LAS BUENAS CUALIDADES, CORONA DE LA PERSONA
“Deberás nombrar rey únicamente a quien elija Hashem”. Debarim 17:15
Después de la Perashá Reé que se refiere a las mitzvot al comienzo de la instalación del pueblo en Éretz Israel, la Perashá de esta semana continúa tratando el tema del reinado, y así expresa la Torá: Cuando llegues a la tierra que Hashem te dará a ti, la heredarás, te establecerás en ella y dirás: pondré sobre mí un rey como las demás naciones. Pondrás rey a quien diga Hashem y será de tus hermanos y no podrá ser alguien que no fuere de mis hermanos. Solamente no aumentará en caballos y no hará retornar al pueblo a Egipto. Y no aumentará en esposas para que estas no le aparten su corazón, y no tendrá mucho oro y plata. Y será cuando se siente en su trono real, escribirá un Séfer Torá, lo tendrá con él y lo leerá permanentemente, para aprender a temer a Hashem y cuidar todos los preceptos de la Torá. Para que no se enorgullezca, y no se aparte de la Torá, para que reine por mucho tiempo él y sus hijos en Israel”.[1]
Si observamos con detenimiento los versículos de referencia, encontramos que la ley para la designación del rey de Israel comienza advirtiendo al monarca de no desviar su corazón hacia sus posesiones y termina con la frase “No sea que se enaltezca y vanaglorie su corazón”, la Torá nos quiere mostrar que el trabajo primordial del rey de Israel, es pulir cualquier vestigio de orgullo y la vanidad de su corazón. Y si esto le corresponde a un rey que está por encima de todos sus súbditos, cuánto más y más se tienen que cuidar de la altivez, todos aquellos que no son dignos de los honores.[2]
La Torá advierte: “No traerás abominación (ídolos) a tu casa ya que serás segregado como ellas. Aborrécelo completamente y considéralo absolutamente ofensivo, pues está proscripto”.[3] Dijo Rabí Yojanán en nombre de Rabí Shimón Bar Yojai: La persona que tiene orgullo y vanidad, es comparado a un idolatra; También dijo: La persona que es altanero, es como si renegara del Creador, como dice el Versículo “Y se alzará tu corazón y olvidaras a tu Creador”.[4]
Un hombre fue una vez a ver al gran Rabino Yerajmiel de Pshisha con una gran pena... "Rebe, yo soy un sastre. Durante los años he ganado una buena reputación por mi especialización y la calidad de mi trabajo. Los nobles en el área piden mis servicios y todas las señoras visten mis modelos. "Hace algunos meses, me pidieron el trabajo más importante de mi vida. El príncipe oyó hablar de mí y me pidió que le hiciera un traje de la seda más fina de la región. Pero cuando le presenté el traje terminado, el príncipe empezó a gritarme y a maldecirme: ¿Esto es lo mejor que puedes hacer? ¡Esto es terrible! ¿Quién te enseñó a coser? Me pidió que me fuera de su casa y me tiró el traje a la cara. "Rebe, estoy arruinado. Todo mi capital lo invertí en la tela. Peor todavía, mi reputación ha sido totalmente destruida. Nadie se atreverá a ordenarme algo después de esto. ¡No entiendo lo que pasó! ¡Éste es el mejor trabajo que he hecho nunca!"
"Regresa a tu tienda," le aconsejó el Rabino Yerajmiel. "Quita todas las puntadas de este traje, cóselos nuevamente exactamente como los cosiste antes, y llévalo nuevamente al príncipe."
El sastre protestó: "¡Pero entonces tendré la misma prenda que tengo ahora!” El Rab exhortó al hombre: "Ve a tu casa, sigue las instrucciones y Hashem te ayudará”.
Dos semanas después, el sastre regresó entusiasmado. "¡Rebe, usted salvó mi vida! Para ser honesto, yo tenía muy poca fe en su extraña idea. Pero, al no tener mejor alternativa, hice como usted me dijo. Cuando le presenté el resultado al príncipe, sus ojos se iluminaron. ¡Hermoso! lloró. Usted está a la altura de su reputación. Éste es el traje más fino que haya visto alguna vez. Él me pagó muy bien y prometió darme más trabajo.
"En verdad yo no entiendo, ¿cuál era la diferencia entre el primer traje y el segundo si la tela estaba cortada y cosida exactamente de la misma manera?". "El primer traje," explicó el Rab Yerajmiel, "se cosió con arrogancia y orgullo. El resultado fue una prenda espiritualmente repulsiva que, aunque técnicamente el perfecto, estaba desprovista de toda la gracia y la belleza. El segundo traje se cosió con un espíritu humilde y un corazón roto, vertiendo en la prenda una belleza interior que evoca temor y admiración a quien la contemple”.
¿Por qué insisten tanto los Jajamim, advirtiendo con gran firmeza el alejarnos de los honores? ¿Por qué habrían de enfatizar precisamente esta característica por encima de todas las demás?
Primero, porque cuando nos vemos a nosotros mismos como seres perfectos, entonces estamos a millones de kilómetros de Hashem, porque nos hemos transformado en el centro de nuestro propio universo ilusorio. Pero cuando tenemos roto el corazón, y el espíritu humilde, entonces podemos acercarnos a nuestro Padre que está en el Cielo.
Segundo, porque en este mundo no puede haber recompensa para las Mitzvot. La Mitzvá es un ente espiritual. Este mundo es un mundo físico. Por lo tanto, por necesidad, la única recompensa que una persona puede recibir en este mundo es una recompensa física. Pero la Mitzvá, que es absolutamente espiritual, no puede recibir la recompensa adecuada en este mundo. Aquí simplemente no existe esa moneda. Empero, si el individuo obtiene status y honores por haber hecho una Mitzvá, aunque el honor sea algo ilusorio, si ha recibido un tipo de recompensa, pues el status y el honor se perciben como entes espirituales. Por lo tanto, al obtener un beneficio sustituto, en la "moneda" del honor, la persona puede llegar al Banco Nacional del Olam Habá, y encontrarse con que cambió sus valiosísimos diamantes, la recompensa eterna de sus Mitzvot, por billetes de juguete.[5]
En conclusión, una persona que alcanza la cualidad de la humildad está colocando la corona más auténtica que le pueda caber a una persona: “la excelencia de sus cualidades”, a partir de ahí se convierte en un ser que tiene claro que el único e infinitamente inmenso es Hashem, y por ende, debe servirlo con todo el corazón y con toda su alma, y este sentimiento es el orgullo más sano que pueda existir sobre la tierra.©Musarito semanal
“El temor es la vestimenta del sabio. La soberbia es la vestimenta del necio.”[6]
[1] Debarim 17:14-20
[2] Ramban
[3] Debarim 7:26
[4] Sota 4b
[5] Jafetz Jaim
[6] Rab David Budnik
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