Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

Es tan grande e importante la Mitzvá de Tzedaká, que el instinto maligno redobla su lucha contra la persona y le endurece su corazón para que no cumpla debidamente con este precepto. Sobre esto dijeron nuestros sabios: La persona se reconoce de acuerdo con la forma en la que se comporta con su dinero.[1]

 

Existen diferentes niveles en el tema de la Tzedaká. Está escrito en el Péle Yoetz: Tu vida tiene preferencia con respecto a las necesidades de otros. Quiere decir, la persona debe trabajar en su juventud y ahorrar para mantenerse en la vejez. Debe destinar buena parte de sus recursos para hacer Mitzvot y formar así un patrimonio para su alma en el Mundo Venidero, sin embargo, esto no lo exime de su obligación de ayudar a los demás. Los pobres de su casa, (familiares necesitados), tienen precedencia, empero, no se puede exentar de dar una moneda cada día antes del rezo para cumplir con el versículo: Yo con justicia contemplaré Tú rostro.[2] Los pobres de tu ciudad también tendrán preferencia,[3] los exegetas sostienen que se refiere a los pobres de Éretz Israel, pues son en realidad los pobres de nuestra ciudad,[4] la ciudad de nuestra fortaleza.

 

Son  muchos los beneficios de aquel que invierte su dinero en apoyar a los estudiosos de la Torá, el que hace esto, está cumpliendo varias Mitzvot al mismo tiempo: Tzedaká, apoya al estudioso de la Torá, honra a la Torá y a los que la estudian, es equivalente a acercar los Bikurim (las primicias).[5] La bendición de Zebulún precedió a la de su hermano Issajar, el primero mantenía económicamente al segundo, quien se dedicaba a estudiar Torá. Es un árbol de vida [la Torá] para quienes la sujetan y los que la apoyan son bienaventurados.[6] Nunca nadie empobreció por dar Tzedaká, tampoco ningún mal ni daño son acarreados por la Tzedaká, como está escrito: El producto de la Tzedaká será la paz.[7]

 

 

El diecisieteavo portón: la generosidad..

Shá'ar Hanedibut, continuación…

 

 

Quien se desentiende de la caridad es considerado como un idólatra.[8] Quien aparta su vista de la Tzedaká se le denomina perverso: cuídate, no sea que tu corazón albergue pensamientos perversos y digas: se acerca el año sabático y tu ojo sea malo con tu hermano menesteroso y no le des.[9] Se le denomina cruel, porque está escrito: La compasión de los malvados es crueldad.[10] Y pone en duda su pertenencia a la estirpe de Abraham, Yitzjak y Yaacob quienes fueron compasivos. Quien se aparta de la Tzedaká también se considera cruel, porque está escrito: Crueles son ellos y no se apiadan.[11] Y toda persona que manifiesta misericordia, en el Cielo se apiadan de él: Y te concederá -el Señor- la piedad y se apiadará de ti y te multiplicará.[12]

 

Quien practica la caridad de mala gana o con mal semblante, pierde su mérito aún si da una gran suma al necesitado, pues es preferible dar una sola moneda pero con una sonrisa y no una gran suma con desprecio. Y lo ideal es darlo de manera anónima y antes de que se lo pidan, como está escrito: Lo que se da en secreto calma la ira.[13] Hubo quienes solían atar en un pedazo de tela las monedas y las arrojaban hacia atrás, para que las tomaran los menesterosos, ellos las tomaban sin saber de quién provenían y sin que el daba supiese a quien se lo había dado,[14] por lo que el pobre no sufría ninguna degradación. En general, cuanto más pueda ocultar su identidad, para que el pobre no sepa de quien recibe y el dador no sepa a quien le dio. Y si le es posible acompañar la caridad con benevolencia, por ejemplo: que con las monedas adquiera algo que el menesteroso necesita, para ahorrarle molestias, o si halla aquello que el pobre requiere a un precio accesible y éste no puede comprarlo, tratará de ayudarlo en ese momento pues estaría haciendo con él un favor, al respecto dice el profeta: Siembren para ustedes con caridad, cosechen con benevolencia.[15] Quiere decir, la retribución es proporcional al favor que realizas.[16]

