Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

A pesar de que la Torá es un elixir de vida,[1] a veces tendemos a perder de vista su importancia y olvidarla. La persona tiene absolutamente prohibido olvidarse de la Torá, y quien la olvida se pone a sí mismo en peligro.[2] Todos estamos obligados a esforzarnos en el estudio de la Torá y repasar lo que estudiamos, para que esas palabras queden grabadas en nuestro corazón y no las olvidemos.[3] Tratemos de imaginar a un hombre que olvida por doquier la llave de su caja de seguridad, su chequera o su tarjeta de crédito y sin preocuparse que alguien se la vaya a llevar... Obviamente que la persona cuida las cosas valiosas y revisa una y otra vez que se encuentren a resguardo en un lugar adecuado. Así como esto nos resulta tan obvio en lo relativo a cosas materiales, así también se deben considerar las palabras de la Torá, porque está prohibido descuidar lo aprendido, y es necesario preocuparse por cuidar y renovar lo adquirido. Como dijeron los Sabios: el que estudia y no repasa lo estudiado, es como si sembrara y no cosechara.[4]

 

 

El vigésimo portón:

el olvido.

Shá'ar HaShijjá, continuación…

 

Es preciso utilizar el olvido para preterir las buenas acciones realizadas, pues si se empeña en recordarlas y olvida las transgresiones cometidas, los errores y artimañas, se considerará a sí mismo, un hombre justo y hará de lado la rectificación de su proceder incorrecto. Por esto mismo, debe anotar sus faltas para poder leerlas permanentemente y no olvidarlas, y así poder arrepentirse por cada una de ellas. Sin embargo, no debe ocuparse en recordar los preceptos que haya hecho; pues debe considerarse vacío de obras buenas y colmado de faltas.[5]

 

Asimismo, debe olvidar las ofensas que haya recibido de su prójimo y disculparlo, eliminando de su corazón todo rastro de odio, envidia o rencor. En momentos de oración debe erradicar de su corazón cualquier pensamiento del mundo material, recordando sólo los favores que el Eterno haya realizado con él. Y se unirá íntimamente al Todopoderoso con todo fervor. Ahora, al hacer sus necesidades, debe apartar de su mente todo pensamiento de Torá o santidad,[6] y pensar, por ejemplo, en los menesteres hogareños. En resumen, hará lo posible por no olvidar ningún precepto, como está dicho: Pues la vela es el precepto y la Torá es luz.[7]

 

 

 

Haciendo una introspección

 

 

A pesar de que la Torá es un elixir de vida,[8] a veces tendemos a perder de vista su importancia y olvidarla. Esto se debe a la Inclinación al Mal que intenta alejarnos del camino recto. Si entendemos cuál es el verdadero valor de la Torá, que es más valiosa que cualquier otra mercadería, en consecuencia, seremos sumamente cuidadosos de cuidarla y cumplirla. Si la persona cuida con tanto ahínco la llave de la caja de seguridad y la lleva con ella donde quiera que vaya, cuánto más debemos hacerlo con las palabras de la sagrada Torá, porque en el futuro sólo la Torá nos acompañará en nuestro último viaje y dará testimonio a nuestro favor.

 

Es conocido que cuando el feto se encuentra en el vientre de su madre, hay un ángel con una vela encendida sobre su cabeza que le enseña toda la Torá. Antes de que el bebé nazca a este mundo, el ángel le da un golpecito sobre la boca y el bebé se olvida toda la Torá que había estudiado.[9] ¿Qué sentido tiene estudiarla si finalmente va a olvidar todo? Podemos responder diciendo que si el ángel no nos hubiera enseñado toda la Torá mientras estábamos en el vientre de nuestra madre, no seríamos capaces de entender las palabras de la Torá ni renovar nada debido a su enorme grandeza. Sólo por el hecho de que ya la hemos estudiado con el ángel tenemos la posibilidad de entender la Torá cuando estamos en este mundo. Por lo tanto, el Creador, con Su infinita misericordia, quiso mostrarnos que éste es un mundo de esfuerzo y trabajo y no podemos adquirir un bien espiritual con facilidad. Si el hombre desea elevarse en niveles de Torá y temor al Cielo, debe esforzarse y trabajar para lograrlo. Si en su llegada al mundo supiera toda la Torá al nacer, ¿Cuál sería entonces la razón de su existencia?[10]-[11]

 

El Rab Zijreman contó que cuando él era un niño estudiaba al lado de la Yeshibá de Ponevitz y muchas veces venía a decirles un Dibré Torá el Rab Yosef Shelomó Kanheman. Antes de dormir, el Rosh Yeshivá se acercaba a cada uno, le hablaba con mucho cariño y lo abrazaba. Cierto día, el Rab reunió a los niños y preguntó: “¿Ustedes conocen el versículo que cada uno debe decir al final de la Amidá que empieza y termina con las letras del nombre de cada uno?”. Todos los niños respondieron positivamente. El Rab los felicitó y les preguntó si sabían el motivo por el que se recitaba. Uno de los niños contestó: “El Shlá Hakadosh escribió que es para no olvidar el nombre de cada persona en el momento que se presente en el Bet Din del cielo luego de 120 años”.  El Rab se acercó a ese niño, lo felicitó por la respuesta y volvió a preguntarle: “Dime, querido Moishele, ¿cuántas veces por día escuchas que te llaman por tu nombre tus padres, maestros y amigos?”.  “¡Muchas veces!”, respondió el alumno. “¿Cómo es posible entonces que uno olvide incluso su propio nombre, y el versículo que solo dice tres veces por día no?”. Esta pregunta ya no la supieron responder los alumnos, y entonces el Rab les dijo: “escuchen con atención, el Juicio Celestial es tan severo que provoca que la persona olvide hasta su propio nombre. Lo único que la persona no olvida es la Torá o el fragmento de esta que dijo en vida, ya que la Torá es eterna y perdura por siempre. Es por eso que, el versículo que dicen al final de la Amidá con sus nombres es como la propia Torá y aunque lo olviden, lo podrán recordar en el momento indicado. Sepan, queridos niños, todas las cosas de este mundo son vanas y pasajeras, lo único que perdura es la Torá que ustedes estudien, ella los cuidará por siempre en este mundo y en el Venidero. Estudien con entusiasmo y alegría, repasen todo lo aprendido y ella los protegerá y vivirán eternamente…”.[12]©Musarito semanal

 

 

 

“Dichosos son los de camino íntegro, que caminan con la Torá del Eterno”.[13]

 

 

 

 

 

 

[1] Kidushín 30b.

 

[2] Pirké Abot 3:8.

 

[3] Rabí Meir Baal HaNés.

 

[4] Tosefta Ohalot 16:4.

 

[5] Nidá 30b.

 

[6] Berajot 24b.

 

[7] Mishlé 6:23.

 

[8] Kidushín 30b.

 

[9] Nidá 30b.

 

[10] Kohelet Rabá 1:32.

 

[11] Extraído de Torat David; tomo III; página 594.

 

[12] Extraído del libro Tubja Yabiu.

 

[13] Tehilim 119:1.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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