Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

La Tora, ¿Es un libro de mera historia? ¿Es un resumen bibliográfico? ¿Es un código de leyes? ¿Es un tratado de filosofía? ¿Es un manual de moral? ¿Un estatuto de religión? No es exactamente ninguna de estas cosas…. Y es todo esto a la vez. Es un libro de origen Divino, contiene el mensaje del Creador de todo lo existente y fue escrita para el ser humano. La sabiduría Divina está plasmada en la Torá y es tan infinita como el Todopoderoso mismo. Es y será una obra reconocida universalmente como sagrada, y el pueblo de Israel fue privilegiado por el Autor para ser el legítimo depositario e irrevocable de este legado Divino. El mandato del Creador de esta magna obra es de estudiarlo constantemente, aprender sus lecciones y practicarlas, además de entregarlo a las siguientes generaciones.

 

Esto es tan vital para el 'Am Israel, porque sin Torá pierde toda su peculiaridad y razón de existir como pueblo elegido. Es su documento de identidad. Además de ser el único testimonio legal de la pertenencia de la Tierra de Israel. Es un documento vigente para todas las generaciones, es un manual de vida de todo aquel que desee vivir una vida plena y apegada a su Creador.[1] Adquirimos un enorme compromiso de ser conocedores y practicantes de la Torá.

 

 

El vigésimo séptimo portón: La Torá.

Shá'ar HaTorá, continuación…

 

El estudioso de Torá debe ser sumamente afanoso y dedicado en su estudio, pues el estudio de la Torá no se asemeja a otro tipo de aprendizaje. Las disciplinas profanas, aunque se les abandone durante varios años, no se olvidan, sin embargo la  Torá, de no repasarla, se olvida inmediatamente. Y aun si la hubiese repasado cien veces, si aparta su atención de ella, la olvidará totalmente. La lógica dicta que todas las otras ciencias no requieren de concentración del estudiante, sino solamente cuando las estudia por primera vez, y al momento ejecutarlas no exige demasiada concentración, incluso existen algunas que se puede estar pensando en otras cosas mientras se ejecutan. Sin embargo, en el caso de la Torá es completamente distinto, pues, cada vez que se estudia, se debe prestar toda la atención para conseguir una buena comprensión y por lo tanto no puede pensar en ninguna otra cosa más. Así, pues, la persona que deja su mente ociosa, de inmediato olvida aquello por lo que tanto se esforzó en aprender. Los Sabios nos enseñan: Si el hombre no olvidara cuanto estudia, permanecería inactivo, lo cual lo llevaría al ocio, y esto lo conduciría al hastío y de allí al pecado.[2] Por esto fue decretado el olvido, para que el hombre se vea obligado a esforzarse por la Torá todos los días de su vida, y así evitar caer en la transgresión.

 

La Torá conduce al hombre a las buenas acciones y al mérito, pues al estudiar y conocer el castigo destinado a los pecadores, y la recompensa que ameritan quienes guardan los preceptos, se esforzará por hacer el bien. La dedicación al estudio lo ayudará a evitar el pecado, el cual arrastra al hombre a la perdición.

 

Por todo lo expuesto, el hombre debe ser ágil y dedicado al estudio de la Torá tanto de día como de noche,[3] cuando esté en su casa o incluso cuando va por el camino, cuando se acuesta y cuando se levanta.[4] Y si no puede estudiar verbalmente que lo estudie de memoria, repasando lo que ha estudiado, su pensamiento deberá concentrarse permanentemente en el estudio y así no lo olvide. En ese sentido se vanagloriaron los Sabios del Talmud, de los cuales se decía que no anduvieron más de cuatro pasos sin Torá.[5] Constantemente se les veía murmurando su estudio o meditaban en él mientras andaban. Es por medio del estudio de la Torá que el hombre aprende y adquiere sabiduría, educación, humildad, recato y todo tipo de virtudes. Además, de los Cielos le ayudarán a obtener sus necesidades.[6] La Torá lo cuidará, lo alzará y lo elevará por sobre los otros, todo el tiempo que invierte en honrarla a ella. Amerita muchas cosas; más aún, representa razón suficiente para que el mundo exista, y es denominado querido y amado del Eterno… y es elevado por encima de todas las creaciones.[7] Todo esto se refiere a la recompensa que se recibe en este mundo, pero en el Mundo Venidero, ningún ojo lo ha visto, y no existe un nivel más grande que este.[8]

 

Dice el versículo: la sabiduría del pobre es despreciada.[9] Esto se refiere a aquel que carece de buenas acciones y por lo tanto su sabiduría es desprestigiada. Todo aquel que enseña lo que se debe hacer, pero él mismo no lo practica, sus enseñanzas no son aceptadas, pues no es el estudio lo esencial sin la acción.[10] Por ello, el hombre debe dirigir sus pensamientos en nombre del Creador y aun que lo haga en un principio por interés, finalmente logrará estudiar desinteresadamente.[11]

 

 

Haciendo una introspección

 

 

Ocurrió en Estados Unidos, un joven Ba'al Teshubá, después de mucho esfuerzo se convirtió en un buen estudiante de Torá. El padre admiró el esfuerzo y le pidió que le enseñara a estudiar el Talmud. El joven conocía que su progenitor no sabía leer hebreo y tampoco el Arameo, por lo que intentó persuadirlo de estudiar otro tema. El padre insistió que a pesar de todo quería estudiar el Talmud y comenzaron. Después de un año de asiduo estudio consiguieron terminar una hoja y el padre quiso hacer un Sium (una fiesta que se realiza después de terminar un tratado completo y no una sola hoja, sin embargo, el padre insistió. El joven fue a preguntar al Rab Moshé Fainshtein, y le respondió que así lo hiciera y que él participaría de dicha alegría.

 

Así festejaron y el Rab Moshé disertó algunas palabras alusivas al tratado. A la mañana siguiente, el padre ya no se levantó, había elevado su alma hacia el Mundo Venidero. En el Hesped habló Rab Moshé Fainshtein y dijo: Hay quien viene a estudiar varias páginas y libros en su vida, y hay quien adquiere su Mundo Venidero tan solo con una hoja de Guemará…  ©Musarito semanal

 

 

 

“Si tú buscarás sabiduría como plata la procurarás como oro, entonces comprenderás la veneración del Eterno y hallarás sabiduría Divina”.[12]

 

 

 

 

 

 

[1] Extraído de Esencias de la Torá; Rab Mordejay Babor.

 

[2] Ketubot 59b.

 

[3] Yehoshúa 1:8.

 

[4] Debarim 6:7, 11:9.

 

[5] Meguilá 28a.

 

[6] Abodá Zará 19a.

 

[7] Pirké Abot 6:1.

 

[8] Yesha'ayá 64:3.

 

[9] Kohélet 9:16.

 

[10] Pirké Abot 1:7.

 

[11] Pesajim 50b.

 

[12] Mishlé 2:4-5.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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