Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

Todos los profetas prescriben la Teshubá, ya que Israel sólo se redime por medio de ella.[1] Y por este motivo no existe nada que se interponga ante esta atribución. Incluso alguien como Yerob'am, quien pecó e hizo pecar a los demás, y aún a pesar de esto, el Todopoderoso le dio la oportunidad de retornar y le indicó: ¡Arrepiéntete! Pero él rechazó la oportunidad, llevándose al Mundo de la Verdad sus actos insurrectos.[2] Anda y aprende de Ajab, rey de Israel, quien robó, codició y asesinó, y sin embargo acabó llamando a Yehoshafat, el rey de Yehudá, para que le diera a diario tres azotes, mientras madrugaba y ayunada delante del Eterno, sin repetir sus pecados de antes,[3] y su Teshubá fue aceptada.[4]

 

¡Que valioso atributo! El Creador con Su infinita piedad, nos proporcionó un remedio para todo aquel que cayó presa del instinto maligno… Quién no aproveche la oportunidad, estará cometiendo un grave error. En una ocasión los cortesanos del rey cometieron un delito y fueron encerrados en un calabozo. Un día, los reos vieron la puerta abierta de la cárcel, y escaparon. Cuando los guardias se dieron cuenta de la huida, corrieron hacia la celda para indagar qué había pasado… y allí dentro, encontraron a uno de los reos, fue esposado y llevado ante el rey. El monarca le decretó el doble de su condena. El reo pregunto: “¿Por qué?”, el rey respondió: "Esta cárcel es de máxima seguridad, es prácticamente imposible escapar de ella. ¿Acaso no te diste cuenta de que la puerta estaba abierta y que tus compañeros de celda salieron fácilmente? ¡Yo mismo ordené que la dejaran abierta para que ustedes salgan! Tu entraste a la prisión porque cometiste faltas, y te merecías cumplir una condena. Pero ahora te condeno de nuevo por haber cometido un delito mucho más grave… El no haber aprovechado la oportunidad que te di de reivindicarte. Desdeñaste mi actitud de complacencia, y eso es lo que considero una falta de respeto a mi investidura...".[5]

 

 

El vigésimo sexto portón: el arrepentimiento.

Shá'ar Hateshubá, continuación…

 

Todo hombre debe apegarse al atributo del arrepentimiento y comprender que existe un severo castigo para quien transgrede los preceptos del Rey Supremo, como lo cita el versículo:  Den honor al Eterno, antes que oscurezca.[6] Cuando el hombre piensa en los días de oscuridad que se cierne sobre todo aquel que tuvo la osadía de transgredir cualquiera de los mandatos del Señor, lo embraga un gran temor, se lamenta de sus acciones rebeldes y dice en su corazón: “¿Qué he hecho? ¿Cómo no temí ni me avergoncé de mi insurrección? ¿Cómo permití que me dominaran mis instintos y sucumbí ante un instante de placer pasajero? ¿Cómo pude profanar mi alma pura, un alma que se origina en la misma Divinidad? ¿Cómo pude reemplazar un mundo eterno e infinito por este mundo insignificante y efímero? ¿Cómo no recordé el día de la muerte, el día en que mi alma abandonará el cuerpo dejándolo sólo en la tierra? Pensamientos similares a éstos deben ocupar el corazón del hombre, como lo expresó el profeta: Ningún hombre se arrepiente de sus males sin decir: “¡Qué he hecho!”.[7]

 

El pecador debe abandonar sus malos caminos y determinar que nunca volverá a pecar. Debe afligirse por haber infringido la Voluntad del Eterno, así como se angustia el hombre cuando pierde dinero; ¡Cuánto más debe padecer por haberse rebelado contra Quién lo benefició en su vida! El Eterno se apiada del hombre cuando su alma se encuentra hundida en la aflicción de sus ofensas, así como un rey expresa mayor misericordia por sus propios familiares o los nobles de su tierra, que por los aldeanos. Por ello cuando el alma se aparta de las Alturas Celestiales, de su origen sagrado y sufre, entonces es recibida inmediatamente por el Creador del Universo.

 

Nota del redactor: El Orjot Tzadikin explica con amplitud las características y la forma de expiar por los pecados cometidos, es muy recomendable estudiarlo directamente del libro.

 

 

Haciendo una introspección

 

 

Rabí Mendel Futerfas debió pasar muchos años de su vida en los campos de trabajo de la Unión Soviética. Después que por fin logró salir del helado infierno, relató que pudo mantener su cordura, gracias a que aprendió a conectar su mente con la enseñanza del Rabbí Israel Ba'al Shem Tob, quien dijo: “Cada cosa que uno ve o escucha debe tomar una lección para su servicio al Eterno. En ocasiones, la enseñanza provendrá del más inusual de los "profesores”. Recuerdo que conocí a un prisionero que se atribuía el ser equilibrista. Me costaba trabajo concebir cómo una persona puede malgastar su tiempo, caminando por una cuerda, y procuré amonestarlo: “¿Para qué arriesgaste tu vida, cuando podías haber caminado como lo hace todo el mundo, sobre un piso seguro?”. El hombre encogió los hombros y sin responder continuó su camino.

 

Pasaron algunos meses difíciles, hasta que falleció Stalin. La presión sobre los presidiarios se suavizó y el equilibrista decidió mostrar sus dotes. Encontró una soga larga, ató una de las puntas a uno de los edificios y aseguró la otra en un edificio distante a unos cuantos metros de allí. Verificó con detenimiento los amarres, hasta quedar satisfecho. Un vasto grupo de espectadores se congregó debajo de la soga, que se encontraba a algunos metros de altura. El hombre se quitó los zapatos y trepó a la cuerda. Caminó unos pocos pasos, perdió el equilibrio y cayó. Se levantó como un gato, esperó algunos instantes y lo intentó de nuevo. Nuevamente se repitió la escena. Pero la tercera vez, comenzó a caminar y luego bailar sobre un pie, después sobre el otro, al ritmo de los aplausos. Entonces, fue hacia el final, dio la vuelta, y bailando retornó a su lugar anterior. Saltó y saludó como un artista al público que lo vitoreaba.

 

 Luego de estrechar las manos de todos, se acercó hacia mí y me dijo: "Y bien Rabino, ¿qué piensa usted ahora?". En ese momento se me ocurrió preguntarle: Dime, ¿cómo logras caminar por una cuerda tan delgada sin caer? El equilibrista se acercó a mi oído y me reveló el secreto: “desde que pongo mis pies sobre la cuerda, fijo mi vista en la dirección hacia la que deseo ir, y nunca pienso en que puedo caer. Y la parte más difícil es… ¡Dar la vuelta! Pues al girar, se pierde por un instante, el enfoque de la meta”.

 

A un equilibrista le toma mucho tiempo aprender a virar... pero, a la persona arrepentida le toma solamente un segundo dar la vuelta y decidir regresar en Teshubá…©Musarito semanal

 

 

 

“¿Hasta cuándo seguirás tratando de evadir la verdad? Solo date vuelta y aprovecha esta magnífica oportunidad”.

 

 

 

 

 

 

[1] Sanhedrín 97b.

 

[2] Ídem 102a.

 

[3] Pirké de Rabbí Eliezer, 43.

 

[4] Melajim I 21:29.

 

[5] Rabenu Yoná; Shaaré Teshuba, Capítulo I.

 

[6] Yirmiyá 13:15.

 

[7] Ibid. 8:6.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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