Vayikra Tazria
“Y en el octavo día será circuncidada la carne de su prepucio”. (12:3)
La semana anterior leímos Perashat Sheminí. Esta semana leeremos las Perashiot Tazría y Metzorá, que tratan sobre el tema de las impurezas que surgen con motivo de los nacimientos, así como también nos muestran la afección de “Tzaráat”, que era una especie de erupción; estas manchas o llagas podían salir en el cuerpo, las vestimentas o en las paredes de la casa de aquel que hablaba o difamaba a otras personas, sembrando con sus palabras, discordia, oscuridad y destrucción; preguntan los Jajamim: ¿Existe alguna relación entre estas tres Perashiot?
La palabra Sheminí significa literalmente como ocho y tiene las mismas letras que Neshamá (alma) y trata sobre la impureza que se adquiere de comer o tocar ciertos animales.[i] Perashat Tazría habla sobre el embarazo, la purificación de la mujer a los siete días y la circuncisión del niño a los ocho. Metzorá habla sobre aquella persona que había adquirido Tzaráat, este tenía que salir del campamento durante siete días y el octavo debía acercar su ofrenda de expiación. La respuesta es que la práctica de la circuncisión, la purificación de la mujer, la ablución del leproso y la relación que tienen éstos con el Santuario de Hashem guardan una concordancia con el número siete, mismo que representa al mundo material, como los siete días de la Creación y la impureza que llegó al mundo por el pecado de Javá. El número ocho que simboliza la dimensión del Mundo venidero. El Berit Milá no se práctica antes de los ocho días es porque se requiere que el niño haya vivido al menos un Shabat para ser santificado y así poder adquirir el inmenso potencial para someterse y apegarse al Creador e integrarse como miembro del Klal Israel. El Berit Milá es un pacto eterno que cada varón judío graba en su cuerpo como señal indeleble del el pacto eterno con Abraham y sus descendientes.[ii]
Ocurrió que una mujer que no cumplía con la Tora, llamó a un Mohel, llamado Rabí Abraham, para que fuera a su casa y le practicara la circuncisión a su hijo. El Mohel al llegar a la casa, le preguntó a la dueña adónde iba a realizarse el Berit Milá. Para su sorpresa, la mujer le dijo: aquí, en mi casa. El Mohel entró y vió la casa vacía. No había nadie. Su asombro aumentaba. La mujer, al ver el rostro del Mohel, le explicó que ellos no eran religiosos, y a decir verdad, jamás habían pensado, ni ella ni su esposo circuncidar a sus hijos. Estaban muy alejados del cumplimiento de la Tora. Pero alguien los aconsejó que si no le hacen el Berit Milá a sus hijos, cuando crezcan, ellos se verán “diferentes” y sentirán vergüenza de ser distintos a sus amigos. El Mohel estaba muy sorprendido. Ella le dijo que su marido se había ido a trabajar y por lo que ella sabía, se trataba de una pequeña operación, así que no era necesaria su presencia, tomó sus cosas y salió de la casa. La niñera debía llegar en la próxima media hora.
El bebé de 2 meses dormía profundamente, y el Mohel quedó solo con el pequeño. Nunca había realizado un Berit Milá en una casa vacía. Pero Rabí Abraham no perdió el tiempo. Sabía que debía apurarse antes de que alguien se arrepintiera. Ordenó todos los instrumentos para realizar el Berit. Se preparó mentalmente. Un bebé de dos meses necesita un trato especial, no es lo mismo que un recién nacido. Lo despertó con delicadeza y lo preparó para la intervención. Él tendría que ser el Mohel y también el Sandak. Realizó la circuncisión con gran destreza. Recitó las bendiciones, y cuando llegó el momento de nombrar al bebé, lo llamó Yuval, como le dijo la madre antes de salir. El bebé empezó a llorar. Acarició al bebé, lo bendijo, y esperaba que pronto llegara la niñera. Corría el tiempo y no aparecía, comenzaba a impacientarse… Miraba el reloj una y otra vez y nada... La casa estaba desierta. Y lo peor, no sabía a quién llamar. El bebé comenzó a llorar, pensó que era por hambre, entonces fue a la cocina a buscar el alimento y no encontró comida para bebés. Lo único que lo calmaría sería la comida que no tenía a mano….
