Hermandad
“Y cayó sobre el cuello de Biniamín y lloró, y Biniamín lloró sobre su cuello” (45:14).
La Perashá de esta semana trata principalmente del momento en que Yosef revela su verdadera identidad a sus hermanos y la llegada de Yaacob y su familia a Egipto.
Seguramente era del conocimiento de Yosef que su padre lloraba y estaba de luto, pues lo suponía muerto. ¿Por qué Yosef no avisó a su padre que estaba vivo, ahorrándole así mucha angustia?
El Rambán explica que Yosef sabía que sus sueños no eran simplemente eso, sino visiones proféticas que debían ocurrir. Yosef tenía que esperar hasta que fuera elevado a Virrey. Sólo entonces los once hermanos se inclinarían ante él, como lo había visto en sus sueños. Si Yaacob se hubiera enterado de que estaba vivo, habría ido a verlo de inmediato.
Sólo después de que sus hermanos (las gavillas que vio en el sueño) se hubieran inclinado ante él, el segundo sueño del sol (representado por Yaacob), la luna (representado por Bilhá, quien lo había criado) y las once estrellas (los hermanos) podría cumplirse.
Cuando los hermanos llegaron por primera vez sin Biniamín, Yosef se dio cuenta de que, antes de poder revelar su identidad, debía encontrar una manera de forzarlo a ir a Egipto, con lo cual estaría cumpliéndose la primera profecía. Por tanto, los trató duramente y les advirtió que ningún alimento iba a serles suministrado a menos que todos los hermanos fueran.
Una vez que la primera profecía se cumplió, Yosef estaba en condiciones de revelar su identidad, traer a su padre junto con toda su familia y producir así el cumplimiento de la segunda profecía.
Al encontrarse con Biniamín, el único otro hijo de Rajel, se abrazan y lloran juntos.
¿Cuál era el motivo del llanto?
Yosef estaba profetizando de esta forma que el primer y el segundo Bet HaMikdash, que estarían asentados en el territorio de su hermano, serían destruidos. Y Biniamín estaba viendo que el Mishkán de Shiló, que estaría en el territorio de Yosef, también sería destruido.[1]
Ambos habían ansiado el rencuentro durante veintidós años. ¡Cualquier persona se pondría a celebrar, en lugar de llorar! ¿Era acaso el momento para llorar por algo que sucedería en el futuro? Había cosas que sucederían antes en la historia, como la esclavitud en Egipto. ¿Por qué no llorar por algo más reciente?
Es sabido que la destrucción del Bet HaMikdash se dio por la conducta del pueblo. Cabía la posibilidad de que se arrepintieran de sus actos y el decreto fuese anulado, y entonces resultaría que estarían llorando sin razón. Recordemos que eso fue lo que causó la tragedia: cuando los espías regresaron de explorar la tierra y el pueblo lloró sin razón, provocando que en el futuro lloraran el 9 de Ab por la destrucción de los dos Bet HaMikdash. Entonces, ¿por qué lloraron por algo que no era seguro que sucedería? Además encontramos algo curioso: cada uno lloraba por la destrucción del otro, y no por la propia.
¿Qué es lo que la Torá quiere enseñarnos con esto?
Ellos sabían que todos los problemas que iban a ocurrir en el futuro tendrían solución. Por ejemplo, la esclavitud en Egipto fue algo difícil, pero al final salieron milagrosamente y recibieron la Torá. Sin embargo, es sabido que el último Bet HaMikdash fue destruido a causa de la falta de hermandad.
Cuando Yosef y Biniamín se encontraron, sabían que su separación había sido provocada por un odio gratuito, y lloraron porque vieron que la destrucción del Templo sería también resultado de rencores infundados.
Por eso lloraban: vieron que el odio causante de las consecuencias del pasado, también ocasionaría las destrucciones del futuro.
La rectificación del odio infundado yace en el incremento del amor por el prójimo, hasta el grado en que el padecimiento del otro provoque más dolor que el propio.
