Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)
Se cuenta sobre Rabán Gamliel que en cierta ocasión ofreció un banquete y le encomendó a su sirviente cocinar lenguas. Este, sirvió dos tipos de lenguas, unas le quedaron suaves, pero otras las dejó endurecer. Primero sirvió las suaves y luego las duras. Le preguntó al sirviente: "¿Qué te impulsó a servirlas así?". A lo que respondió: "Para hacerles saber que todo se origina en la lengua. Si el hombre desea, puede convertirla en algo suave o por el contrario en algo áspero…".[1]
El vigésimo primer portón: el silencio.
Shá'ar HaShetiká
Dijó Rabán Shim'on ben Gamliel: Toda mi vida me crie entre sabios y no hallé para el cuerpo nada mejor que el silencio.[2] Y así dijo el rey Shelomó: Aún el tonto que permanece en silencio será considerado sabio.[3] Y dijo el sabio: Cuando hablo, las palabras me gobiernan. Pues si hablo con alguien en forma incorrecta, esas expresiones me controlan y me exigen someterme ante él y disculparme. Empero, si permanezco callado, yo controlo la posibilidad de no decirlo o de ocultarlo.
El rey convocó a su séquito de consejeros, estaban intercambiando opiniones, el monarca cuestionó al más sabio de ellos: “¿Por qué últimamente te veo sentado y en silencio?”. Le respondió: “Su majestad, he descubierto que el habla se divide en cuatro clases; la primera solo perjudica; es la que practican los hombres que están acostumbrados a insultar a los demás y a expresarse con bajeza. La segunda, es el habla que perjudica a unos, pero beneficia a otros, por ejemplo, un elogio que irrita a un enemigo, pero pondera a un aliado. La tercera, son palabras que no poseen perjuicio ni beneficio, como las conversaciones vanas, por ejemplo: cómo fue construida esta pared, cuánto se invirtió en ella, comentarios sobre política, etc. La cuarta es toda beneficiosa, o sea el estudio de la Torá y todo lo referente a ella.
Es meritorio hablar palabras de Torá y temor al Eterno. Por otro lado, se debe abstener de falsos testimonios, insultos, chismes, etc. Son detestables las pláticas que no se consideran transgresiones pero tampoco traen ningún beneficio, como la mayor parte de las conversaciones mundanas, la política, hechos pasados, etc. El habla apropiada es la que ensalza a las buenas acciones y reprueba las malas; elogia la conducta de los hombres justos a fin de que los demás aprendan y emulen sus costumbres. Reprocha a los malvados e impide que las personas adopten sus actitudes. Es permitida el habla que es necesaria para la subsistencia: todo lo relacionado con la vestimenta, la comida y bebida y en general para cubrir los menesteres del hombre. Sin embargo, será digno de alabanza aquel que reduzca su conversación incluso en estos temas. Según la consideración de Nuestros Sabios, la mayor parte de las pláticas mundanas son innecesarias, ni hablar de aquellas cosas que están totalmente prohibidas, como por ejemplo la burla, la adulación, la mentira y la maledicencia.
En la mayoría de los casos lo mejor es guardar silencio, incluso en los momentos difíciles, como ocurrió con Aharón, sobre quien está escrito: Y calló Aharón.[4] O cuando lo insultan, el hecho de permanecer en silencio ante un desprecio representa una cualidad muy elevada. También en lugares que no son limpios debe acostumbrarse a callar.[5] Es de suma importancia acostumbrarse a guardar silencio en la sinagoga, pues ello demuestra una conducta recatada, y además porque se requiere de diligencia para concentrarse en el momento de las plegarias.
Si se halla entre hombres sabios, deberá callar para aprender de ellos las cosas que desconoce. Y si habla, no estará incrementando su conocimiento. No obstante, si posee dudas sobre algo que los sabios hayan comentado, debe preguntarles, pues en este caso, permanecer en silencio es sumamente negativo. El rey Shelomó dijo: Hay un tiempo para callar y hay tiempo para hablar.[6] En ocasiones hablar es positivo y en otras lo es el guardar silencio. Y dijo el hombre sabio: “Si no hallas una persona que te enseñe ética y moral, es mejor permanecer en silencio, no sea que digas disparates”. Si dialoga con alguien, deberá guardar silencio hasta que el otro termine de hablar: quien responde antes de oír, comete una necedad que resultará en bochorno.[7]
Quien se habitúa a permanecer en silencio se salva de numerosas transgresiones, tales como la adulación, la burla, la maledicencia, la mentira, la indecencia, pues cuando alguien lo insulta y le dice groserías, si le contesta, sólo consigue que el otro aumente la agresión. Por eso afirma el sabio: “Cuando escucho algo negativo, permanezco en silencio". Y le preguntaron: "¿Por qué lo haces?" A lo que contestó: "Porque si respondo a quienes me insultaron, temo oír peores agravios". Y así dijo: "Cuando un tonto discute con un hombre sabio y éste permanece en silencio, el tonto está recibiendo una respuesta contundente, pues el insensato sufre con el silencio del sabio más que con sus respuestas". Sobre esto está dicho: No respondas al necio según su necedad.[8] Más aún, a la persona habituada a permanecer en silencio es posible confiarle un secreto, pues al estar acostumbrado a callar no lo divulgará. Y una persona así, no va hablar chismes: La muerte y la vida se hallan en manos de la lengua.[9] Pues el hombre puede hacer más daño con su lengua, más de lo que otros hacen con su espada, ya que una persona aquí puede delatar a otro que se halla muy distante, en tanto que la espada hiere sólo a quien se halla cerca.[10] Por ello, el hombre fue creado con dos ojos, dos oídos, dos fosas nasales y una sola boca, para indicar que disminuya su habla. El silencio es apropiado para los sabios y ¡cuánto más para los necios![11] El silencio es un vallado para la sabiduría.[12]
Sin embargo, en ocasiones el silencio es perjudicial, como está escrito: Respóndele al necio según su necedad, para que no se considere a sí mismo sabio,[13] esto se refiere a todo lo relacionado con la Torá, por ejemplo, si ve que los necios se mofan de las palabras rabínicas, debe responder para así corregirles su error y evitar que se crean que son sabios. Si ve a alguien cometer una transgresión, debe frenarlo y reprenderlo. Pero hay que recordar lo que dijo Shelomó: La respuesta apacible calma la ira,[14] ... y la lengua suave rompe el hueso.[15] Por ello, se debe habituar el hombre a expresarse en forma suave y no dura.©Musarito semanal
“Cuatro virtudes básicas en el carácter son esenciales de adquirir: sentirse feliz con lo que se tiene, humildad, silencio adecuado y control de los deseos”.[16]
[1] Ver Vaikra Raba 33, 1.
[2] Pirké Abot 1:17.
[3] Mishlé 17:28.
[4] Vayikrá 10:3, tras la muerte de sus hijos.
[5] Berajot 62b.
[6] Kohelet 3:7.
[7] Mishlé 18:13.
[8] Ibid. 26:4.
[9] Ibid. 18:21.
[10] Arajín 15b.
[11] Pesajim 99b.
[12] Pirké Abot 3,13.
[13] Mishlé 26:5.
[14] Ibid. 15:1.
[15] Ibid. 25:15.
[16] Rab Jaim Vital; Shaaré Kedushá 1:2.
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