Sentía tanta lástima por el pequeño, lo miraba con compasión hasta que también él estalló en llanto. Lloraba por el bebé y por su situación indefinida; lloraba por esos padres que no vivían como Yehudim. Lloraba pidiendo piedad por este niño, que a pesar de vivir en una casa “anti religiosa”, por lo menos había tenido el mérito del Berit Milá… Después de hora y media por fin se presentó la niñera, al principio se asustó al ver a un hombre mayor llorando junto al bebé. Él le explicó quién era y ella se disculpó por su tardanza. Antes de salir, le dejó las instrucciones de cómo cuidar al bebé y se despidió…
Pasaron trece años, y para ese entonces, Rabí Abraham ya era un Mohel renombrado y exitoso. Un día al sonar el teléfono, una señora pidió por él. Le dice el nombre y le pregunta si la recuerda. En un primer momento, no sabía quién era y pidió que lo ayudara a recordar. Ella le contó que trece años atrás él fue llamado para hacer el Berit Milá de Yuval. Eso fue suficiente para saber de quien se trataba ¡Un suceso así no se puede olvidar…! Preguntó cómo estaba el muchacho y la mujer le dijo que justamente ese era el motivo del llamado. ¿Acaso pasó algo?, preguntó. Hay problemas, contestó la mujer, pero no lo de los que usted piensa, por favor, venga a mi casa y le explico.
Rabí Abraham fue rápidamente hacia allá, cuando llegó observó y recordó aquella millonaria mansión que por fuera se veía tan suntuosa. Lástima que por dentro se viviera con tan poca espiritualidad... La mujer le habló del hijo, que en los últimos tiempos había cambiado mucho. No quería ir a la escuela porque decía que allí le enseñaban tan solo trivialidades. No pude creer cuando nos dijo: “¡Quiero ser religioso!”. “¿Cómo puede ser que nuestro hijo, criado en esta casa, de repente quiera esto? ¡De dónde sacó estas ideas!”. La madre le contó que a raíz de este tema, habían discutido mucho con él, pero seguía firme en su postura. “Además, nos exige que cuidemos el Shabat, que comamos Kasher, ¡Imagine que me pidió que quiere ingresar a estudiar en una Yeshivá! ¿Lo puede usted creer…? Ya lo llevamos con psicólogos y psiquiatras, y todos confirman que está completamente normal y que su voluntad es ser religioso. Los médicos nos han aconsejado a dejarlo ser así. Nosotros lo amamos y no sabemos ni por dónde empezar. Decidí llamarle porque usted es la única persona religiosa con la que hemos tenido contacto…
Rabí Abraham entabló una larga conversación con el joven y cuando se dio cuenta de que su anhelo era auténtico, habló con los padres y los convenció de ingresarlo en una muy reconocida Yeshivá, y al poco tiempo, Yuval mostró una constancia y empuje sin igual, era inminente que de seguir así, llegaría a convertirse en un gran Talmid Jajam. El Mohel recordó aquel día del Berit Milá y dedujo que aquel día en el que ambos, él y el bebé, quedaron llorando, no estaban solos, con ellos estaba también Eliahu Hanabí llorando junto con ellos, esto seguramente provocó que Hashem recordara el Pacto eterno que hizo con nuestro padre Abraham, que sus descendientes, continuarían por siempre en su senda,[iii] amando y obedeciendo al Creador demostrándolo por medio del cumpliendo de la Torá y las Mitzvot.…[iv]
Aunque Hashem pudo haber creado al hombre ya circuncidado, decidió crearlo con un prepucio que es necesario cortar. La persona tiene el potencial para llegar al Mundo Venidero con el alma pura. Todos poseemos el libre albedrío y las herramientas para conseguirlo. Depende solo de nosotros mismos….[v] ©Musarito semanal
“La esencia del libre albedrío es elegir ser un alma, no un cuerpo. La batalla es hacer lo que tu alma quiere, no lo que tu cuerpo tiene ganas de hacer”.[vi]
[i] "Rab Simlai dijo: así como la creación del hombre fue posterior a la de los animales y las aves en la creación del mundo, así también sus leyes (del hombre) figuran posteriormente a las leyes de los animales y las aves" Rashí 12:2
[ii] Bereshit 17:9-14
[iii] Tehilim 105:8-10
[iv] Emuná Shlomó
[v] Séfer Hajinuj
[vi] Rab Noaj Weinberg
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