Cada miembro de nuestro cuerpo es una herramienta para servir a Hashem
“Jueces y policías pondrás para ti en todos los portones de las ciudades que Hashem te da para habitar y juzgarán al pueblo con justicia” (16:18).
La palabra lejá (para ti), que está escrita en el versículo, viene a enseñarnos que, aparte de los portones que se instalan en las ciudades como protección, debemos designar jueces. Esto quiere decir juzgar para poder preservar todos aquellos portones en nuestro cuerpo. La palabra shehareja (portones) se refiere a los shinaim (dientes), enaim (ojos), yadaim (manos), raglaim (pies) y kelaiot (riñones).
Debemos ser muy cuidadosos con los siguientes miembros y órganos de nuestro cuerpo:
Los dientes: que sólo mastiquen alimentos kasher y que nos sirvan para articular la tefilá y estudiar Torá. Debemos apretarlos fuertemente antes de permitir que salgan de nuestra boca palabras indebidas, como la maledicencia, las groserías y cualquier palabra altisonante o vulgar.
Los ojos: ya que son la luz del alma, deben evitar ver las cosas que son abominables ante Hashem; por ejemplo, las partes del cuerpo que se consideran desnudez o la idolatría. También debemos evitar ver toda clase de cosas que causen repugnancia o aversión. Deben usarse para estudiar y repasar constantemente los textos sagrados y ver cuál es la mejor conducta judía para llevarla a la práctica.
Las manos: las operaciones comerciales que realizamos diariamente deben estar limpias, no manchadas de robo o engaño. Deben estar puras y listas para el servicio Divino (netilat yadaim), y prestas para ayudar a quien lo necesite.
Los pies: deben correr para cumplir mitzvot. Hay que procurar ser de los primeros en llegar al Bet HaKenéset para decir la tefilá, así como para llegar a tiempo a estudiar, visitar a un enfermo, alegrar a los novios, ayudar y/o acompañar un cortejo fúnebre.
Los riñones: es en ellos donde brotan los consejos.[1] Son los miembros que unen nuestro interior con nuestro exterior. Si los mantenemos bien depurados, tendremos sólo pensamientos de Torá. Una mente sana verá todas las cosas positivamente y juzgará para bien a toda persona.
¿Por qué es tan importante cuidar cada parte de nuestro cuerpo? Está escrito: Y Harán un Santuario para Mí y Yo residiré entre ellos.[2] La palabra Mikdash (Santuario) se refiere a una residencia apta para ser consagrada.[3] Cuando Hashem dice: Y habitaré entre ustedes (betojam), puede traducirse también como “dentro de ustedes”. Esto quiere decir: dentro del corazón de todos y cada uno de nosotros; por ende, se refiere a un yehudí que se mantiene puro y santo por medio del cabal cumplimiento de las mitzvot. Por eso dice: Y harán, “ustedes mismos, por medio de sus hechos, se convierten en un Mikdash, en una residencia apta para que Hashem habite dentro de ella”.
Está escrito que Janá sufría mucho debido a que no podía concebir.[4] El Talmud[5] analiza varios versículos sobre el rezo que pronunció para engendrar a Shemuel HaNabí. Cada año ella acudía a la ciudad de Shiló, donde en aquella época se hallaba el Mishkán. Ella se acercaba y rezaba a Hashem para tener hijos. Y Janá hablaba en su corazón. Rabí Elazar dijo en nombre de Rabí Yosé ben Zimrá: “Esto significa que Janá quiso decir delante de Hashem: ‘¡Señor del Universo! Tú no creaste nada extraordinario en este mundo. Todo tiene un propósito. De todo lo que creaste en la mujer, nada fue en vano: los ojos para ver, los oídos para escuchar, la nariz para oler, la boca para hablar, las manos para realizar labores, los pies para caminar y los senos para amamantar. Por favor, ayúdame a cumplir mi propósito en la tierra. Yo fui creada para dar a luz y amamantar hijos. Bendíceme con un hijo para que mi vida no haya sido en vano’”.[6]
Cada miembro de nuestro cuerpo es como la herramienta de un orfebre; son instrumentos que nos fueron otorgados por el Todopoderoso con el objetivo de pulir, grabar y engarzar joyas para la corona del Rey de todos los reyes, HaKadosh Baruj Hu.
