el entusiasmo en el cumplimiento de las mitzvot
“Un fuego continuo debe quemar en él; no debe ser extinguido” (6:6).
Todo yehudí sabe que está prohibido comer sebo; lo mismo se aplica respecto a la sangre.[i] Esta ley se aplica desde la época en que estaba construido el Bet HaMikdash hasta nuestros días. Los Jajamim preguntan: “Por un lado encontramos que estos dos elementos se acercaban en el Mizbéaj y, por otro, se nos prohíbe su consumo. Hay una ley respecto a que todo lo que es propicio para el consumo humano es propicio para el Altar, y viceversa”.
¿Por qué estos dos componentes son la excepción?
La respuesta conlleva una enseñanza maravillosa: por un lado, el sebo representa el materialismo y el abuso de los placeres mundanos; la sangre representa la energía que mueve e impulsa al cuerpo; el sebo simboliza la falta de ganas, que apaga el ardor y la iniciativa del hombre de hacer actos buenos. Esto es lo que esta enseñanza quiere mostrarnos: el acelerador (la sangre) debe servir para estimular el cuerpo a levantarse y hacer mitzvot; mientras que el freno (el sebo) sirve para frenarlo y controlarlo para que haga cosas negativas. Lamentablemente, en ocasiones estos dos componentes se utilizan en sentido contrario: la sangre acelera a la persona para dar rienda suelta a sus instintos materialistas y, por otro lado, el sebo la frena y la contiene ante las cuestiones espirituales y morales. La Torá nos recomienda: “No consumas la sangre y el sebo según tu propio criterio, pues si los presentas ante el Altar de Hashem cumplirán con sus adecuados propósitos”.[ii]
Otra de las ordenanzas que recibieron los Cohanim fue la de mantener el fuego del Altar siempre encendido. Es sabido que los sacrificios eran consumidos por un fuego que bajaba del Cielo. Entonces, ¿para qué echamos más leña al fuego? Los Cohanim debían cuidar y agregar madera para que las llamas que ardían sobre el Mizbéaj ascendieran permanentemente. De esto podemos llevarnos una gran enseñanza: si en el Altar físico estaba prohibido apagar aun un pequeño pedazo de carbón, ¡cuanto más debemos cuidarnos de no apagar incluso una pequeña brasa que se halle estimulando el corazón de un judío para acercarse a su Creador! Dentro de nuestro ser reside una chispa de santidad que nunca se apaga y anhela ascender y morar en su lugar de origen. La única forma de conseguirlo es aplicar la razón y el entendimiento al cumplimiento de las mitzvot. Tenemos la obligación no sólo de mantenerla encendida, sino acrecentarla constantemente, por medio del estudio y el cumplimiento de lo que está escrito en la Torá HaKedoshá.[iii]
Cuando la semana en la que se lee Perashat Tzav cae antes de la fiesta de Purim, se saca otro Séfer donde se lee Perashat Zajor. Comienza así: Recordarás lo que Amalek te hizo en el camino, cuando ustedes salieron de Mitzraim, que se topó contigo… La palabra “karejá” (“que se encontró”) está relacionada con la palabra “kar”, que significa frío. Amalek enfrió y entibió el entusiasmo espiritual del pueblo. Cuando salimos de Egipto, todas las naciones tenían miedo de pelear contra nosotros; cuando vino el pueblo de Amalek, mostró a los demás la posibilidad de hacerlo.
