Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)
La obligación de repasar constantemente la Torá que estudiamos no es solamente en forma individual, sino también debe hacerse en forma comunitaria. Cada año, desde el tiempo de Moshé, concluimos la lectura de la Torá e inmediatamente comenzamos un nuevo ciclo, la finalidad de esto es para demostrarnos que en el estudio de la Torá no existe un final, sino que siempre es necesario estudiarla una y otra vez para memorizarla y encontrar en ella la dulzura que se encuentra dentro de ella. La Torá fue comparada al agua, como dice el Profeta Todo sediento, que vaya y beba,[1] así como el agua nunca se termina, sino que se recicla, así también, la Torá es infinita. No existe el profundizarla y no aprender algo nuevo de ella.[2]
Cuando un ingeniero se da cuenta de que existe alguna diferencia en sus cuentas, revisa sus tablas logarítmicas. Un abogado busca la forma de sacar avante el juicio que tiene en sus manos, indagando en los libros de leyes. El doctor invierte gran parte de su carrera en jornadas médicas. El judío encuentra todas las respuestas a sus preguntas en la Mishná. La palabra “Mishná” proviene del verbo Leshanén, que significa repasar. Dijeron los sabios: Estúdiala una y otra vez, ya que todo está en ella.[3] Ella es superior a todas las demás ciencias: en ellas, cuanto más se estudia, más se comprende. Pero en la Torá cuanto más se profundiza y estudia, uno encuentra que es más y más extensa, y se da cuenta que siempre le queda aún más por comprender. Estudiarla una y otra vez es la manera de vivir de un judío. Es la manera en la que hace crecer su espíritu. Es la manera que él se hace grande. Los pilotos de aviones revisan minuciosamente sus listas y mapas de vuelo antes de despegar. De la misma forma, un judío requiere de un plan de vida y éste se encuentra dentro de la Torá. Por esto, cada uno y uno debe memorizarla y llevarla en su mente en todo momento. Primero, para no olvidarla y segundo porque el Creador así lo ordenó. ¡Esta es la correcta definición de Mishná
El vigésimo portón:
el olvido.
Shá'ar HaShijá
El olvido es un rasgo muy perjudicial para el hombre, tanto en las cuestiones mundanas como en las espirituales. El olvidadizo debe registrar todas las operaciones que realice con otras personas a fin de recordarlas, por ejemplo, si presta o toma prestado, aunque la cantidad sea mínima, igual deberá registrarlo todo, poniendo atención de no olvidar nada. Es propio de una persona honorable con mala memoria, no pedir nada prestado a los demás, pues quien llegue a prestarle algo sentirá pena de pedírselo, mientras que a ella se le olvida regresarla, con lo que estará incurriendo en una transgresión.
Quien se reconozca a sí mismo como una persona olvidadiza, deberá poner especial atención en reiterar lo que haya realizado. Sirva como ejemplo aquel rey que entregó a uno de sus servidores un escrito, indicándole que cada vez que lo viese irritarse se lo entregase. En aquella nota se hallaba escrito el siguiente mensaje: “¡Tranquilízate! Recuerda que tú no eres una divinidad, sino que eres una criatura mortal, que una parte de tu mismo organismo consumirá al resto, (se refiere a los gusanos que salen de la misma carne y finalmente quedará reducido en polvo). Este rey tenía otro sirviente al que encomendó estar a su lado cuando se ejecutara una sentencia de flagelación, se parase ante él con antorchas de fuego y le dijera: “Señor mío, recuerde el Día del Juicio, así le darán azotes con látigos de fuego”. Él ordenó esto para doblegar su corazón. De este relato se pueden obtener muchas enseñanzas. El olvidadizo debe hacerse señales para recordar las cosas, especialmente se requieren de grandes barreras para que el olvido no afecte a la Torá adquirida, como está escrito: Sólo cuídate y cuida mucho tu alma para no olvidar aquellas cosas que vieron tus ojos.[4] Asimismo, debe poner cuidado en no olvidar las virtudes que posee.
Haciendo una introspección
La persona que estudia Torá y no la repasa, se compara a un cazador, que se esfuerza muchísimo para atrapar aves. Tiende con cuidado sus trampas, y cuando un pájaro cae en una de ellas, lo agarra y lo coloca en una bolsa de red, pero no la cierra… Enseguida atrapa a otro pájaro, y cuando vuelve a donde había dejado el anterior, se encuentra con que ha desaparecido…, sencillamente, abrió sus alas y se escapó volando…
Escucha ruido cerca y se da cuenta que otra ave cae en la trampa, otra más… El cazador comenzó a preocuparse, toda ave que cazaba desaparecía en cuanto se retiraba para ir a traer a la siguiente. Cada vez que volvía con un nuevo ejemplar, encontraba la red vacía, cuando de acuerdo con sus cálculos, ya debería estar llena…[5]
Todo hombre que estudia Torá y no la repasa, se compara con el que siembra y no cosecha. Y sobre este hombre dijeron nuestros sabios, de bendita memoria: “porque desprecia la Palabra del Eterno”. Explica el Maaral Miprag: no existe algo tan despreciable, como el hombre que siembra, y deja la cosecha en “boca” de las aves para que se la coman. De la misma forma, el hombre que estudia y no repasa lo aprendido, está despreciando la Tora... [6] Cuando los Jajamim de antaño olvidaban algo, se sentían aterrorizados, y volvían a estudiar lo olvidado, veinticuatro veces, y en algunos casos cien veces,[7] y hay otra opinión: ciento un veces…[8] ¡Cuánta obligación tenemos nosotros, de repasar y repasar, para recordar![9]
Un hombre adinerado se acercó a un Rosh Yeshivá para entregarle una suma muy importante de dinero. Antes de entregarle el cheque le preguntó: Dígame por favor, ¿cómo es el día de un estudiante de la Yeshivá? El Rab respondió: “Pues a las diez desayunan, a las siete cenan y a las doce se van a dormir”. El hombre no salía de su asombro: “discúlpeme, le pregunté qué hacen los muchachos durante el día, no a qué hora comen..., y ¿cuándo estudian? El Rab le respondió: Usted quiso saber cuándo estudian, ¡lo hacen a toda hora! por eso le tengo que explicar a usted qué es lo que hacen cuando no estudian, porque toda persona necesita también comer y dormir, lo demás no necesita explicación...[10] ©Musarito semanal
“Quien no sigue aprendiendo, olvida lo que estudió”.[11]
[1] Yesha'ayá 55:1.
[2] Jaguigá 3a.
[3] Pirké Abot 5:22.
[4] Debarim 4:9.
[5] Erubin 54b.
[6] Derej HaJaim 6,7.
[7] Taanit 7a.
[8] Jaguiga 9b.
[9] Maayán Hashavua.
[10] Rab Shlomo Levinstein.
[11] Pirké Abot 1:13.
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