PERASHAT SHOFETIM
"no deberás tener miedo, ya que Hashem está contigo". 20:1
En la porción de esta semana, encontramos el tema de las guerras que el ejército de Israel debía hacer para tomar posesión de la Tierra Prometida. Antes de que los soldados partieran hacia el campo de batalla, el Cohén que había sido ungido para la guerra les decía: Escucha Israel; ustedes se aproximan hoy a la batalla contra sus enemigos. Que no desfallezca su corazón, no tengan miedo, no entren en pánico ni se aterroricen ante ellos. Pues Hashem marcha a su lado para hacer la guerra por ustedes contra sus enemigos a fin de salvarlos. También los oficiales se dirigían a ellos: ¿Quién es el hombre que ha edificado una casa y aún no la ha inaugurado? ¡Que se vaya y regrese a su casa! No sea que muera en la guerra y otro la inaugure. ¿Y quién es el hombre que haya plantado una viña y aún no la ha redimido? ¡Que se vaya y regrese a su casa! No sea que muera en la guerra y otro hombre la redima. ¿Y quién es el hombre que ha comprometido a una mujer y aún no se ha casado con ella? ¡Que regrese a su casa, no sea que muera en la guerra y otro hombre la despose! ¿Quién es el hombre que tiene miedo y es blando de corazón? ¡Que se vaya y regrese a su casa, para que no derrita el corazón de sus hermanos como el suyo![1]
Está escrito en el Talmud que cuando se les hablaba a los soldados y se les decía que regresen a sus casas, no se los dejaba ir hasta que se mencionaban los cuatro casos. Según Rabí Akiba tal como se entiende, tiene miedo que lo hieran en el combate. Rabí Yosé Hagalilí sostiene que este hombre, al saber que va a la guerra, tiene miedo por los pecados que hubiere cometido y su conciencia le recuerda que su situación espiritual es inconsistente y esto compromete su existencia… Esta circunstancia lo exenta de cumplir con sus obligaciones militares en caso de guerra.[2]
Según las dos opiniones el móvil era por el miedo, si era así ¿Por qué la Torá no lo señala de esta forma? ¿Por qué menciona otros tres motivos más? Explican los Jajamim que el procedimiento era que nadie podía salirse retirarse hasta que no expusieran todos los motivos, una vez que lo hacían todos salían juntos, Se hacía de esta forma para evitar que se señalara a quienes desertaban porque temían morir en la guerra, esto podría causarles una vergüenza innecesaria. [3]
Otra cosa que nos enseñan los Jajamim es que un yehudí nunca puede vivir con temor: Pues Hashem marcha con ustedes para hacer la guerra por ustedes contra sus enemigos a fin de salvarlos. Tenemos la obligación de vivir con fe de que Hashem siempre está con nosotros, nos cuida como un Padre cariñoso, ¡Nunca estamos solos! Él está siempre a nuestro lado para protegernos. El temor es capaz de mantenernos despiertos toda la noche, pero la fe es una magnífica almohada…
En el comienzo de la guerra de Napoleón Bonaparte contra Rusia, el Baal HaTania, estaba preocupado por la inminente amenaza que representaba el que las tropas de Napoleón entraran al país, seguramente la entrada de Napoleón traería consigo una mejora en la situación económica de sus correligionarios, pero también aportaría la introducción de la cultura liberal de Francia, eso afectaría terriblemente la integridad de los judíos de su localidad. El Rab procuraba contribuir en lo que le era posible para evitar que las tropas enemigas lograran infiltrarse. Cuentan que había enviado gente que servían como espías; clandestinamente informaban a la inteligencia Rusa los planes y estrategias de Napoleón. Uno de ellos era Rabí Moshé Maizl, un hombre que dominaba perfectamente el ruso, el alemán y el francés, consiguió integrarse furtivamente a las filas enemigas como traductor, era un hombre afable y prontamente encontró gracia y simpatía entre los principales oficiales, esto le permitió enterarse de los secretos militares del enemigo. Uno de sus mayores logros fue el salvar un importante almacén de armas rusas situado en Vilna, gracias a su informe, se reforzó la vigilancia en el lugar y los planes asalto fueron frustrados.