Esto se compara con una tina de agua hirviente a la que nadie puede introducirse. Viene entonces una persona despreciable y se zambulle dentro de ella. Aunque sufre quemaduras, enfría el agua para que otros puedan meterse en ella.[iv] Amalek era nieto de Esav. Antes de morir, su abuelo le dijo: “Mucho me he esforzado por aniquilar a Yaacob, pero no lo he logrado. ¡Ocúpate de vengarte por mí!”. El nieto preguntó: “¿Cómo puedo vencerlo?”. Esav contestó: “Escucha con atención: cuando los veas [a los descendientes de Yaacob] tambalear (o sea, débiles espiritualmente), ¡entonces atácalos!". Mientras los yehudim estuvieron esclavizados en Egipto, los descendientes de Amalek se multiplicaron como espinas en el campo; se convirtieron en un pueblo. Amalek infundió en sus corazones el odio hacia los yehudim. Al ver a los Hijos de Israel saliendo de Egipto, su odio estalló como una flama. Reunió a su pueblo y les tendió una emboscada. Y cuando Israel se encontraba fatigado y exhausto, se abalanzó sobre su gente y la atacó.[v]
Amalek fue testigo de las maravillas y los milagros que Hashem hizo en Egipto; también presenció la venganza que el Todopoderoso cobró contra aquellos que esclavizaron y maltrataron a Su pueblo, y aun a sabiendas de que sería castigado por atacar a Israel, no renunció a su propósito.[vi]
En la festividad de Purim, Hamán (que era descendiente de Amalek, heredó su ideología y quiso también aniquilar al Pueblo de Israel) presentó delante del rey Ajashverosh un plan de exterminio. Cuando Hamán se percató de que el rey, temeroso del amparo que Hashem da a su pueblo, dudaba en hacerlo, lo persuadió con el siguiente argumento: “Está escrito en su Torá: ‘Tzur yeladejá teshi’ (‘La Roca (Hashem) sus hijos lo debilitaron’)”.[vii] (El Sifrí explica que el verbo teshi significa “debilitar”. Obviamente es imposible que el hombre “debilite” el poder de Hashem. Como lo expresa el pasuk: Incluso si pecaste, ¿en qué lo afectaste a Él?[viii] Esto quiere decir que Hashem se comporta con sus hijos de forma equivalente; así, “tal como se comporte la persona, así Hashem se comporta con el mundo”.[ix]
Dijo David HaMélej: Hashem es tu sombra sobre tu diestra.[x] Hashem se relaciona con el hombre como el hombre se relaciona con Él, igual que la sombra sigue los movimientos de la persona que los hace.[xi] ¡Hamán tenía razón! El pueblo se había debilitado. Está escrito en la Meguilá: En esa noche se le fue el sueño al rey.[xii] Explica el Midrash que esto se refiere a que en ese momento el pueblo se encontraba con temor; el decreto estaba sellado, estaban en el tercer día de ayuno y todos despertaron en teshubá. Hombres, mujeres y niños, todos temían y despertaron sus corazones. Entonces el Rey Hashem “despertó” y vino la salvación que conocemos.
De aquí aprendemos que, aun cuando cumplimos las mitzvot, realizarlas de manera rutinaria y fría no es lo que Hashem espera de nosotros, y lo que hagamos lo recibiremos de nuevo de Hashem. La frialdad es un síntoma de que la relación del judío con la Torá y sus preceptos no anda bien. Cumplirlas en forma mecánica es comparable a un automóvil que circula por la carretera; si apagamos el motor mientras conducimos, el auto continuará avanzando, debido a la inercia.[xiii] La guerra con Amalek no ha terminado. Los descendientes de Amalek están al acecho, esperando el momento para atraparnos “fríos”. ¿Cómo podemos defendernos de semejante amenaza? Estudiando Torá, cumpliendo los preceptos, sirviendo a Hashem con fervor, alegría, entusiasmo, temor, amor, concentración, humildad, agilidad. La primera palabra de la Perashá semanal es “tzav”, que significa “orden”. Si queremos mantener vivo el fuego del cariño por la Torá y el Temor Celestial, es necesario agregar leña continuamente, en todo momento, para evitar que ese fuego se consuma por sí mismo. Obviamente, Hashem nos ayuda a alcanzar este objetivo. Rab Wolbe afirma que la experiencia nos enseña que quien fija un tiempo para el estudio de Musar mejora su personalidad sin esfuerzo y sin siquiera darse cuenta, además de incrementar su meticulosidad en el estudio de la Torá y el cumplimiento de las mitzvot.
Si mantenemos encendido el fuego del Mizbéaj que se encuentra en nuestros corazones, Hashem se encargará de todos nuestros enemigos. Igualmente acercaremos la Gueulá; Hashem va a construir el Mizbéaj físico en nuestros días y ello nos dará la oportunidad de acercarnos todavía más y mejor a nuestro Creador. ©Musarito semanal
“El camino del Eterno es perfecto. La palabra del Eterno es pura. Él es el escudo de todos los que en Él se refugian.”[xiv]
[i] Vayikrá 3:17.
[ii] Jumash Dor Deror, tomo 3, pág. 19, Rab Mordejai Babor.
[iii] Zebaim 91b.
[iv] Vayikrá 25:17; ver Rashí.
[v] Shemot 17:8.
[vi] Eliahu Kitov.
[vii] Debarim 32:18.
[viii] Iyob 35:6.
[ix] Gur Aryé.
[x] Tehilim 121:5.
[xi] Rabí Israel Baal Shem Tob.
[xii] Ester 6:1.
[xiii] Rab Jaim Friedlander.
[xiv] Tehilim 18:31.
.
© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.