Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

El ser humano tiene una profunda y natural necesidad de ser apreciado. Es tan necesario para él, como el aire que respira. La persona no nació para sí mismo, sino nació para ayudarle al prójimo en todo lo que pueda y esté a su alcance hacer.[1]Elogiar las características positivas de una persona, puede ser una de las mejores formas de ayudarle. Empero, no se debe confundir los cumplidos con la adulación. Tampoco se debe confundir el respeto con la adulación. Y no por evitar adular a alguien, llegue a cometer falta de respeto. La línea que divide la acción de adular con la de halagar, es sumamente delgada. La prohibición de adular se refiere a ensalzar interesadamente a una persona que no merece esos elogios. Más aún, la adulación está prohibida cuando uno elogia a una persona malvada o a alguien cuyos actos son contrarios a la Torá. Está prohibido actuar así porque conduce al error y a la manipulación. Debes estar seguro de que, cuando expresas aprecio hacia alguien, refleje sinceridad, y no sólo tu esfuerzo por ganarte los favores de otra persona.

 

 

El vigésimo cuarto portón: la adulación.

Shá'ar Hajanifut, continuación…

 

El hombre debe adular a su esposa para preservar la armonía del hogar. También se debe adular al acreedor para que no lo presione con el pago de la deuda. A su maestro para que le enseñe Torá. Y es considerado como un gran mérito adular a los alumnos y compañeros para lograr que estudien Torá y escuchen los reproches dirigidos a estimular el cumplimiento de los preceptos. Y así se puede actuar con cualquier persona que considere que va a seguir su ejemplo y que lo va a escuchar a fin de aprender cómo cumplir los preceptos; empero, si se dirige a ella con enojo, puede ser que se alejará aún más, por este motivo, en un caso así se permite adular para obtener lo bueno del prójimo. Debemos actuar con perspicacia para evaluar a cada persona, habrá quienes no admiten ser reprendidas con dureza, sino sólo escuchan cuando se les habla con amabilidad: Las palabras de los Sabios, dichas con amabilidad, son escuchadas.[2] Habrá otros quienes requieran ser reprochados con dureza, como está dicho: Es más profundo el reproche en el hombre de entendimiento.[3]

 

Nuestros Sabios nos prohibieron adular y dijeron: No debe el hombre enviar un obsequio a otro si sabe que aquel no lo aceptará; o invitar al otro a comer si sabe que no aceptará. Asimismo, si decide abrir un barril de vino para la venta y se presenta un compañero para comprar vino y le dice que abrirá el barril por él, todas estas situaciones y similares se consideran un embauque.[4] Así dijo Rabbí Shim'ón ben Jalaftá: Desde el día en que se incrementó la adulación se corrompieron las leyes y se arruinó la conducta humana…[5] Dijo Rabbí El'azar: Las personas aduladoras despiertan la ira del Eterno sobre el mundo, como está dicho: pero los de corazón adulador, acarrean la furia.[6] Más aún, sus plegarias no son escuchadas, como está escrito: Su clamor no les servirá cuando sientan aflicción.[7]

 

Así pues, el hombre recto debe alejarse mucho de la adulación, para no permitirse lisonjear y debe obrar únicamente en nombre del Cielo. Todo aquel quien desee salvarse de la adulación, deberá dejar de depender sus estados de ánimo de la valoración que terceros tengan de él, pues quien no requiera honores tampoco necesitará ser adulado. También debe evitar el deseo de obtener beneficios de los demás, ya que la mayoría de los aduladores actúan de esa forma pues piensan que así obtendrán un beneficio del otro. Por lo tanto, quien se aparta de estas dos cosas, se salvará de muchas transgresiones. Por su naturaleza, el hombre adopta las formas de pensamientos y accionar de quienes lo rodean. Por ello, la persona debe procurar unirse a los hombres justos y sabios para aprender de su proceder.

 

 

Haciendo una introspección

 

 

Rab Yitzjak Hutner tenía entre sus alumnos a un joven que luchaba arduamente para tener éxito en el estudio de la Torá y en la adquisición de una conducta ejemplar. Exigía tanto de sí mismo, que lo único que conseguía era una autoestima baja, y en lugar de subir un peldaño cada día, como se espera de quien estudia Torá, se encontraba en medio de un fuerte descenso espiritual... Rab Hutner se dio cuenta que el alumno no estaba progresando en su aspiración y decidió tomar acción. Al día siguiente estaba impartiendo un Shiur (clase) de Guemará y el estudiante hizo una pregunta aparentemente simple. Rab Hutner respondió como si hubiera hecho una pregunta excelente y la repitió durante su disertación en varias ocasiones... Recibir semejante adulación de un gran rabino le dio un empuje tremendo a este joven. Como resultado, después de ese evento el joven recobró la confianza en sí mismo y mejoró en sus estudios y en su observancia en general[8]. Lo único que necesitaba este joven es darse cuenta de que él si era capaz y que su opinión y reflexión eran dignas que el Rosh Yeshivá las mencionara en su clase. Rab Hutner le había dado el impulso necesario, y esto fue suficiente para cambiar la vida de este joven…

 

En conclusión, por un lado, tocamos la importancia de saber diferenciar entre adular y elogiar, y aprendimos cuándo y cómo hacerlo. También se trató lo primordial que es el alejarse de toda sociedad donde prevalecen valores y costumbres alejadas de las normas de la Torá. Si nos resulta inevitable el tener contacto con personas cuya forma de vida es moralmente cuestionable, debemos ser precavidos en no adularlos para así evitar dejarnos influenciar por ellos. También aprendimos cuánto debe el hombre ser indiferente a los honores de los demás, justamente tenemos que ser lo contrario, buscar a quien nos crítica y alejarnos de quien nos exalta por conveniencia personal. Todo aquel que busca crecer, quien desea ser alguien importante, en su casa, en su familia, en el comercio, en su profesión, en su estudio; en todo lo que haga, debe buscar ser amigo de quien es sincero con él, quien lo pueda hacer que se supere espiritualmente, aquel que busca que cada vez haga mejor las cosas. Y por último, saber elogiar correctamente al prójimo para motivarlo a ser mejor persona y un fiel servidor del Todopoderoso. ©Musarito semanal

 

 

 

 

“La adulación es como la sombra; no nos hace más grandes ni más pequeños”.

 

 

 

 

 

 

[1] Rab Jaim MiVolozhin; en la introducción del libro Nefesh Hajaim

 

[2] Kohélet 9:17.

 

[3] Mishlé 17:10.

 

[4] Julín 94a.

 

[5] Sotá 41b.

 

[6] Iyob 36:13.

 

[7] lb. 26:13.

 

[8] Historia relatada por el Rab Yitzjak Berkovits.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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