Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)
Yehudá ben Temá dice: Sé audaz como el leopardo, liviano como el águila, ágil como el ciervo y fuerte como el león para cumplir con la voluntad de tu Padre en los Cielos.[1] Es sabido que el entendimiento de los animales es limitado, no actúan acorde a un pensamiento y voluntad, viven conforme a un instinto que el Creador grabó en su interior. No tienen ningún objetivo de vida y su único afán es subsistir. A pesar de que los animales son inferiores a las personas, tienen cualidades positivas de las cuales podemos aprender. El leopardo por propia naturaleza es osado y cruel, y de no seguir esta pauta de conducta estaría condenado a la extinción. El Taná de nuestra Mishná utiliza como arquetipo la audacia propia de estos felinos, ya que ellos actúan con avidez sin importarles lo que pase a su alrededor.
El hombre es un ser pensante, tiene intelecto y en consecuencia tiene la capacidad de elegir y decidir, cuándo y cómo actuar. Por este motivo la persona debe ser sumamente cuidadosa en optar por contener la calma cuando procede y ser impetuoso, cuando el caso lo amerita. Debe esforzarse por desarrollar sus buenas cualidades apegándose a la luz de la Torá que cuida y protege a la persona del pecado. Debe poseer el valor para alejarse del mal y la pasión para hacer el bien, porque con el intelecto y las fuerzas que el Creador le otorgó, tiene la capacidad de construir o destruir mundos enteros.[2]
El cuarto portón: el descaro.
Shá'ar HaAzut, continuación…
Es cierto que el atributo del descaro no es recomendable para la persona. No obstante, cuando esta cualidad se emplea en el cumplimiento de los preceptos, es muy elogiable. La cualidad de la audacia es sumamente necesaria para el servicio Divino. Debemos ser arrogantes y empedernidos contra los malvados. No hay que escuchar su consejo, ni admitir sus mentiras y abominaciones y tampoco debemos adularlos. No debe avergonzarse de preguntar a los maestros aquello que no ha comprendido.[3]
Debe el hombre saber controlar cada situación y evitar el dejarse llevar ciegamente por sus instintos, por el contrario, debe sacar la determinación y el coraje para superar y someter a su instinto en las circunstancias negativas. En ocasiones deberá aplicar todas sus fuerzas para expulsar de sí todo pensamiento pecaminoso antes de cometer cualquier acto que vaya en contra de la Voluntad Divina; y también aplicar todo el rigor cuando el Honor del Todopoderoso se encuentre de por medio.
Haciendo una introspección
Es un deber de cada Yehudí el asegurarse de utilizar sus cualidades para dar gloria a la Torá y a las Mitzvot. Deberá utilizar sabiamente el criterio y la prudencia para aplicar correctamente cada uno de los atributos que le fueron conferidos, por ejemplo, la cualidad de la prontitud y diligencia es algo elogiable. Cuando un hombre se levanta y corre como un león para comenzar un nuevo día de servicio al Todopoderoso está mostrando su amor por Él, como está escrito: La agilidad y la presteza del servicio del que está laborando revela la importancia de Quien sirve,[4] empero debe ser perezosa para eludir el hacer algo malo. El hombre debe actuar con audacia frente a quienes se burlan de su servicio al Eterno,[5] y hacer aquello que le indica la sagrada Torá sin preocuparse por lo que dirán los demás. La vergüenza es digna de alabanza, pero no cuando alguien oye que hay personas que menosprecian a la Torá, que se burlan de las Mitzvot o que condenan a los Talmidé Jajamim, entonces no debe permanecer en silencio, sino que debe salir al frente y protestar contra sus actos. El hombre que posea un auténtico amor hacia la gloria de la Torá y de las Mitzvot, estará dispuesto a entregar su vida por ellas…
Rab Ovadiá Yosef era conocido como un líder que no se dejaba manejar según intereses estrechos. No temía de nadie y no relegaba ningún tema sobre el cual consideraba que debía dar su opinión, incluso cuando la verdad no le agradaba a quienes la escuchaban…
Uno de los problemas más grandes que encontró al llegar a ocupar el cargo de Rabino de la comunidad de el Cairo, fue el tema del Kashrut, específicamente en la Shejitá (Matanza ritual de un animal para hacerlo apto para el consumo). Debido a diversas cuestiones Halájicas que fueron tratadas en el pasado en forma incorrecta y permisiva, varias familias íntegras en su fe y temerosas del Todopoderoso se abstenían de ingerir carne. El origen de los problemas era el jefe de los matarifes, llamado Shim'ón Akawa, era conocido que él profanaba el Shabbat y no era nada cuidadoso en el proceso que exige la Ley al respecto de la Shejitá. Era considerado por todos como un hombre violento y peligroso, todos le temían y no podían hacer nada para destituirlo del puesto. Al escuchar el Rab Ovadiá Yosef de la problemática, no pudo soportar tal situación y decidió encargarse de resolver personalmente la tremenda contrariedad. Estaba decidido a aplicar con severidad la ley sin temor y sin importarle las implicancias….
