Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

Todos los días hay una voz Celestial que emana de la montaña del Sinaí, proclamando estas palabras: “Infortunio para la humanidad por su desatención de la Torá”.[1] El Bá'al Shem Tob preguntó: "¿De qué sirve este llamado si es inaudible? Nadie ha constatado alguna vez que escuchó esta voz". Él mismo respondió: "La voz Divina no es audible para el oído, pero es percibida por el alma. Toda vez que una persona tiene un remordimiento de conciencia el cual la despierta a examinar sus caminos y arrepentirse de los males que ha hecho, es porque su alma ha escuchado el llamado".

 

Quizás hace años, era difícil entender esto. Hoy, nosotros sabemos que hay sonidos reales que están más allá del rango de percepción del oído humano, y que pueden ser percibidos por oídos más sensibles, tales como algunos animales, o por instrumentos especiales. El llamado Divino es muy real. Nuestra alma lo escucha todos los días. Cada día, el Creador y nos pide regresar a Él. ¡Cuán tontos somos de ignorar este llamado…![2]

 

 

 

El vigésimo sexto portón: el arrepentimiento.

Shá'ar Hateshubá, continuación…

 

Nuestros Sabios nos enseñan que, si la Teshubá se le niega al pecador, es únicamente por la necedad que éste guarda en su corazón. El Creador no cierra las puertas del arrepentimiento al que desea acercársele. Pues, por el contrario, no sólo le abre las puertas sino además le muestra el camino, como está escrito: Bueno y recto es el Eterno; por tanto Él enseñará a los pecadores el camino… y desde allí lo buscarás y lo encontrarás… por cuanto esto está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlo… cercano está Él de todos los que le invocan, a todos los que le invocan de verdad.[3]

 

Grande es el bien que ha obrado el Creador con el ser humano, ya que preparó el camino para que los transgresores puedan huir de la oscuridad hacia la luz, y no les cerró las puertas del arrepentimiento, ni por numerosos que sean sus pecados, como está escrito: Retornen hijos rebeldes y curaré sus rebeldías.[4]

 

Grande es la Teshubá, porque acerca al hombre a la Presencia Divina, como está escrito: Retorna, oh Israel, hasta el Eterno.[5] ¡Cuán excelsa es la cualidad de la Teshubá! Aun aquel que hace un instante se encontraba separado del Todopoderoso debido a sus iniquidades,[6] en un segundo se adhiere a la Shejiná (Presencia Divina), como está escrito: Mas ustedes que se han allegado al Eterno,[7] de modo que cuando claman al Cielo, su voz consigue respuesta inmediata, como dice el versículo: Y acontecerá que antes de que llamen, Yo responderé…[8] Y las Mitzvot que cumplan serán aceptadas y recibidas con placer y alegría, como está escrito: Porque ya son agradables al Eterno tus obras.[9] Aquel que logra hacer Teshubá, no debe pensar que se encuentra lejos y distante del alto grado de la gente justa, y que por causa de sus pecados, no tiene forma de superar su situación. Este hombre no tiene razón de sentirse así: por cuanto a que el Creador lo ve con amor y complacencia, como si nunca hubiese pecado. Además, su recompensa es inmensa, dado que ya ha conocido el sabor del pecado, y sin embargo desiste de él y somete a su inclinación al mal: La posición que ocupan los que han hecho Teshubá no está al alcance de los totalmente justos.[10] Es decir, el grado que alcanzan es mayor al de aquellos que nunca pecaron, ya que consiguen dominar más que los justos al Instinto Maligno.

 

 

Haciendo una introspección

 

 

La puerta por donde la inclinación maligna se introduce a la conciencia del hombre es por lo permisivo que este pueda llegar a ser. Por lo tanto, la persona debe estar siempre alerta y vigilar celosamente su puerta, para no llegar a ser victimado por el instinto del mal.

 

El hecho de creer que la Teshubá es algo inalcanzable, y que lo hecho jamás se podrá enmendar, es un grave error, pues está claramente escrito que la Mitzvá de la Teshubá está muy cerca de ti. Una persona que no utiliza este magnífico recurso llamado Teshubá, se compara a un enfermo que tiene miedo de que su curación sea muy costosa y sufrida. Va al médico y después que lo ausculta, le dice que su tratamiento es bastante sencillo y económico: no hay que subir al cielo ni atravesar el mar, sino que la cura está al alcance de su mano. Si esta persona sigue enferma, es solo por negligencia y necedad.[11] La persona que comete faltas y no regresa en Teshubá, deberá rendir también cuentas por no haber aprovechado la gran oportunidad que se le dio de enmendar las faltas que cometió.[12]

 

Rabí Meir de Premishlán dijo una vez a sus alumnos: “Observen lo que dice el Salmo: Tan lejos como se distancia el oriente del poniente, el Eterno hizo separar de nosotros las transgresiones.[13] Los comentaristas nos explican que el versículo se refiere a la Teshubá. Ahora bien, alguno de ustedes pudiera decirme ¿cuán lejos está el este del oeste?”, preguntó. Los estudiantes trataron de descifrar el acertijo, cada uno intentaba hacer un cálculo astronómico cada vez más grande. De repente, cuando vieron que ninguno de sus pronósticos era acertado, le pidieron al Rab la respuesta y les dijo: “¡Todas sus enormes cifras son erróneas! Del este al oeste sólo hay un giro. Cuando uno se para viendo hacia el este y se da la vuelta, instantáneamente, se encuentra viendo hacia el oeste. ¡Así de cercana es la Teshubá….!”.

 

Está escrito: Todo aquél que viene a purificarse, lo ayudan del Cielo.[14] Dice también: Abre para Mí [en tu corazón] una apertura de arrepentimiento del tamaño del agujero de una aguja, y yo te [lo] abriré como la puerta de un gran salón, por el cual grandes carros y carrozas podrán pasar a través de él.[15] Es cierto que el Creador ayuda a la persona a retornar, pero el hombre debe antes tomar la iniciativa de hacerlo. Vivimos tan distraídos, en un mundo que está tan lleno de tentaciones, no tenemos tiempo de detenernos ni siquiera un minuto para darnos cuenta de que la salvación la tenemos, tan cerca, en nuestra boca y en nuestro corazón... esta es la grandeza que tiene el concepto de la Teshubá.©Musarito semanal

 

 

 

“La Teshubá no debe de cambiar sólo los actos de la persona, sino su esencia”.

 

 

 

 

 

 

[1] Pirké Abot 6:2.

 

[2] Extraído de: Viviendo cada día, Rab Abraham Twerski.

 

[3] Tehilim 25:8; Debarim 4:29; 30:14; Tehilim 145:18.

 

[4] Yermiyá 3:22.

 

[5] Ver Hoshea 14;2, Amos 4:6, Yirmiyá 4:1.

 

[6] Yesha'ayá 59:2.

 

[7] Debarim 4:4.

 

[8] Yesha'ayá 65:24.

 

[9] Kohélet 9:7.

 

[10] Berajot 34b.

 

[11] Jojmat Hamatzpún, Moadim Elul 42.

 

[12] Rabenu Yoná.

 

[13] Tehilim 103:12.

 

[14] Shabat 104a.

 

[15] Shir Hashirim Rabá 5:3.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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