Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

El Primer Bet HaMikdash duró 410 años hasta que fue devastado por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Fue destruido como consecuencia de tres pecados: idolatría, inmoralidad y derramamiento de sangre. Luego de unos 70 años de exilio, los judíos, encabezados por Ezra y Nejemia retornaron a la Tierra de Israel y construyeron el segundo Templo. En esta época, la nación judía se ocupaba de estudiar Tora, cumplir los preceptos y además se hacían favores unos a otros, aun así, fue destruido después de 420 años por Tito. ¿Por qué el primero se volvió a construir y el segundo no? Además ¿Por qué la Torá que estudiaban no los protegió? Responden los Jajamim que fue debido a que entre ellos había Sinaj Jinam (odio gratuito). La falta de unión y hermandad arrastró tras de sí un pecado tan grave que pesó tanto como los tres pecados que destruyeron el Primer Templo…[1] Y no sólo eso, sino el hecho que hoy en día no se ha construido el tercer Bet Hamikdash, significa que lo segundo fue más grave, y además seguimos viviendo en una sociedad de egoísmo y seguimos practicando el odio gratuito hacia la gente...

 

En la Tefilá que hacemos en los días comprendidos entre Rosh Hashaná y Yom Kipur encontramos un párrafo en el que se aprecia lo dañino que es el odio infundado: “¡Nuestro Padre, Nuestro Rey! Recuerda que eres Misericordioso y domina Tu ira. Acaba con la peste; la espada; el hambre; la prisión; las desgracias; las epidemias; los accidentes; las enfermedades; los problemas; las persecuciones; los decretos en nuestra contra y el odio gratuito. Es conocido que cuando los Anshé Keneset HaGuedolá redactaron las Plegarias enumerando los acontecimientos de menor a mayor. Vemos que el odio gratuito aparece al final de la lista, quiere decir que: ¡Lo peor que puede sucederle al Am Israel es que reine en ellos el odio gratuito![2]

 

Nuestros Sabios dijeron: En la generación del Rey Ajab la mayoría de la gente practicaba idolatría, pero solamente por el hecho de no había entre ellos delatores, vencían a sus enemigos porque reinaba entre ellos la unidad y la paz. Vemos que el odio gratuito es considerado peor que la idolatría.[3]

 

El tercer Bet HaMikdash no se ha construido debido a que no hemos corregido el atributo del odio gratuito hacia nuestros hermanos, Pero cuando corrijamos esto y solamente sembremos en nuestros corazones el “amor gratuito” hacia el prójimo y quererlo sola y exclusivamente por el hecho de que es Yehudí, entonces el Todopoderoso retornará con Su infinita misericordia a Tzión, y los dispersos en todas partes del mundo, serán reunidos en Jerusalem.

 

 

 

El sexto portón: el odio.

Shá'ar Hasinhá

 

 

Sobre el odio existe una prohibición explicita de la Torá: No odiarás a tu hermano en tu corazón;[4] y con este versículo se nos advierte de eliminar el odio de nuestros corazones. Este atributo es causante de múltiples transgresiones, como por ejemplo la maledicencia (Lashón Hará); pues quien odia a otro expresará su desprecio hacia él ante los demás y se quejará de la persona a quien odia, permanentemente buscará perjudicarla y se alegrará por sus desgracias. El rencor y la sed de venganza permanecerán latentes en su corazón y no se apiadará de él aún en momentos de sumo apremio. El odio hará que desacredite todo lo bueno que el otro haga invalidando sus actos ante los demás, impidiendo que lo bueno llegue a quien lo merece. No le dará la razón aún cuando esté en lo cierto; y si le debe dinero, lo agobiará con la deuda.