Rabí Ovadiá, seguro que la Providencia Divina lo acompañaría en su sagrada labor, se dirigió con calma a hablar con Shimón Akawa, sin miedo ni temor alguno. Se acercó y le expuso la problemática del tema, le ofreció que se dedicara a otro oficio antes de que la Corte Rabínica le obligara a hacerlo. Le ofreció hablar con la dirección de la comunidad para conseguirle una gran cantidad de dinero en calidad de indemnización y compensación. Aquel hombre aceptó la propuesta y después de recibir en sus manos una gran suma de dinero, abandonó su puesto y abrió una carnicería particular. Todos pensaron que allí terminaría todo, pero no fue así…
Poco más tarde, una mujer fue a consultar al Rab Masud Elbas acerca de un trozo de carne que había adquirido en la carnicería de Shimón Akawa, el color y textura de la carne hicieron dudar al Rab y entonces se dirigió a un médico veterinario para que analizara el corte y le dijera en forma precisa el origen de la carne. El especialista expidió un certificado donde constaba que la carne era de camello. Cuando el reporte llegó a manos de Rab Ovadiá Yosef, convocó de nuevo al carnicero a presentarse ante la Corte Rabínica. Allí el fallo fue que no podría seguir vendiendo carne en su establecimiento sin la supervisión de un Mashguiaj de Cashrut; el supervisor debía vigilar sus acciones en representación de la Corte Rabinica. El Rab ordenó enviar una misiva a todos los socios de la comunidad judía para que se abstuvieran de comprar carne sin la presencia del supervisor.
Al ver aquel malvado que tendría que pagar mensualmente el sueldo del Mashguiaj, se llenó de enojo y odio. Entonces sacó de su bolsillo un arma y la puso en dirección a Rabbí Ovadiá, apuntándolo para matarlo. “¿Piensas matarme?, le preguntó el Rab con autoridad. “¿Acaso supones que apuntándome con un revólver me asustas y crees que me detendrás para que me abstenga de cumplir con mi obligación…? ¡Decenas de Yehudim fueron asesinados en el transcurso de las generaciones por cuidar la sagrada Torá, y yo no temó de ti en absoluto…!”. Al ver la valiente y osada actitud del Rab, el agresor guardó su arma y salió azorado del recinto…[6] ©Musarito semanal
“El que más embellece las Mitzvot, más demuestra que ama a Hashem con todo su corazón y toda su riqueza, y aumenta Su honor”.[7]
[1] Pirké Abot 3:5.
[2] Nefesh HaJaim Sha'ar 1:4.
[3] Pirké Abot 3:5.
[4] Seforno.
[5] Shulján Aruj Oraj Jaim 1:1.
[6] Extraído de la Luz de Israel, pág, 103.
[7] Péle Yoetz; Embellecimiento de las Mitzvot.
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