Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)
Dijo Rabbí Shim'ón Ben Gamliel: Toda mi vida crecí entre los sabios, y no encontré nada mejor en ellos que el silencio. Podemos ver en nuestra sagrada Torá un ejemplo del valor del silencio: Nuestra matriarca Rajel, entregó las contraseñas a su hermana Lea aun corriendo el riesgo de perder a Yaacob, con tal de no avergonzarla y se quedó callada… Tiempo después, a Biniamín, hijo de Rajel, le correspondió un lugar preponderante en el pectoral del Cohén Gadol, él sabía de la venta de su hermano Yosef, y no dijo nada.[1] Años después el rey Shaúl, descendiente de Biniamín, supo guardar en silencio la noticia que él había sido ungido como rey.[2] Generaciones después, Ester (también descendiente de Rajel), en un momento crítico en la historia de Israel, Mordejai le ordena no hablar sobre su origen,[3] aquel silencio que pasó de una generación a la otra, terminó provocando la salvación de toda la nación judía.[4] ¡Cuánto alcance tiene el saber callar…!
El vigésimo primer portón: el silencio.
Shá'ar HaShetiká (continuación…)
Se debe cuidar la lengua como la niña de sus ojos, pues la boca del insensato es su ruina y sus labios son la trampa de su alma.[5] Está escrito: Quien cuida su boca y su lengua, cuida su alma de angustias y aflicciones.[6] También está escrito: ¡Ojalá permanecieras en silencio, porque te sería de sabiduría![7] Si te encuentras con otras personas y guardas silencio, adoptas una conducta sabia, pues es preferible que te calles a que hables y tu conversación les resulte fastidiosa y te digan: "¡Calla!".
Se debe ser cuidadoso de no avergonzar ni lastimar a ninguna persona con lo que uno dice. Si se halla acompañado de alguna persona que posee un defecto físico del cual se avergüenza, o tiene una deshonra familiar, debe ser muy cuidadoso de no tocar ese tema, y aunque hable en tercera persona, debe evitarlo, pues ellos pensarán que se refiere a alguno de ellos y se avergonzarán. Igual si alguna persona cometió un acto reprobable y no lo ha cometido otra vez, debe evitar hablar de dicha actitud ante él, ni siquiera citarlo en forma de broma. O si alguien le comenta algo que ya sabe, es conveniente permanecer callado hasta que termine de hablar, pues además de darle satisfacción, quizás pueda encontrar en sus palabras algo que desconocía.
Dos personas que se hallaban distanciadas y posteriormente se reconciliaron, los dos deben evitar comentar o decir: "Como tú actuaste de esta manera, yo actué así", aunque la intención no sea reanudar la discordia, al decirle: "Tú me hiciste tal cosa", hará que el otro le responda: "¡No! el error fue tuyo que me hiciste tal otra", y así se reavivará la discusión. Y aún si no se reaviva la disputa, estará avergonzando al otro diciéndole que cometió un error.
En ciertos casos, aquel que se halla al lado de un sabio y calla, es recompensado. Por otro lado, algunos callan, empero cometen una transgresión, por ejemplo: si piensan: "¿Para qué voy a hablar con él si no me sabrá responder correctamente? Ante mí es un ignorante…".
Existen siete características que identifican al ignorante, y las siete opuestas distinguen al sabio. El sabio no habla ante quien lo supera en sabiduría o en número. No interrumpe la alocución de su compañero. No se apresura en responder. Cuando pregunta lo hace sobre el tema tratado, responde debidamente, comienza por el principio y acaba por el final. Reconoce cuando desconoce sobre el tema en cuestión, con el ignorante ocurre lo contrario.[8]
Dijo el sabio: “Aquel que habla con sabiduría y conocimiento, sus palabras son como la sal para la comida. La gracia distingue las palabras del entendido al igual que una piedra valiosa en un engaste de oro”. La sabiduría del pobre es despreciada y sus palabras no son escuchadas",[9] Así que, si nota que sus palabras no son oídas, que las ponga en la boca del hombre rico o el sabio para que sean atendidas, pero que él permanezca en silencio.
En resumen, así como el hombre instala una puerta en la entrada, y en ciertas ocasiones la abre y en otras la deja cerrada, así también debe cerrar las puertas de su boca: sus labios y sus dientes. Y tendrá mucho cuidado en no abrir su boca y cuidará su lengua como cuida el oro, la plata y las piedras preciosas; en sus aposentos y dentro de cofres cerrados con varias cerraduras, de la misma manera cuidará su habla. Así era la actitud de los Sabios de antaño, se cuidaban toda su vida de conversaciones ociosas.[10] Además, esto constituye una excelente ayuda para rezar con concentración, ya que la mayor parte de los pensamientos perturbadores se originan en las conversaciones vanas, mismas que se fijan en su mente. También, constituye el silencio un gran vallado para adquirir temor al Creador, pues no se puede encontrar temor al Cielo en aquellos que hablan en exceso cosas vanas.
Haciendo una introspección
Relató Rab Yaacob Galinsky, Z”L que cuando era un estudiante de Yeshivá, los rusos lo habían enviado a Siberia para cumplir una condena de trabajos forzados. En el tren, estaba sentado a su lado un hombre de ochenta años. Le relató que hasta su deportación había sido el director en el ministerio de educación del gobierno Lituano. El líder comunista, alardeaba de ser muy instruido, hablaba fluidamente quince idiomas: litaí, ruso, polaco, francés, inglés, español, portugués, etcétera…
La primera faena que les encomendaron a ambos consistió en que, hundidos en la nieve, tenían que desenterrar un árbol gigante, para llevarlo a que lo corten y lo conviertan en leña para proporcionar calor a sus captores. En uno de los descansos el lituano le preguntó al joven: “¿Cómo pueden ustedes permanecer en silencio? Soy testigo que nosotros los molestamos, los perseguimos, los torturamos, no hay cosa mala que no hagamos y ustedes soportan todo, y en silencio… ¿Cómo lo hacen?
Rab Galinsky le respondió: tú aprendiste a hablar en quince idiomas y nosotros estudiamos cómo callarnos en setenta lenguajes… Escuchó mi respuesta, y guardó silencio… por primera vez en su vida…
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“Las personas exitosas tienen dos cosas en sus labios:
sonrisa y silencio”.
[1] La piedra se denominó “Yoshfe”, Iesh Lo Pe (tiene boca), tiene boca para hablar, y no habló.
[2] Shmuel I 10:16.
[3] Ester 2:20.
[4] Midrash Tanjuma, Vaietze 6.
[5] Mishlé 18:7.
[6] Ibid 21:23.
[7] Iyob 13:5.
[8] Pirké Abot 5:7.
[9] Kohélet 9:16.
[10] Sucá 28a.
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