Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

Una persona que muestra un aprecio extra al semejante, pero la boca y el corazón no concuerdan entre sí, o cuando alaba a los malvados, será juzgado por el grave pecado de adular. Está escrito en el Talmud: Todo el que adula a un malvado, al final caerá en sus manos. El Orjot Tzadikim subdivide a la adulación en nueve partes diferentes, a saber.

 

 

El vigésimo cuarto portón: la adulación.

Shá'ar Hajanifut

 

La primera adulación prohibida es la de un hombre que reconoce la maldad en otra persona, y en lugar de reprenderlo lo adula; y no sólo esto, sino incluso justifica su accionar; al adulador se le considerará como un socio en las fechorías del malvado.[1] Además, quien actúa así comete numerosas faltas. Primero, es castigado por no defender la verdad. Segundo, al justificar su proceder, le estará poniendo un tropiezo al transgresor, ya que no se retractará ni resarcirá el perjuicio cometido a los demás. Y si la falta de éste se hace pública y lo adula frente a otros, estará profanando el Nombre Sagrado y deshonrando la Ley verdadera y la religión.

 

Segunda: Es la de aquellos que adulan a los malvados en público, ya sea en presencia o en ausencia del transgresor, y aunque no justifiquen sus malas acciones, sino simplemente comenten a los demás que es una buena persona,[2] estarán haciendo algo sumamente negativo, pues quienes los oigan pensarán que el otro es un hombre justo y lo honrarán, lo cual supone un gran tropiezo. Cuando se honra a los justos y sabios se incrementa el saber y los actos meritorios, ya que incentiva a los demás a imitar su proceder. De esa forma, se está honrando al Eterno y se demuestra que Servirlo es lo principal. Sin embargo, al honrar a los malvados se está profanando la Torá y el servicio al Eterno, lo cual es un pecado que consume totalmente al hombre. Más aún, si los demás imitan esta actitud y emulan a los malvados recibirá castigo por las transgresiones que cometan los demás. Sobre esto está dicho: Pobre del malvado y pobre de su vecino.[3]

 

La tercera: Es aquel que elogia al malvado en su presencia, empero evita elogiarlo en público con la finalidad de no provocar un tropiezo a los demás, esto también está prohibido, pues al ensalzar al malvado, creerá que actúa positivamente, lo cual lo llevará a la soberbia y no corregirá su accionar. Algunos aduladores elogian a los hombres poderosos para granjearse su simpatía y conseguir su favor, sobre esto dijeron Nuestros Sabios: Quien adula al otro para conseguir la honra, finalmente morirá con deshonor.[4]

 

Cuarta: Es quien se asocia con el malvado, aunque ni lo adule ni lo elogie, solamente por relacionarse con él recibirá castigo, pues así dijeron nuestros Sabios: No en vano se une el zarzir con el cuervo, pues muestra que es de su misma especie.[5] Unirse con los malvados se considera un gran tropiezo: un siervo fiel nunca se asocia con los enemigos de su Amo…. Además, otros aprenderán de su proceder y dejarán de realizar buenas acciones, y por ende, él adulador cargará con la responsabilidad.

 

Quinta: Es el hombre honorable al que todos oyen, y aprovechando su situación, designa un pariente como encargado o dirigente, declarando que es una persona preparada para el puesto cuando en realidad no lo es, el Todopoderoso exigirá las cuentas de quienes lo designaron.

 

Sexta, aquel que tiene la posibilidad de amonestar a otros y no lo hace, se compara a la adulación. El hombre fue encomendado de destruir la maldad de entre nosotros, pues la Torá establece: Y extirparán el mal de entre ustedes.[6] Y así dijeron Nuestros Sabios: Quien puede amonestar a los integrantes de su casa y no lo hace, es asimismo condenado por los pecados que ellos cometan. Si puede reprender a los habitantes de su ciudad y no lo hace, también compartirá sus pecados; si puede hacerlo con el mundo y no lo hace, será también responsable por los pecados de todo el mundo,[7] como lo establece la Torá: Y tropezará un hombre con su hermano.[8]

 

Séptima: Aquel que observa pecar a los habitantes de su ciudad y evita reprenderlos, pues piensa que si lo hace quizás no lo oirán, también cargará con su pecado, pues quizás si se hubiesen corregido. Solamente si está seguro de que el transgresor no aceptará la reprimenda, entonces aplicará lo que dijeron nuestros Sabios: Así como es un precepto decir aquello que será oído, es un precepto callar lo que no se oirá.[9]

 

Octava: Quien participa en una reunión de burlones y oye maledicencias o insultos, o escucha que desprecian la Torá y sus Preceptos, aún a sabiendas de que sabe que se trata de personas necias, y que no recibirán ningún reproche, aun así no debe permanecer callado, pues si lo hace será castigado, pues debe de reprender la actitud de esos transgresores para que no consideren que él también es uno de ellos.

 

Novena: Quien honra a los malvados para lograr armonía. Y aunque no habla bien del malvado ni lo adula en presencia de los demás, sino sólo lo respeta como se hace con los ricos que prosperan en sus empresas. Sin embargo, incluso en esta actitud existe un error y una culpa, pues no está permitido reverenciar a los malvados, solamente puede hacerlo si teme que el malvado pueda perjudicarlo, aún así, no deberá alabarlo ni elogiarlo ante las demás personas.

 

 

Haciendo una introspección

 

 

Rabbí Yosef Dob Soloveichik, esquivó la invitación del hombre más rico al Bar Mitzvá de su hijo; prefirió asistir a la fiesta del hombre más humilde de la ciudad, debido a que el segundo joven había preparado un discurso de Torá para la ocasión, mientras que el primer joven desdeñaba hacerlo. El ofuscado millonario usó sus influencias para que cesaran al Rab de su puesto. Además, amenazó a los trabajadores y propietarios de la ciudad, que quien le alquilara al Rab un lugar para vivir, perdería su empleo o sus relaciones comerciales con el potentado. El "Bet Haleví" abandonó la ciudad de Slozk y se dirigió a la ciudad polaca de Varsovia. Prefirió renunciar a su puesto de Rabino principal de Europa occidental, antes de caer en la adulación de quienes se alejan del camino de la Torá.  Este es un claro ejemplo del camino que debemos se seguir, evitar a los aduladores y apegarnos a la verdad de la Torá.[10]©Musarito semanal

 

 

 

“El que reprende a un hombre hallará al final más favor que el que adula con la lengua”.[11]

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Ver Mishlé 17:16.

 

[2] idem 28:4.

 

[3] Nega'im 12:6.

 

[4] Abot de Rabbí Natán 29:4.

 

[5] Ver Babá Kamá 92b.

 

[6] Debarim 13:6.

 

[7] Shabbat 54b.

 

[8] Vayikrá 26:37.

 

[9] Yebamot 65b.

 

[10] Yalkut Lekaj Tob.

 

[11] Mishlé 28:23.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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