En otra ocasión, estaban los oficiales planeando estrategias para sus escuadrones. Los mapas estaban extendidos sobre el suelo y los generales discutían acaloradamente sin poder encontrar una ecuanimidad de ideas, la situación apremiaba y debían tomar una decisión, en eso se encontraban cuando de repente, la puerta se abre de golpe… Todos quedaron helados ante la presencia de Napoleón. Entró blasfemando y con furia exclamó: ¿Dónde está el plan que les pedí?
Volteaba de un lado al otro y se detiene en Rabí Moshé, mientras lo señalaba les pregunta: “¿Por qué está aquí este hombre extraño?” Se acerca y sin quitarle la mirada de encima, lo toma del cuello y lo levanta: “¡Tú has de ser un espía Ruso!”. El general tocaba las venas del intruso a fin de sentir los latidos de su corazón… El Rab se percató de esto e intentó concentrarse en lo que había aprendido de sus maestros: “La mente posee una fuerzo prodigiosa, tiene el poder de subyugar el corazón a la voluntad del cerebro…”. Se concentró en la frase que dice En Od MiLebadó (No hay otro a quien temer, solamente a Hashem), respiró hondo y respondió tranquilamente: “Soy un simple traductor, estoy contratado para auxiliar a los oficiales en el terreno enemigo…”. El dictador esperaba sentir alguna variación en su ritmo cardiaco para sacar su espada y degollarlo, el hombre terminó de hablar y el corazón no mostro ningún cambio, el opresor retiró su mano, giro sobre sus talones y comenzó a dictar las instrucciones a sus oficiales, así fue como Rabí Moshé consiguió salvar su vida y también la vida espiritual de miles de sus hermanos.[4]
Nos encontramos en el mes en que Hashem nos trata con piedad, el mes de Selijot, cada día nos acercamos al temible Día del Juicio; ese día Hashem revisa nuestras acciones, y decide qué hacer con nosotros. El mes de Elul es particularmente propicio para renovación y re dedicación. En este tiempo hacemos un inventario moral, pues los días donde rendiremos cuentas se están aproximando. Una enseñanza que podemos sustraer del tema de nuestra Perashá es que la persona puede sentirse abrumada por sus acciones. Probablemente no poseemos los méritos suficientes para ser inscriptos en el libro de la vida, la salud, el buen sustento, satisfacciones y alegría. Este es el único temor que debe poseer un yehudí, el miedo a sus acciones inadecuadas.
Desde que comenzamos a recitar los Selijot, sabemos que el año está por terminar y hay momentos en que tenemos que tomar decisiones trascendentes y decidir cambiar el rumbo para ir en el sentido correcto. ¿Hasta cuándo vamos a cuidar el Shabat como corresponde? ¿Hasta cuándo vamos a dejar de ser adictos al trabajo? ¿Hasta cuándo vamos a seguir copiando el comportamiento y la vestimenta de otras naciones? ¿Hasta cuándo vamos a dejar que nuestros hijos no tengan una educación judía segura?
Hay muchas cosas en las que debemos cambiar. Hashem está cerca, esperando nuestro retorno, Él quiere colmarnos de bendiciones, el futuro lo tenemos en nuestras manos. No desaprovechemos la oportunidad, son momentos preciosos para acercarse al Creador, investigar en los libros de Musar y encontrar el secreto para ser inscriptos en libros de larga vida y vivir como auténticos Yehudim. ©Musarito semanal
“Si una persona teme a Hashem, entonces todo está bien. Si una persona no teme a Hashem, entonces realmente tiene motivos para estar atemorizada”.[5]
[1] Debarim 20:3-8
[2] Sifté Jajamim
[3] Sotá 43a, ver Rashí
[4] Shemuot VeSipurim; Refael N. Kahan
[5] El Rabí de Karlín
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