Y por este motivo cada cual lloró por la destrucción del otro, demostrando así que para él era más dolorosa la destrucción de algo del otro que de lo propio. Y a pesar de que el Bet HaMikdash que estaría en el terreno de Biniamín no se podía construir sin que el de Yosef fuera destruido previamente, con todo, Biniamín lloró prefiriendo que no se construyera la morada de Hashem en su territorio, con tal de que no se destruyera la de su hermano. Sólo un amor de tales dimensiones es capaz de rectificar el odio infundado.[2]
Podríamos pensar que semejantes cualidades son únicas de nuestros Abot HaKedoshim. Las acciones que ellos llevaron a cabo con tanto esfuerzo marcaron el camino para que lo sigamos. Encontramos en nuestros días personajes que llevan a cabo acciones similares, para mostrarnos que todos tenemos la posibilidad de emular sus acciones en cualquier ámbito, época y circunstancia…
El día jueves 14 de agosto de 2003, la localidad de Brooklyn, en Nueva York, se quedó sin el suministro de energía eléctrica. Un enorme apagón detuvo casi instantáneamente el servicio de subterráneos y oscureció las casas, oficinas y negocios en toda la ciudad.
A pesar de que algunas zonas recuperaron el suministro eléctrico al cabo de algunas horas, hubo lugares en que las personas tuvieron que esperar varios días para volver a tener electricidad. La ciudad estaba convertida en un caos; más de cinco millones de personas se sofocaban bajo el intenso calor del verano.
Cuando la fábrica de helados Klein de Brooklyn se quedó sin electricidad, el señor Abba Klein, dueño de la empresa, estaba bastante preocupado. ¿Cuánto duraría el apagón? Él sabía que sus cámaras frigoríficas podían mantener congelado el helado durante veinticuatro horas más. Afortunadamente, el suministro eléctrico fue restituido al día siguiente, y el señor Klein suspiró aliviado, pues ninguno de sus productos se echó a perder.
Al ver que otros negocios estaban perdiendo miles de dólares, pues los productos que requerían mantenerse a cierta temperatura comenzaban a arruinarse, el señor Klein se sintió increíblemente agradecido a Hashem por su buena suerte. Sin embargo, en lugar de continuar sus negocios con normalidad, el señor Klein pidió a su hijo Pinjas que fuera a su oficina ese viernes por la mañana. “Hashem ha sido muy bondadoso con nosotros”, le dijo, “pues podríamos haber perdido una fortuna con el apagón. Ahora quiero que averigües si nuestro competidor, Helados Mehadrín, tiene electricidad en sus depósitos. Por favor, llámales y fíjate si necesitan nuestra ayuda. Cualquier ganancia que obtengamos de la venta de helados es determinada por Hashem y debemos ayudar a nuestro competidor”.
Después de hablar con Helados Mehadrín, Pinjas se enteró de que ellos y toda esa área aún no tenían electricidad. Entonces, Pinjas Klein llamó al señor Zalman Leib Farkas, el dueño de Helados Mehadrín, y le ofreció el uso de sus congeladores.
¡El señor Farkas no podía creer lo que estaba escuchando! ¡Cómo! ¿Su más grande competidor le estaba haciendo semejante proposición?
Agradeció a Pinjas por haberlo llamado y aceptó inmediatamente la gentil propuesta. De inmediato, el señor Klein reacomodó los productos que había en sus congeladores para hacer lugar y ubicar allí los Helados Mehadrín, y el señor Farkas envió dos grandes camiones llenos de helado a los depósitos de Klein. Además, ellos hicieron una conexión especial de electricidad desde el depósito a los camiones de Helados Mehadrín para poder usar también los camiones con refrigeración como depósitos.
A pesar de que todo este “operativo” fue bastante difícil y costoso de realizar, la familia Klein lo hizo sin vacilar. El señor Farkas estaba asombrado por el acto de bondad que el señor Klein había realizado para con él. Gracias a su ofrecimiento, había podido evitarse grandes pérdidas de dinero.
Cualquier persona que camine por un supermercado kasher en los Estados Unidos, al pasar por el pasillo de la comida congelada, verá los helados Klein y Mehadrín puestos a la venta uno al lado del otro. Uno podría pensar que estas dos compañías son rivales y competidoras, a menos que, por supuesto, conozca esta historia...[3]©Musarito semanal
“Sólo por la hermandad puedes aceptar sobre ti mismo la Soberanía de Hashem. La llave para ser temeroso de Hashem es la unidad de uno con el otro.”[4]
[1] Rashí.
[2] Maayané Shel Torá, Vaigash; Rebe de Kozmir.
[3] Por amor a Dios, pág. 13; Rab Baruj Brull.
[4] Rabí Moshé de Kobrin.
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