Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

Cuando el Eterno crea a Adam, nos describe la Torá que ese nuevo ser fue denominado como Nefesh Jaia, el Targum lo traduce como Rúaj Memalelá, que significa, ser hablante. La persona es el único ser que tiene lenguaje, con él convive, interactúa, se expresa y a su vez recibe de los demás. Este atributo lo coloca en la cima de todas las criaturas. La mayoría de las personas piensan que, el hablar no cuesta nada, sin embargo, debemos saber que cada palabra es registrada, nada queda en el olvido y todo el que habla Lashón hará despierta una fiscalía en el Cielo, es decir, provoca que los ángeles negativos acusen al maledicente. Y debido a que los ángeles lo acusan, esto causa sufrimientos y problemas a los dueños de esas aparentes “insignificantes” palabras, y este es uno de los motivos por el cual la gente sufre, ya que los ángeles tienen fuerza de acusar en el Cielo y provocar aflicción en los seres humanos.[1] El Todopoderoso creó en la boca del ser humano dos protecciones, los dientes y los labios, esto con la finalidad de cuidar todo lo que habla, pues con las palabras, el hombre construye o destruye el hermoso mundo del Creador.

 

Debido a la importancia de este tema, el Orjot Tzadikim desarrolla con amplitud este tópico, por lo que lo traeremos en más de dos capítulos como habitualmente lo hicimos con los demás atributos.

 

 

 

El vigésimo quinto portón: la maledicencia.

Shá'ar Lashón Hará.

 

Todo comentario que se hace con malicia contra otra persona se considera maledicencia, Lashón Hara', independientemente si sus palabras son verdad. Empero, si el comentario se basa en mentiras, incurre en otro pecado denominado Motzí Shem Ra', o sea hablar falsedades. Y dijeron nuestros Sabios: El calumniador es considerado como si renegara del Señor, es comparable a la idolatría, el adulterio y el crimen,[2] pecados capitales, sobre los que se ha escrito, que el hombre debe entregar su vida antes de transgredirlos.[3] El Lashón Hara' es considerado un pecado sumamente grave, porque perjudica en forma severa al prójimo, desacreditándolo ante los demás, sin que el murmurador obtenga ganancia alguna.

 

Más aún, es muy difícil para el calumniador arrepentirse de su pecado, pues al habituarse al mismo, su lengua actúa como un autómata. Incluso, puede considerarlo un acto intrascendente, pues suele pensar que no comete violación alguna.... Y aún si se retracta no lo hace en forma absoluta, pues desconoce la magnitud del pecado cometido. Además, requiere la disculpa de las personas sobre las que habló, y quizás él ya no recuerde a quien ha calumniado, pues el chisme actúa en forma artera y oculta, puede hablarse aquí y perjudicar a alguien que se halla muy distante,[4] Además, por lo general, el transgresor se avergüenza ante el hecho de tener que confesar ante el afectado. Si el calumniador desprestigia no solamente a un hombre sino también a su linaje familiar, esto podría dañar incluso a generaciones venideras, para lo cual no existe forma de conseguir el perdón.[5]

 

Dijeron nuestros Sabios:[6] El pueblo de Israel es amado -por el Eterno- por su voz, como está escrito: Déjame oír tu voz, pues tu voz es dulce,[7] Empero, también es aborrecido por su voz, como está escrito: Dirigió contra Mí su voz y por ello la aborrecí.[8] Podemos por lo tanto, concluir, como lo afirma el versículo que, La vida y la muerte se hallan en manos de la lengua y quien la ama comerá su fruto.[9] Es decir, quien permanentemente siente el deseo de hablar, será apropiado sugerirle que coma sus frutos, lo que significa que no hable necedades y cosas vanas, sino únicamente sobre comentarios de Torá. Que trate de conciliar entre aquellos que se hallan en discordia. Que enseñe a los demás a hacer el bien, a alejarse del mal y apegarse a la verdad, ya que son incontables los preceptos que puede realizar con el habla.

 

Los maledicentes se pueden subdividir en seis categorías: El primero, es el que habla mal de las personas, tanto si su comentario es verdadero o no. El segundo, es el que habla Lashón Hara' fundado en algo cierto. El tercero, aquel que avergüenza a otros en presencia de los demás, hablando de las malas acciones realizadas por sus ancestros. Cuarto, si comenta las malas acciones que realizaron los padres de otra persona en su ausencia, humillándolo ante los demás. Quinto, es el calumniador que cuenta las transgresiones pasadas de una persona que abandonó el mal camino, y se ha arrepentido. Sexto, quien habla Lashón Hara' sobre los encargados de la caridad, quienes son gente honrada y realizan su trabajo en forma honorable y justa.

 

 

Haciendo una introspección

 

 

 

El Yehudí Hakadosh de Pashisja dijo a su discípulo Simja Bunim que emprendiera un viaje, pero no le explicó el propósito del mismo. Rab Simja Bunim no hizo ninguna pregunta, sino que reunió algunos de los jasidim para que le acompañaran y se puso en camino. Llegaron a una pequeña posada mantenida por un judío y allí se detuvieron. Como no conocían al propietario, los jasidim pidieron una cena con productos lácteos.

 

"Lo siento mucho", se excusó el posadero, "pero no tengo productos lácteos. Sólo les puedo ofrecer carne". Los jasidim empezaron a interrogarlo: "¿Quién es su shojet [el matarife ritual]? ¿Quién le dio el certificado para poder hacer la matanza ritual? ¿Hay alguien que verifica sus cuchillos? ¿Quién metió la carne en sal? ¿Verificaron los pulmones cuidadosamente?"¿Enjuagaron bien la carne después de meterla en sal…?"

 

De repente, se oyó una voz desde un rincón de la habitación. Todos se volvieron y vieron un hombre vestido pobremente, sentado al lado del horno. "¡Jasidim! ", les dijo. "Hacen demasiadas preguntas. Desean asegurarse de que cada detalle sea perfectamente kasher. Son tan cuidadosos y meticulosos con lo que meten a sus bocas. Pero díganme, ¿son ustedes tan cuidadosos con lo que sale de ellas?" Rab Simja Bunim se dio cuenta de que éstas debían de ser las palabras que su Rebbe quería que escuchara; era para oírlas que había emprendido el viaje.[10] ©Musarito semanal

 

 

 

 

““Por sus palabras se reconoce a los sabios, pero más por mantener cerrados sus labios”.[11]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Zóhar, Perashat Pekudé.

 

[2] Arajim 15b.

 

[3] Sanhedrín 84a; ver también Julín 4b.

 

[4] Bereshit Rabbá 98:19.

 

[5] ver Talmud Yerushalmi Babá Kamá 8:7.

 

[6] Midrash Shojar Tob 39a.

 

[7] Shir HaShirim 2:14.

 

[8] Yirmiyá 12:8.

 

[9] Mishlé 18:21.

 

[10] Extraído de: Relatos de Tzadikim, tomo 3, Pag 120.

 

[11] Rabenu David Zaed.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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