Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)
A pesar de que el amor es uno de los términos más utilizados en la literatura universal, la mayoría de la gente desconoce su significado y su definición sigue siendo un enigma. El diccionario lo define como un conjunto de sentimientos que ligan una persona a otra, o bien a las cosas, ideas, etcétera. Según este enunciado, es la acción de dar y recibir… En la era actual, las bases del amor se fincan en la complacencia corporal, en la conveniencia particular. Se ama por correspondencia reciproca, por interés mutuo hacia algo o hacia alguien. Vemos con tristeza cómo este sentimiento tan noble y puro se utiliza como herramienta para fines comerciales y políticos. El concepto original del amor se ha desvirtuado tanto que se lo percibe como un sentimiento fugaz que generalmente viene acompañado de alguna medida de dolor y frustración. Esto viene a raíz del desconocimiento del real significado de este sentimiento y esto les dificulta el poderlo alcanzar…
Hoy en día a cualquier cosa le otorgamos el adjetivo de amor: “Amo esa comida. Amo esa ropa”. ¿Qué es realmente el amor? El amor no es una más de las necesidades corporales del ser humano, es una parte integral de toda nuestra existencia. Es algo que no surge del cuerpo, brota del alma. El amor genuino es la predominancia del espíritu sobre la materia al grado que trasciende nuestros límites corporales. Es el origen y el fundamento de toda interacción humana.
El término para el judaísmo acerca de este concepto va mucho más allá… Amor significa compromiso total. Simboliza fidelidad. Significa estar dispuesto a renunciar a tu propia vida por aquel por quien profesas esa pasión. El hombre fue creado a imagen de D-os, para imitarlo y la mejor forma de hacerlo es manifestando compasión hacia los demás. El amor es el placer emocional que experimenta un ser humano cuando entiende y se enfoca en las virtudes del otro ser humano: Los actos de bondad son tan importantes que sin ellos el hombre no habría sido creado.[1] El amor es el modo más puro de conectarse con el alma de otra persona y, en consecuencia, se enlaza con el Creador del universo…
El quinto portón: el amor.
Shá'ar Haahabá
El amor abarca numerosas actitudes del hombre, más aún que cualquier otra virtud y si el hombre corrompe su accionar, quiere decir, si no se lo utiliza en forma inteligente, se convertirá ésta en la peor condición que posea. Empero, si la encamina al bien, superará toda otra virtud. Existen muchos tipos de amor, todos diferentes entre sí: El amor que siente el hombre por sus hijos, por el dinero, por el sexo opuesto, por los parientes y amigos, por la vida, por la honra y por los placeres.
El Orjot Tzadikim destaca la condición negativa del amor cuando éste se sobrepone a la sabiduría. Cuando el amor hacia sus hijos se refleja en no reprenderlos cuando lo merecen, y por lo tanto no los conduce por la senda correcta, les estará generando a ellos y a la sociedad un gran perjuicio.
El amor por el dinero es también “amor negativo”, por cuanto conduce a la ambición desmedida que induce al hombre a embaucar e incluso a robar para incrementar sus posesiones. Se vuelve miserable y actúa en forma avara.
El tercer aspecto negativo es el amor por la mujer, cuando ella es soberbia y maliciosa, ésta lo apartará de los preceptos de la Torá. Y debido al amor que siente hacia ella, no se atreverá a confrontarla y desvíe su conducta y, en particular, lo lleva al límite con la sensualidad y sus consecuencias pecaminosas.
También el amor hacia sus parientes más directos, a sus allegados y amigos, conduce a un comportamiento negativo. Por el amor que siente por ellos en sus controversias y disputas queda atrapado sin tener claro si son ellos, o no, los causantes del agravio o de otro mal cometido.
El amor por la vida incluye muchas veces un aspecto negativo: le impide al hombre enfrentar los desafíos que implican un sacrificio personal, debido al temor a que se le acorten sus días.
El amor por los honores, llevan al hombre a realizar acciones interesadas y dejar de lado las acciones en Nombre del Creador, pues todos los preceptos que realice o las dádivas que efectúe, el estudio de Torá que estudie, todo lo hará con la intención de obtener reconocimiento y honores, pues ése será su interés principal. Esta actitud es sumamente negativa en el servicio al Todopoderoso. Peor aún es el caso de quien no posee Torá ni buenas obras, quien persigue la honra personal, más denigrante aún será su accionar.
El séptimo nivel sería el más degradado y es el amor por los placeres y los deleites, llámese el amor por las buenas comidas y bebidas y otros placeres mundanos, hasta la caída en la sensualidad y sus derivaciones. Sobre esto último nos advierte la Torá: Comerás y te saciarás… cuídate, no sea que olvides al Eterno.[2]
Quien quiera liberarse del tropiezo que suponen todos estos tipos de amor, deberá actuar con suma cautela e inteligencia para evitar encontrarse con todo tipo de problemas, pues todos estos amores invaden el corazón del hombre y aunque logre deshacerse de alguno de ellos, los demás lo empujarán hacia la oscuridad. Por ello, debes aprender a ser cuidadoso y atento a fin de orientar el amor y encaminarlo al conocimiento del Creador, como está dicho: En todos tus caminos conócelo.[3]
Haciendo una introspección
Todo amor que depende de una cosa, al anularse la cosa, se anula el amor. Y cuando no depende de ninguna cosa, no se anula jamás. ¿Cuál es el amor que depende de una cosa? El amor de Amnón y Tamar. ¿Y el que no depende de ninguna cosa? El amor de David y Yonathán.[4]Toda clase de amor que surge por alguna razón externa, es decir, se construye buscando algún beneficio o goce material, cuando se anule la causa de dicho amor, también el amor cesará por sí mismo. Y cuando no depende de ninguna cosa, sino que surge como resultado de un aprecio y una valoración del prójimo, entonces no se anula jamás. Amnón amaba a Tamar por su belleza. Por lo tanto, cuando se anuló la causa de su amor, la detestó con gran odio.[5] el único amor verdadero es el que se basa en “entregar” y dar a nuestros semejantes; entre David y Yonatán había un amor genuino, como el de un padre que ama a su hijo, y sus intenciones estaban basadas solamente en cumplir la voluntad del Creador. A pesar de que Yonatán era el hijo del rey Shaul, y aparentemente él debía heredar la corona de su padre, igualmente le dijo a David: Y tú reinarás sobre Israel, y yo seré tu súbdito.[6] ©Musarito semanal
“El dar no es el resultado del amor, sino todo lo contrario, el amor es el resultado de dar”.[7]
[1] Bereshit Rabbá 8
[2] Debarim 6:11, 12.
[3] Mishlé 3:6
[4] Pirké Abot 5:16.
[5] Véase Shemuel 2:10.
[6] Shemuel I 23:17.
[7] Mijtab Me Elihau.
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