 

Existen varios tipos de odio: Algunos odian a otro porque le provocó una pérdida económica o lo dañó físicamente o porque lo puso en vergüenza, o porque difamó su reputación, o por cualquier razón similar. Ninguna de ellas es válida para odiar al prójimo en silencio, como lo menciona el versículo: Más no habló Abshalom con Amnón, no cosa mala ni buena, por cuanto Abshalom odiaba a Amnón.[5] En un caso como los que se mencionaron, es un precepto hacerle saber a dicha persona que cometió un error u decirle: ¿Por qué me hiciste tal y tal cosa? Y si dicha persona se disculpa, debe aceptarlo y no ser cruel y rechazarlo, e incluso, si no pidiera disculpa, no debe odiarlo sino tratarlo con cariño y ello hará que finalmente trate de enmendar el error cometido.

 

Sin embargo, existe un odio más negativo aún y es el odio gratuito, siendo este tipo de odio el causante que se destruyó el segundo Bet HaMikdash.[6] Y el odio por la envidia es aún más negativo, por lo que el hombre debe afligir su alma para reprimir de sí ese odio. Hay quien odia a su compañero porque no le hizo algún bien, o porque no le dio un obsequio como el que esperaba, o porque no le hizo un préstamo cuando más le urgía. De todo este tipo de sentimiento se debe alejar, asumiendo con amor todo aquello que le destine el Todopoderoso, sin necesidad de depositar su confianza en los hombres. Y debe pensar: “Si sería merecedor de ello, el Santo Bendito me hubiera entregado lo que necesitaba, sin necesidad de recurrir a las dadivas o préstamos de la gente”. Y si lo acosan la pobreza y la estrechez, o se encuentra enferma, debe pensar que el Creador decretó esa situación por su propio bien, y debe aceptarla con amor. Sin lugar a dudas, al actuar de esta forma erradicará de su corazón el odio.

 

Haciendo una introspección

 

El Rab Eljanan Vaserman viajó a los Estados Unidos para recaudar fondos para su Yeshibá. Disertó el viernes por la noche en un Bet Haknéset y solicitó a los que pudieran aportar para la manutención de la Yeshibá el valor de una semana de estudio, o el valor de media semana, o el valor de un día de estudio. El público se entusiasmó por el tono y forma con el que el Rab se dirigió a ellos y muchos estaban dispuestos a donar con generosidad.  En ese momento, se acercó el Rab del Bet Hakeneset, pidió permiso para hablar y así lo hizo. Al final de su discurso terminó diciendo: “incluso el que done un dólar, también hace una Mizvá importante”. Con esas palabras, muchos cambiaron su idea y lo que se juntó fue una suma ínfima. Mientras se despedían el Rab le dijo al Rab Eljanan: “Seguramente que usted estará enojado conmigo por lo que dije”. El Rab Eljanan Vaserman le contestó sonriendo: “¿Enojado por qué? Sabemos que Betsalel fue elegido por el Creador para construir el Mishkán. Imaginemos que Moshé se encuentra con un Yehudí en la calle y le pregunta: “¿Tú eres Betsalel?”. “No”, responde ese Yehudí y así pregunta Moshé a uno y a otro y todos le responden negativamente. ¿Acaso Moshé se va a enojar con alguno de ellos porque no construyeron el Mishkán? De ninguna manera, ya que no fueron elegidos para eso. Entonces, ¿por qué debería enojarme contigo? Si los asistentes a este Bet Hakeneset no tienen los méritos suficientes para incluirse entre quienes construyen la Torá en nuestros días, sólo lo lamento por ustedes, pero no me enojo con nadie…”.[7]

 

Cada uno debe anular el Yétzer HaRá (instinto del mal) que lo induce a guardar odio y rencor, pues no sólo estamos obligados a tener una buena conducta, sino también a desarraigar de nuestros corazones todo sentimiento de odio y venganza.  ©Musarito semanal

 

 

“Cuando se te despierte el odio hacia otro por su defecto, mírate al espejo y verás que tú tampoco eres perfecto”.

 

 

 

 

 

 

 

[1] Yoma 9b

 

[2] Hamaor; tomo II, página 211; Rabenu David Zaed.

 

[3] Pesikta de Rab Kahana 4,2.

 

[4] Vayikrá 19:17.

 

[5] Shemuel II 13:22.

 

[6] Ver Yomá 9b

 

[7] Extraído del Lékaj Tob.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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