Tu misión en la vida
“Tú ordénales a los Hijos de Israel” (27:20).
Al comienzo de esta perashá, Hashem habla a Moshé, pero a diferencia de otras veces, esta vez se refiere a él con el pronombre “tú” en vez de mencionar su nombre. Desde el nacimiento de Moshé (que se menciona en el segundo capítulo del Libro de Shemot hasta el final), no encontramos otra perashá en la que no aparezca su nombre, exceptuando ésta. ¿Cuál es el motivo? Cuando Hashem consideró aniquilar al Pueblo Judío por haber adorado al becerro de oro, dijo a Moshé: Y ahora déjame;[1] que se encienda mi ira y los consumiré, y haré de ti una gran nación. Él intercedió por el pueblo y suplicó: Perdona su pecado… pero si no, bórrame de Tu libro.[2] Hashem respondió: A quien haya pecado contra Mí, lo borraré de Mi libro. Al final el Pueblo no fue aniquilado gracias a la súplica de Moshé. Esto significa que hubo misericordia. Si ya los había perdonado, ¿por qué entonces el nombre de Moshé fue borrado? Él ni siquiera participó en la elaboración y adoración del becerro… El motivo: un Tzadik debe ser extremadamente cauteloso con cada palabra que pronuncia.[3]
Preguntan los Jajamim: “¿Qué relación tiene el nombre de Moshé con el perdón del pecado? ¿Por qué eligió sacrificar su nombre y no su vida, u otra cosa?”.[4] Si prestamos atención a los sucesos de la salida de Egipto, encontraremos un sinfín de milagros. Aun antes del nacimiento de Moshé, Hashem había designado que la salvación llegara por medio de él; los astrólogos del Faraón lograron vislumbrar esto en las estrellas y por este motivo le sugirieron que arrojara al río Nilo a todo niño que naciere. La hija del faraón transgredió la orden de su padre: salió al río y rescató al niño judío que sería el futuro salvador del Pueblo de Israel. Está escrito en el Talmud[5] que Moshé poseía diez nombres y el más conocido es el que le puso la hija del faraón: lo nombró Moshé, que significa: “de las aguas lo saqué” (meshitihu).[6] El término Moshé proviene de meshitihu. Preguntan los Jajamim: “‘Moshé’ está conjugado en presente, como diciendo: el que saca (“moshé”), cuando debería estar en pasado: el que saqué (meshitihu), esto nos enseña que ella estaba profetizando lo que haría en el futuro: ‘Fuiste sacado del agua, para que puedas sacar al Pueblo de Israel de Egipto. Todos los milagros de que fuiste objeto ocurrieron solamente para que cumplas con tu misión de ser el salvador y el guía de Israel’”.
Los comentaristas acotan que el argumento de Moshé fue así: Bórrame de ella [Tu Torá] para que no digan que no fui digno de pedir misericordia por ellos.[7] “Mi nombre significa que yo fui designado por Ti para rescatar al pueblo y conducirlo hasta la Tierra Prometida. Esa era mi misión; si vas a aniquilarlos, el nombre que poseo ya no tiene razón de existir y, por tanto, bórralo…”.
Cada yehudí tiene una función en la vida; nace con todas las herramientas para lograrlo. Nadie puede ni debe considerarse como alguien intrascendente o sin misión alguna. Si cumple con su función en forma adecuada, tendrá el mérito de recibir y gozar la recompensa de sus obras en el Mundo Venidero. Lo fundamental es saber cuál es la misión de cada uno. De lo contrario, a pesar de que hagamos muchas cosas buenas, no será suficiente, ya que estábamos preparados para mucho más.
