Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

Es bien sabido que las personas hacen muchas cosas a solas, y hablan mucho cuando nadie las oye, y maquinan muchos pensamientos y todo lo hacen sin ninguna limitación, salvo la de no caer en el conocimiento público. El ser humano vive influenciado por la percepción del qué dirán, y es precisamente la razón por la cual podemos comportarnos de cierta manera en público, pero en privado -fuera de la vista de las personas que tanto queremos impresionar- podemos actuar completamente diferente…

 

Vivimos en una nueva era en la que gran parte de lo que hacemos está siendo grabado por alguien en algún lugar; hay cámaras y dispositivos que graban imágenes y sonidos por doquier. La tecnología moderna ha agregado este poderoso incentivo para que seamos más cuidadosos con las cosas que hacemos en público, incluso cuando pensamos que estamos en privado. Pero esto no es algo novedoso para el judío: Contempla tres cosas y no caerás en manos de la trasgresión: Debes saber lo que hay sobre ti: un ojo que ve, un oído que escucha, y todas tus acciones son escritas en el libro.[1] Todo hombre consciente que un Poder Superior diariamente toma nota de sus sentimientos, explora su mente, conoce todo y no olvida absolutamente nada y admite que todo será evaluado en un juicio final, tiene un poderoso incentivo para cambiar su perspectiva de la vida y ser más cuidadoso con lo que hace, tanto en público como en privado.

 

 

 

El tercer portón: la vergüenza.

 

Shá'ar HaBushá

 

 

Dijeron nuestros sabios: quien no posee consciencia de algo, tampoco poseerá la capacidad de sentir vergüenza. Inversamente, sentir la vergüenza indicará poseer un cierto grado de consciencia. El hombre sabio reconoce la importancia de la inteligencia y el raciocinio, pues por su intermedio alcanza la verdad de las cosas. También por medio de esta facultad logra comprender el significado de la Unicidad Divina, lo cual lo lleva al verdadero servicio del Creador.

 

Se concluye, entonces, la similitud de la cualidad de la vergüenza con el uso de la consciencia y la razón. Es decir, todo aquel que se conduzca considerando la virtud de la vergüenza, ciertamente habrá adquirido inteligencia y raciocinio para discernir entre lo bueno y lo malo. Así conseguirá evitar incurrir en el pecado y apartarse de las malas inclinaciones. Y al respecto reza el versículo (en la entrega de la Torá): …y para que Su temor se exprese en sus rostros y no pequen.[2]¿Qué tipo de temor al Creador es el que se expresa en el rostro de un hombre? Se puede afirmar, la vergüenza.[3]

 

La vergüenza es una expresión de grandeza espiritual del hombre y no atañe a su condición física. La persona vergonzosa se elevará y será más analítica y pensante. Esta cualidad es una valla, una muralla de acero contra todas las transgresiones. Muchos actos pecaminosos el hombre comete en la intimidad, empero se avergüenza de hacerlo en público.

 

Rabbí Yojanán ben Zakay, en los momentos previos a su fallecimiento, recibió a sus discípulos y reunidos alrededor de su lecho, le pidieron: “Maestro nuestro, ¡bendícenos!”. Y él respondió: “Sea la Voluntad del Todopoderoso que sientan temor del Cielo al igual que sienten temor del hombre”. Sus alumnos, extrañados se quejaron: Maestro ¿esa es toda la bendición que reservaste para nosotros?”. Y les contestó: “¡Ojalá se cumpla! Sepan, el hombre comete sus pecados en la intimidad al tiempo que reza: 'Quiera D-os que no lo vea nadie'.[4] Y sí es excelente evitar el pecado, aunque sea por temor a los demás, pues incluso no haciéndolo por temor a D-os, acabará adquiriendo el temor del Cielo.[5]

 

Y si piensas ¿Cómo puedo adquirir temor Divino en tanto no tengo de Él una percepción visual? Ciertamente, debes saber que, aunque el Eterno no se revela ante los ojos de los seres humanos, de todas formas se encuentra en sus corazones y sí se revela en sus mentes. ¿Acaso Quien instaura el oído, no escucha? ¿Quién crea el ojo, no ve?[6] La preciada virtud de conducirse con vergüenza frente al Creador se podrá alcanzar abstrayéndose en Su Grandeza y recordando constantemente Su Presencia.

 

 

Haciendo una introspección

 

Respondiendo a la pregunta que hizo el Orjot Tzadikim acerca de cómo adquirir el temor a D-os aunque no lo vemos, podemos decir lo siguiente, cuando hablamos con otra persona por teléfono ¿acaso estamos viendo a nuestro interlocutor? Aun así, sabemos con certeza que él se encuentra del otro lado de la línea. De la misma forma, debemos tener la seguridad de que el Creador está en todas partes; está a tu lado mientras lees esto, "te sigue" cuando caminas hacia donde vas, “se sienta” a cerrar contigo tus negocios, etcétera. En suma, no existe un centímetro cúbico de espacio en el cual Él no esté completa y absolutamente presente, y no esté al tanto de lo que dices o haces. Debes saber qué hay encima de ti: un ojo que ve; un oído que escucha y todos tus actos se registran en un libro.  En él se anotan tanto tus buenas acciones como tus pecados ¡Y tú serás responsable por cada uno de ellos! Esto significa que indudablemente hay un sistema de rastreo y de contabilidad Divina.

 

Cuentan sobre Rabbí Zundel de Salant, que cierta vez viajaba en una carreta y ni bien ésta salió de la ciudad, en los campos limítrofes había montículos de paja, ya que sus dueños habían recolectado la cosecha. El carretero echó un vistazo hacia la derecha e izquierda, y al ver que no había nadie, bajó del carruaje disponiéndose a llevar algo de los montículos para que coman sus caballos.

 

Rabbí Zundel, quien se percató de lo que habría de acontecer, comenzó a gritarle al carretero: “¡Te ven, te ven!”. Asustado el hombre se apresuró a dejar los paquetes que había tomado y regresó rápidamente a la carreta, golpeó a los jamelgos y siguieron su camino. Luego de haber recorrido algunos metros, el carretero se dio cuenta que no había nadie a su alrededor, enojado le preguntó a Rabbí Zundel: “Rabino, ¿acaso se puede mentir? No veo a nadie cerca, ¿por qué me advirtió que alguien me miraba?”. Rabbí Zundel señaló con el índice hacia arriba y le dijo: “Hijo mío, allá arriba te ven a cada instante…”. ©Musarito semanal

 

 

“Tres atributos definen a Israel: son vergonzosos, piadosos y bondadosos”.[7]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Pirké Abot 2:1.

 

[2] Shemot 20:17.

 

[3] Neradim 20a.

 

[4] Berajot 28b.

 

[5] Pesajim 50b.

 

[6] Tehilim 94:9.

 

[7] Yebamot 79a.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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