Orjot Tzadikim (Las sendas de los justos)

 

 

Los Sabios de la Torá siempre tienen una sonrisa en sus rostros. Sus corazones constantemente desbordan de alegría. No debemos pensar que no tienen su porción de preocupaciones y tribulaciones cotidianas. Muy probablemente que las tienen. Sin embargo, ellos están contentos por su porción en la Torá, que ilumina sus vidas y les otorga una dicha etérea. El rey David dijo: Los preceptos del Eterno son rectos, alegran el corazón.[1]

 

El estudio de la Torá contiene una enorme medida de dicha, y es capaz de alegrar el corazón. Pero para llegar a esta alegría, el hombre debe aferrarse constantemente a la Torá y seguir su instrucción, porque Todos sus caminos son placenteros y sus senderos son de paz.[2]  En contraste a la alegría del espíritu, todos los placeres mundanos son huecos y vacíos. Son fantasías pasajeras sin ninguna permanencia. Pero el deleite del estudio de la Torá es verdadero y eterno.[3]

 

 

El noveno portón: la alegría.

Shá'ar Hasimjá, continuación…

 

 

Del atributo de la alegría depende un precepto positivo (Mitzvat Asé). El hombre decide cómo asume los acontecimientos: Acepta con alegría todo lo que le acontece, o sufre con angustia todo aquello que no le parece tan bueno ante sus ojos. Todo penderá de la confianza, fe, inteligencia y conformidad con la que asuma cada suceso. ¿Cuál es la definición de la confianza en el Todopoderoso? ¿Qué es lo que hace que el hombre confíe en Él? La respuesta a estas interrogantes es, la fe. Quiere decir, una vez que el hombre cavila y se da cuenta de la Omnipotencia del Creador, tanto en este mundo como en el venidero, entonces reconocerá su dependencia ante Él. Aceptará con beneplácito todo aquello que sobrevenga en su vida con amor y alegría, este pensamiento es lo que conduce al hombre a tener una fe perfecta en el Creador. Y esta confianza lo conducirá a no temer de nadie ni de nada. No servirá ni albergará esperanzas en nadie más que en Él. Y no se unirá ni se intimidará de ninguna otra persona para hacer nada que vaya contra Su Voluntad, y dirigirá fundamentalmente todos sus actos según lo ordenado por Él.

 

Por tanto, deberá orar por dos cosas: Una, impregnar de fe absoluta y unicidad Divina a su corazón, para que se aleje de él toda cuestión mundana. La segunda, para que le otorgue fuerza física en cada parte de su cuerpo para poder cumplir con los preceptos.

 

Por todo esto, el hombre debe dirigir su alegría a la Torá y cuando realice los preceptos se alegrará interiormente por tener el privilegio de servir al Rey Altísimo ante Quien se prosternan los más encumbrados.

 

Este es el único y auténtico sendero para encontrar la alegría verdadera, pues el alma proviene del Cielo y se eleva las alturas Divinas, y cuando revela los misterios de la espiritualidad, ama a su Creador y adopta Sus preceptos, todo su ser se regocija en dicha elevación y a cada momento anhela el amor por el Eterno, recordándolo en todo momento, como está dicho: Alegrar me alegraré en el Eterno se regocijará mi alma en el Señor.[4] Dichosa el alma que accede a esta alegría.

 

El Espíritu Divino se posa en el hombre únicamente por medio de la alegría.[5] Ninguno de los profetas podía acceder al trance profético simplemente cuando ellos lo deseaban; sino que se concentraban y predisponían sus pensamientos con alegría y optimismo, y solo con el corazón contento es que podían profetizar, ya que la profecía no se posa en los holgazanes o en los hombres deprimidos, sino en el hombre alegre. A ello se debía que traían ante los profetas arpas, panderetas, flautas y liras para que así pudieran atraer la profecía, como está escrito: Y era cuando interpretaba el músico, que se posaba sobre él el Espíritu Divino.[6]

 

Existe otro beneficio derivado de la alegría y es el que obtienen aquellos que alegran a los demás, como aquellos dos hombres alegres que al ver alguien triste inmediatamente lo alegraban, y si veían a dos personas riñendo, intervenían bromeando hasta lograr que ambos se reconciliaran. Lo mismo se aplica con respecto al estudio de la Torá, la cual debe estudiarse con un buen ánimo y con el corazón desbordante de alegría: Los preceptos del Eterno son rectos y alegran el corazón.[7]

 

 

 

Haciendo una introspección

 

La Torá le proporciona al Yehudí la alegría de vivir, y le permite sobreponerse a los inconvenientes y a los obstáculos que se le interponen en la vida y quien se aferre a ella, no habrá viento ni tempestad que lo haga caer …porque el Eterno es la respuesta en la alegría de su corazón.[8]

 

A los hermanos Rabbí Zusha de Anipoli y a Rabbí Elimelej de Lizensk les tocó sufrir la crueldad de los rusos. Cierto día fueron apresados por una falsa acusación, los encerraron a ambos en una celda llena de criminales y maleantes, y para impedirles que estudiaran allí Torá o que pudieran rezar, pusieron en medio del calabozo una cubeta que hacía de sanitario para los reclusos (La Halajá prohíbe rezar o estudiar en lugares sucios o malolientes). Al llegar la hora de Minjá (rezo vespertino) y por la impotencia de no poder orar en la hora indicada, uno de ellos rompió en llanto. El hermano lo observó y le preguntó: “¿Por qué lloras? ¿Acaso no sabes que no rezar frente a ese balde es una Mitzvá? y cuando se cumple una Mitzvá se debe estar alegre, así que te invito a cantar y bailar… Entonces los dos hermanos comenzaron a cantar alegres melodías bailando en medio del calabozo, la felicidad rápidamente se contagió en los demás judíos de la prisión.

 

En pocos minutos, toda la cárcel estaba de fiesta, todos bailaban señalando la celda donde se encontraba el balde, el bullicio llego a la oficina del director penitenciario, quien fastidiado averiguó lo qué pasaba, al enterarse que todo giraba en derredor del balde, ordenó retirarlo de inmediato, apenas lo hicieron, los dos hermanos se pusieron a rezar, con la seguridad de que las Mitzvot hechas con alegría son las de más valor... ©Musarito semanal

 

 

“La tristeza no es pecado, la alegría no es Mitzvá. Pero a donde te lleva la tristeza el peor pecado no te lleva y a donde te lleva la alegría la mejor Mitzvá no te lleva”.[9]

 

 

 

 

 

 

 

[1] Tehilim 19:9.

 

[2] Mishlé 3:17.

 

[3] Extraído de Séfer HaMidot; página 288 Rab David Pinto.

 

[4] Yesha'ayá 61:10.

 

[5] Shabbat 30b.

 

[6] Melajim II 3:15.

 

[7] Tehilim 19:9.

 

[8] Kohélet 5:19.

 

[9] Rab Aharón de Karlín.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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