Rab Meir Jadash, mashguíaj de la yeshibá de Jebrón, relató que Rab Aharón Kotler llegó a la yeshibá de Slobodka cuando tenía 14 años. Era huérfano y sus familiares, cuando vieron lo inteligente que era, quisieron sacarlo de la yeshibá para que estudiara odontología y pudiera mantener con honor a su familia. No se oponían a que estudiara Torá; sólo querían que se formara como profesional y pudiera mantener sin dificultad a su familia. Los familiares llegaron a la yeshibá, se presentaron delante del Saba de Slobodka y le plantearon su proyecto. El Rab les solicitó que lo dejaran estudiando tres semanas más y luego tendrían el permiso para inscribirlo en la universidad. Los familiares aceptaron la oferta. El Rab puso al joven de 14 años con uno de los alumnos más destacados de la yeshibá para que todo el tiempo estudiara con él. Así le mostraría el verdadero gusto por el estudio y lo llenaría de conocimientos. En ese pequeño lapso de tres semanas, el futuro Rab Aharón Kotler, Rosh Yeshibá que daría forma a la Torá en los Estados Unidos, alcanzó a comprender lo que a otro joven le llevaría dos o tres años. Cuando pasaron las tres semanas, llegaron los familiares. El Saba les contestó: “Como les dije, pueden llevarse al joven”. Fueron a buscarlo y cuando él escuchó que querían que dejara la yeshibá para ir a estudiar odontología, los miró con desacierto y les dijo: “¿Qué? ¿No tienen otra cosa que hacer? ¿Dejar la yeshibá? ¡Toda mi vida está en este lugar!”. Así se formó Rab Aharón Kotler.
¿Qué habría pasado si los familiares hubiesen convencido al Rab de sacarlo de la yeshibá? Seguramente hubiera sido un excelente profesional, e indudablemente hubiese realizado sus tefilot con minián, estudiado muchas Guemarot, el Shulján Aruj y mucho más. ¿Qué más se le podía pedir? Esto lo veríamos en este mundo. Pero al llegar al Mundo Venidero le hubieran mostrado al verdadero Rab Aharón Kotler, fundador de la yeshibá de Lakewood, donde miles y miles de alumnos recibieron de él una educación de Torá pura y temor a Hashem. Le hubiesen mostrado también cómo miles de yehudim de América recibían su influencia directa o indirectamente, y le hubiesen dicho: “¡Esto es lo que podrías haber hecho en tu vida!”.[8]
Todos llegamos a este mundo con un objetivo específico; el deber de cada uno es cumplir esa meta. Generalmente es difícil saber cuál es la misión exacta que tiene uno por cumplir, ya que la vida está llena de obstáculos y complicaciones. ¿Y cómo puede uno saber cuál es esa misión que vino a cumplir? La manera de saberlo es cuando uno percibe dificultad en algo en especial para servir a Hashem. Allí es donde la persona debe invertir todos sus esfuerzos para lograrlo. Por ejemplo, si se le dificulta despertarse temprano para poder hacer tefilá con minián, es probable que su misión sea trabajar sobre este tema, y cuando se esfuerce con total entrega, logrará entonces cumplir con el deber para el cual llegó a este mundo. Si analizamos, veremos que el mundo y la vida están llenos de sufrimientos y pruebas difíciles, y nadie está seguro de que a él no le tocará. Por eso debemos esforzarnos para identificar cuál es nuestro objetivo en el servicio a Hashem y no conformarnos con poco. Debemos aplicar al extremo todas nuestras fuerzas para cumplir y afrontar con total dedicación y entrega nuestra misión, y cuando en el Cielo vean el sacrificio, entonces mandan fuerzas y ayuda para alcanzar el objetivo: Sabiduría es saber lo que se tiene que hacer, habilidad es saber cómo hacerlo y virtud es hacerlo. ©Musarito semanal
“No basta dar pasos que puedan conducir hasta la meta, sino que cada paso sea una meta por sí misma”
[1] Shemot 32:10. Aunque Moshé no había pedido misericordia por ellos, Hashem le dijo: “Déjame”; le estaba proporcionando una apertura para interceder por Israel informándole que el asunto dependía de él; que si rezaba por ellos, no los aniquilaría; Shemot Rabá 42:9.
[2] Shemot 32:32.
[3] Ver Berajot 56a; Makot 11a. Cuando un justo decreta y lo condiciona a su cumplimiento, aunque la condición fue cumplida, el decreto requiere del indulto.
[4] No hay mayor muestra de favor y entrega al prójimo que ésta. Moshé estuvo rezando por la salvación de Israel hasta que “Vaijal”, y se enfermó. También está dicho que él estuvo dispuesto a morir por ellos. Ver Berajot 32a.
[5] Meguilá 11a.
[6] Shemot 2:10.
[7] Ver Rashí a Shemot 32:32.
[8] Extraído del libro “Alenu Leshabeaj”.
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