los pecados cometidos contra Él, pero frente al pecado contra el hombre, el castigo es rápido y terrible. Dice el Midrash: Él esperó pacientemente hasta la décima generación.[8] De la gran Paciencia y Misericordia de nuestro Hacedor, podemos aprender una gran lección de paciencia y perdón. Aunque al final Él decidió destruir el mundo, no lo hizo de inmediato, sino que le dio al mundo la oportunidad de arrepentirse. Por cierto, también aprendemos que Su Misericordia no dura para siempre; eventualmente dictará sentencia. Los justos recibirán su recompensa y los malvados recibirán lo que les corresponde por sus actos. ©Musarito semanal by Elias E. Askenazi
“Piadoso y compasivo es El Eterno, lento para la ira e inmensamente bueno”.[9]
[1] Bereshit Rabá 19:13.
[2] Rambam, Abodá Zará 1,1,2.
[3] Hagadat Bereshit.
[4] Midrash Rabá, Bereshit 25:1.
[5] Ver Bereshit 3:18.
[6] Pirke DeRabí Eliezer; Abarbanel.
[7] Zohar.
[8] Midrash HaGadol, Bereshit 6:13.
[9] Tehilim 103:8.
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