Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

La boca es el utensilio más precioso y más maravilloso que recibimos del Creador. Es la que distingue al ser humano en algo superior al animal. Es por eso qué cada uno tiene que utilizar este instrumento precioso con la mayor precaución.[1] Rabbí Sim'ón ben Gamliel dijo: Todos mis días crecí entre los Sabios, y no encontré nada mejor para el cuerpo que el silencio… y todo aquel que se compromete en charla excesiva, llega al pecado.[2]

 

Hay personas que piensan que al hablar no hay acción, y por ende no hay nada de malo en contar algo del prójimo: “al fin, las palabras se las lleva el viento…”. Es verdad, sí se las lleva, ¿pero hacia dónde? hasta el Trono Divino. Allí son analizadas y archivadas para el Juicio final. ¡El mover los labios sí se considera una acción! El Eterno creó el mundo con Su palabra. Conforme Él hablaba todo se hacía. Esta contundente prueba debería estremecer a cualquiera…, con el habla podemos compararnos a Él. Quien pronuncia palabras de Torá, palabras de ánimo para quien lo necesita, aquel que ofrece una buena orientación, un buen consejo, está construyendo, está salvando vidas. Y por el contrario, si con sus palabras ofende, se expresa en forma indebida, hace comentarios incorrectos, infamias, habla en los lugares y en las ocasiones donde debe mantener silencio, ¡no hay un mal más grande que ése![3] Porque estará destruyendo el gran privilegio y el potencial que el Todopoderoso creó en cada persona.

 

 

El vigésimo quinto portón: la maledicencia.

Shá'ar Lashón Hara', continuación….

 

Dijeron nuestros Sabios: La maledicencia mata a tres personas: A quien la pronuncia, a quien la recibe y a aquel del que se habla.[4] El que recibe Lashón Hara' (maledicencia) se hace merecedor de un castigo más grave que aquel que lo pronuncia. Está prohibido vivir en las cercanías de quienes hablan Lashón Hara', más aún conversar con ellos, y escuchar cuanto comentan.

 

Existe otro aspecto negativo en la maledicencia, lo practica aquel que calumnia a su prójimo y por medio de esto, estará incurriendo en la soberbia justificándose a sí mismo. Y si enorgullecerse por cumplir con un precepto es considerado negativo, ¡cuánto más aún lo es hacerlo por un pecado de tal magnitud como la maledicencia! Si la persona habla Lashón Hara' sobre huérfanos o viudas entonces su castigo se multiplica, pues se trata de personas que sufren y él les causa más daño aún.

 

Existe una categoría que se denomina Abak Lashón Hara' (polvo de la maledicencia), por ejemplo, aquel que dice: "¡No me hagan hablar de fulano que no deseo comentar lo que sé de él! ". Y agregaron nuestros Sabios: No debe el hombre hablar bien del otro pues en el transcurso de su conversación llegará a hablar mal".[5] Lo mismo es aplicable para aquel que habla Lashón Hara' en forma de broma o ligereza, es decir, no lo hace con rencor. Sin embargo, a él se refiere el versículo al decir: Como un loco que arroja teas encendidas, saetas y muerte; así es el hombre que agrede al prójimo y dice: "¿Acaso no lo hice en broma?[6] Así también quien habla maledicencia en forma figurada, o sea que lo hace con ingenuidad, como si desconociera que lo que está hablando es Lashón Hara' y cuando le reclaman responde: "No me estoy refiriendo a fulano o no entendí que mi comentario es considerado calumnia. Aquel que habla algo que perjudica a su compañero, tanto física como materialmente; aún si sólo lo angustia o atemoriza, está incurriendo en Lashón Hara'. Si su compañero le confía un secreto, no podrá divulgarlo sin su autorización.[7]

 

Existe otro pecado diferente denominado Rejilut (chisme), o sea aquel que va de uno a otro y comenta: "¡tal cosa oí de fulano!". Aún si hablase la verdad está destruyendo el mundo; y se nos advirtió sobre esta actitud en la Torá: No andarás propagando rumores entre tu pueblo.[8] ¿A qué se puede considerar Rejilut? Aquel que revela a otra persona lo que le fue confiado.[9]

 

El maledicente busca los defectos de los demás y se asemeja a las moscas que siempre se posan sobre la suciedad. Así, si el hombre posee una llaga, las moscas no se posan en otra parte de su cuerpo sino en la llaga. De la misma manera actúa el maledicente. No se ocupa de la parte positiva de las personas y habla sólo de lo negativo. Ocurrió con cierta persona que caminaba con un sabio por el campo y vieron un cadáver de animal y comentó aquella persona: "¡Que mal huele este cadáver!". Y el sabio le respondió: "¡Que blanco están sus dientes!". Y agregó el sabio reprendiendo a aquel hombre: "¿Por qué hablas de su parte despreciable?, habla de lo positivo que posee". Así debe el hombre de actuar siempre, hablar del aspecto bueno de las cosas.

 

 

Haciendo una introspección

 

 

 

Rabí Shaúl Kassin era de los grandes Jajamim de Yerushalaim de hace unos cien años. Hombre de grandes cualidades y estudioso de la Kabalá, se caracterizaba por su amabilidad y educación con la que trataba a todo el mundo. Las puertas de su casa siempre estaban abiertas a todo el que quería beber del manantial de su sabiduría, y todos eran recibidos con una sonrisa.

 

Una vez, uno de los tantos visitantes que acudían a la casa de Rabí Shaúl Kassin estaba sentado frente a él, y se puso a hablar mal de una persona. En ese instante, se levantó Rabí Shaúl y le dijo: “¡Fuera de mi casa! ¡Mis oídos no escuchan Lashón Hara'! ¡Vete de aquí inmediatamente!”. “Es que... le voy a explicar... - alcanzó a decir el hombre”. “¡No quiero que me expliques nada!”, le interrumpió el Jajam. “Te pido por favor que abandones mi casa ahora mismo...”. El hombre, ya afuera, más que avergonzado estaba sorprendido de la actitud del Jajam, a quien nunca se lo había visto tan alterado. Y menos aún que haya echado de su casa a alguien.

 

Pasaron unos días y el Rab tocó la puerta de la casa de aquel hombre. Cuando lo hizo pasar, el Rab le dijo: “No vayas a creer que tengo algo en contra de ti. Al contrario; te aprecio mucho. Y porque te aprecio, hice lo que hice. Estabas por cometer el más grave de los pecados, comparado con el adulterio, la idolatría y el asesinato, y para salvarte de ello no tuve más remedio que echarte de mi casa y no dejarte hablar. Por favor: -concluyó diciendo el Rab-, de hoy en adelante tú toma el compromiso de no hablar jamás Lashón Hara', y seguiremos siendo amigos como siempre...”.[10] ©Musarito semanal

 

 

 

“La presteza y la agilidad son buenas y valiosas cualidades en todos los miembros del cuerpo, menos en la lengua al hablar”.[11]

 

 

 

 

 

 

[1] Rabbí Menajem Mendel de Kotzk.

 

[2] Pirké Avot 1:17.

 

[3] Vaikrá Rabá 33:1.

 

[4] Erejim 15b.

 

[5] Ídem 16a.

 

[6] Mishlé 26:18-19.

 

[7] Yomá 4b.

 

[8] Vayikrá 19:16.

 

[9] Ver Mishlé 11:13.

 

[10] Ahabat Jinam 176.

 

[11] El Maguid de Metzritz; Hameir Ledavid.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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