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Perek 5, Mishná 5
Diez maravillas fueron realizadas para nuestros antepasados en el Templo: [1] ninguna mujer abortó a causa del olor de la carne sagrada [del sacrificio]; [2] la carne sagrada jamás se pudrió; [3] nunca se vio ninguna mosca en el matadero; [4] no se produjo ninguna emisión impura del Cohén Gadol [sumo sacerdote] en el Día de Yom Kipur; [5] las lluvias jamás apagaron el fuego de la pila de leña en el Altar; [6] el viento nunca desvió la columna de humo del fuego del Altar; [7] jamás se encontró defecto alguno en el sacrificio del Omer, ni en los dos panes, ni en los panes de la proposición; [8] el pueblo estaba apretado al permanecer de pie, sin embargo, al prosternarse tenía suficiente espacio; [9] jamás ninguna serpiente o escorpión hizo daño a nadie en Yerushalaim; [10] ningún hombre le dijo alguna vez a su compañero: “Me siento incómodo para pernoctar en Yerushalaim”.
El Todopoderoso manifestaba Su amor a aquellos que buscaban cumplir con Su Voluntad, haciendo a los ojos de todo público diez milagros cotidianos. Al ver estas y otras maravillas más, todos daban fe de que la Presencia Divina posaba en ese lugar sagrado, como está escrito: Y Me harán un Mikdash y posaré Mi Divinidad dentro de ustedes.[1]
1. Ninguna mujer abortó por el olor de la carne, cuando una mujer embarazada tiene un deseo de comer algo, está en gran peligro si se abstiene.[2] Y dado que está prohibido obtener beneficios de la carne sagrada, el Santo, Bendito Sea, protegió a las mujeres todos esos días, para que no sufrieran un aborto espontáneo debido a ese antojo.
2. La carne sagrada jamás se pudrió; Hay sacrificios cuyas ofrendas se comían durante el término de dos días y una noche, además algunas ofrendas o partes de ellas, debían ser quemadas en el Altar, no todos los sacrificios del día podían quemarse en la misma jornada, o aun durante la noche siguiente, por lo que se colocaban a un lado del Altar y esperaban su turno; el clima de Israel suele ser muy caluroso y aunque no disponían de elementos refrigerantes, la carne nunca se pudrió ni se agusanó.
3. Nunca se vio ninguna mosca en el lugar donde se sacrificaban los animales. Todos sabemos que en un lugar donde hay un poco de sangre, las moscas están presentes. A pesar de ser un lugar donde se faenaban tantos animales por día, además que el lugar estaba lleno de animales y de carne, aun así, nunca sucedió que la carne se pudriera y que las moscas se reunieran por ello.
4. El Cohen Gadol (Sumo Sacerdote) hacía sólo todo el trabajo de Yom Kipur. Sobre él pesaba la responsabilidad del perdón del Creador, tanto para él, para su tribu y para todo Israel. Sin embargo, si tenía una polución nocturna, quedaba invalidado para hacer el servicio, esto jamás sucedió.
5. El Altar era una plataforma cuadrada de 32 Amot de largo por 32 Amot de ancho, una superficie plana, donde estaba el fuego que ardía siempre. Arriba de ese fuego se tiraban los trozos de los Korbanot (sacrificios) y allí se consumían. Aunque lloviera con intensidad, jamás el agua de lluvia apagó el fuego que ardía sobre el altar.
6. Cuando se quemaban los Korbanot, salía un humo por la combustión de las carnes sobre el Altar. Ese humo, siempre subía en forma recta, y los vientos que pudieran soplar, no desviaban la columna de humo, (según el Rambam, nunca había viento en el momento en que se ofrecían los sacrificios).
7. El día dieciséis de Nisán, acercaban el sacrificio del Ómer, que consistía en Oblación de cebada, después de acercar la ofrenda, se podía consumir cosecha de granos nuevos. Los dos panes que se mencionan en la Mishná, eran los que se ofrendaban en la fiesta de Shabuot. El pan de la proposición (Lejem HaPanim) se horneaba la víspera de Shabat y permanecía en la mesa durante una semana, y al retirarlo para cambiarlo por uno nuevo, este salía tan caliente y fresco como si estuviera recién horneado.[3]
8. Cuando se reunían en las fiestas, o en el día de Yom Kipur, aunque el Templo debía haber estado abarrotado, y la gente estaba apretada una contra otra, cuando llegaba el momento de inclinarse para hacer su confesión, alrededor de cada uno de ellos había un espacio libre de 4 Amot, para que nadie escuchara las faltas de quien estaba cerca.
9. A pesar de estar ubicado en una zona de colinas y montes, y ser frecuentes en ellos víboras y escorpiones, jamás ninguno de estos reptiles dañó habitante alguno.
10. Nunca dijo alguien “me resulta estrecho pasar la noche en Yerushalaim”. Había una Mitzvá, que quien traía un Korbán debía pasar la noche allá. A pesar de que la ciudad era visitada por millones de personas al mismo tiempo, siempre hubo lugar para todos. Considerando las multitudes que peregrinaban en las tres fiestas, la ciudad de Yerushalaim estaba en verdad, muy atestada. No obstante, nadie expresaba esto verbalmente. Todos se sentían cómodos gracias al amor que cada uno tenía por Yerushalaim y el amor que regía allí entre los judíos. Cuando predominan la unidad y armonía, una gran familia puede acomodarse en un pequeño departamento, y cuando falta, cada uno se siente apretado e invadido en su intimidad.[4]
Dichosos aquellos ojos que vieron aquellos milagros que sucedían en forma constante. A nosotros nos queda anhelar que llegará el día que los volveremos a ver, y entonces, mostraremos nuestro agradecimiento por todo el bien que nos brinda el Señor, Lo alabaremos y cantaremos con regocijo y emoción al ver Su Divina Presencia posando de nuevo y para siempre sobre Su Morada Sagrada. ©Musarito semanal by Elias E. Askenazi
“Yo amo la morada de Tu santidad y el lugar donde está presente Tu gloria”.[5]
[1] Shemot 33:1.
[2] Mishná Yomá 5a.
[3] Jaguigá 26b.
[4] Jatam Sofer.
[5] Tehilim 26:8.
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