 

Asimismo, debe ser generoso con su dinero y adquirir y embellecer las Mitzvot, y para cumplir con mayor esplendor un precepto está obligado a desembolsar hasta un tercio adicional al precio original.[17] También su generosidad debe utilizarla para escribir y adquirir libros, y para prestarlos a quien no los tiene: Bienes y riqueza hay en su casa, y su caridad dura para siempre.[18] Y debes ser generoso con los objetos de tu casa y prestarlos a los vecinos y amigos que los necesiten. También debes ser generoso con tu cuerpo, debes soportar el yugo y la carga de los demás, lamentarse con sus penas, rezar por ellos, alegrarse con sus alegrías, visitar al enfermo y practicar la benevolencia con los muertos. Y más aún, debes ser generoso con tus conocimientos de Torá y enseñar a las personas tratando de acercarlas al servicio Divino; ésta es la Tzedaká más grande que hay; ser generoso para conducir al hombre hacia la vida del Mundo Venidero.

 

Aunque la generosidad es un rasgo muy positivo, debes cuidar de no despilfarrar para conseguir satisfacer tus deseos materiales del corazón con todo tipo de comida y bebida, en adquirir ropa costosa; o en derrochar el dinero en todo tipo de asuntos que no conducen a la persona al temor del Eterno.

 

Haciendo una introspección

 

Un filósofo preguntó a Rabán Gamliel: “Tengo entendido que tu Torá te ordena dar caridad una y otra vez. ¿Cómo puedes disponer del dinero sin preocuparte de tu futuro? ¿Acaso no es razonable ahorrar para los tiempos de necesidad?”. El sabio le preguntó: “Si te piden un préstamo en este momento, ¿estarías dispuesto a prestar una gran cantidad de dinero?”. El filósofo respondió: “¡Bueno, depende de quién lo pida! Si quien lo solicita es un extraño, tendría miedo de perder mi dinero”. Entonces preguntó el Rab: “¿Qué pasa si el solicitante ofrece garantes?”. Contestó el filósofo: “Bueno, si supiera que son confiables, aceptaría”. Siguió Rabán Gamliel: “Si quien te solicita el préstamo ofrece como garante al jefe del gobierno, ¿le prestarías?”. El filósofo afirmó: “seguramente le prestaría el dinero en estas circunstancias, porque estaría totalmente seguro de que mi préstamo queda garantizado.” Entonces el sabio le explicó: “Cuando alguien da caridad, en realidad extiende un préstamo garantizado por el Creador del Universo. El que es benevolente para con los pobres presta al Eterno, y su buena acción será recompensada. El Todopoderoso compensará al benefactor en este mundo restituyéndole el ‘préstamo’, y reservará la compensación total para el mundo futuro. Nadie es más confiable que el Creador; si Él garantiza devolver el dinero de un donante, ¿por qué alguien dudaría de dar caridad?”.[19]©Musarito semanal

 

 

“Lo único que realmente tienes es lo que das”.[20]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Erubín 65b.

 

[2] Tehilim 17:15.

 

[3] Babá Metziá 62a, 71a.

 

[4] Shulján Aruj, Yoré Deá 253:3.

 

[5] Ketubot 105b.

 

[6] Mishlé 3:18.

 

[7] Yeshaayá 32:17.

 

[8] Ketubot 68a.

 

[9] Debarim 15:9.

 

[10] Mishlé 12:10.

 

[11] Yirmiyá 50:42.

 

[12] Debarim 13:18; ver Shabbat 151b.

 

[13] Mishlé 21:14.

 

[14] Ketubot 67b.

 

[15] Hoshea 10:12.

 

[16] Sucá 49b.

 

[17] Babá Kamá 9b.

 

[18] Tehilim 112:3.

 

[19] Midrash HaGadol 16:10.

 

[20] Rabí Shemuel HaMaguid.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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