Quien utiliza algún miembro de su cuerpo para pecar se compara a un rey que vio cierto hombre discapacitado. Se apiadó de él y lo llevó en sus brazos para dejarlo en el lugar que quisiese. Mientras estaba en los brazos del rey, el hombre comenzó a arrancar ramas del jardín real y a tirar flechas a todos los que el rey amaba. Hashem nos da un cuerpo sano para servirlo y no para usar los brazos para el mal, ni las piernas para correr al mal, ni los ojos para ver lo que no debemos, ni la boca para hablar lo que Él aborrece…[7]
He meditado sobre mis caminos y he vuelto mis piernas a Tus Leyes.[8] David HaMélej dijo a Hashem que todos los días pensaba en ir a un lugar determinado, pero sus piernas lo llevaban al Bet HaMidrash. Él logró santificar su cuerpo de manera tal que incluso, cuando debía ir a otro lugar, sus piernas automáticamente lo conducían a lugares de Torá. Sus piernas ya no dependían de él. ¿Cómo se consigue esto? Contesta el Mesilat Yesharim: “A una persona que desea comer con absoluto descanso y tranquilidad, y dormir más de lo que su cuerpo necesita, le resultará difícil ser diligente para cumplir mitzvot. Aquel que se acostumbra a actuar así no es dueño de sí mismo, y el día en que quiera cambiar su actitud le resultará muy difícil, debido a que su cuerpo se encuentra mal acostumbrado. Si por el contrario, sus actitudes son de agilidad y prontitud, sin dejarse atrapar por los placeres del cuerpo, entonces podrá cumplir con todas sus obligaciones espirituales sin necesidad de cargar con el peso corporal”. El pago que recibiremos por utilizar cada parte de nuestro cuerpo para servir a Hashem es incalculable.
En una ocasión, ya a una avanzada edad, la esposa del Rab de Vilna y una amiga suya hicieron un acuerdo. Convinieron que la que se fuera primero del mundo vendría a contar a la otra, después de treinta días, lo que se veía en el otro lado de la vida. Y así fue.
Después del fallecimiento de una de ellas, se apareció en sueños a la otra. “Dime, ¿qué ves allí, y qué podemos aprender los que todavía existimos?”, preguntó la que soñaba. La otra le respondió: “¿Recuerdas esa vez cuando fuimos tú y yo a recaudar fondos para beneficio de una novia, para que pudiera casarse? En aquella oportunidad vimos de lejos a una señora candidata a dar un generoso donativo a nuestra misión. Antes de que se alejara, le hicimos un gesto con las manos para que nos esperara, gracias a lo cual pudimos obtener su donativo. Aquí en el Mundo de la Verdad, no sólo fue tomada en cuenta la acción misma de recolección de fondos, sino que quedó registrado cada ínfimo movimiento que realizamos para ello, como el ademán que hicimos para que esa mujer se detuviera. ¡Y también sobre ese detalle estoy recibiendo recompensa!”.[9]©Musarito semanal
“Lo principal de la emuná se encuentra en el corazón del yehudí y es necesario esforzarse para expandirla al resto de los miembros de su cuerpo.”[10]
[1] Julín 11a.
[2] Shemot 25:8.
[3] Gur Aryé.
[4] Shemuel I, 1:10.
[5] Berajot 31a.
[6] Shemuel I, 1:13.
[7] Rabenu Yoná.
[8] Tehilim 119:59.
[9] Hamaor I 192; Mizekenim Etbonán 309.
[10] Rabí Najman de Breslov.
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