Honestidad
“Y se verá mi rectitud en el día de mañana… cuando revises mi rebaño” (30:33).
Yaacob acuerda con Labán laborar con él durante siete años a cambio de su hija Rajel, pero al término del plazo Labán lo engaña y le entrega a cambio a Leá. Yaacob le reclama. Labán le propone trabajar otros siete años más por Rajel. Nuestro Patriarca se puso como objetivo especial practicar la honestidad a lo largo de toda su vida. Con la ayuda de Hashem, Yaacob se convirtió en un hombre muy próspero. Sus hijos estaban pequeños y Yaacob no quería que crecieran en un medio tan corrupto como lo era el hogar de Labán, por lo que decidió que era tiempo de abandonar ese lugar. Por tanto, tomó a sus esposas e hijos y emprendió el viaje hacia su hogar.
Rabí Pinejás ben Yaír vivía en una ciudad al sur de Éretz Israel. Dos hombres pobres que iban a ganarse el sustento en esa región se detuvieron en su casa y dejaron a su cuidado una pequeña cantidad de semillas de cebada. Al irse, olvidaron reclamar las semillas. En su ausencia, Rabí Pinejás sembró y cosechó la cebada año tras año, y almacenó la producción en el granero.
Siete años después ocurrió que los dos hombres pasaron por la casa de Rabí Pinejás y súbitamente se acordaron de las semillas. “Por favor, devuélvanos las semillas, si es que aún las tiene”, dijeron al Rab.
En lugar de darles unas pocas semillas, los condujo al granero y abrió las puertas. Advirtiendo su sorpresa, les dijo: “Es todo de ustedes. Ahora vayan y traigan asnos y camellos, y llévense este tesoro”.[1]
¿Por qué tenemos que ser tan cuidadosos con el tema de la honestidad?
Está escrito que en la generación del Diluvio el pecado que colmó la Misericordia de Hashem fue la del hurto. Dicen los Jajamim: “Si una persona se presenta en el Juicio con un cofre lleno de aberot (faltas), la aberá de guezel (robo) es la primera que acusa”.
Explica el Jafetz Jaim que el ángel creado con el pecado de guézel es un descarado. Al resto de los ángeles les cuesta mucho acusar a quien los creó, pero el que se crea por haber robado no tiene miedo y acusa en primer lugar; cuando los demás lo ven, se les quita el miedo y se lanzan a acusar.
¿Por qué el ángel del hurto es tan descarado?
Porque es del tipo de ángel que se forma por medio de la acción de un ser humano: cuando toma algo que no le pertenece, comete un acto descarado.
Una persona debía dinero a mucha gente y no tenía forma de saldar sus deudas. Un día fueron todos a la puerta de su casa y comenzaron a reclamarle que liquidara sus adeudos. “¡Sabemos que tienes! ¡Devuélvenos nuestro dinero!”, le gritaban, amenazantes. Presionado por la situación, les ofreció tímidamente que pasaran a su casa y se llevaran lo que quisieran. Y así siguieron todos reclamando… Pero a entrar en la casa nadie se animaba. Hasta que uno de ellos, el más desvergonzado, ingresó a la casa y sacó, sin ningún problema, unas sillas y una mesa a la calle. Esto animó al resto: “Sí, buena idea. Yo haré lo mismo”, “Y yo también…, dijo otro. Y así hicieron, hasta que finalmente la casa quedó vacía. ¿Y quién fue el culpable? El acreedor descarado que entró en primer lugar y que luego fue seguido por el resto. Lo mismo sucede con el ángel de guézel, que acusa primero y el resto lo sigue.
Cuidémonos de crear ángeles de éstos, sobre todo nosotros que nos ocupamos diariamente de llevar a cabo transacciones comerciales. Nadie está exento de caer en esto; por ejemplo, tomar una pluma sin pedir permiso para hacer una pequeña anotación.
Por un lado, tomar cosas que no nos pertenecen es un pecado muy grave; y por el contrario, ser honesto con toda persona traerá la santificación del Nombre de Hashem. Esto es lo que nos enseña Yaacob en la Perashá: seamos honestos, mantengamos limpio nuestro nombre, hablemos siempre con la verdad… ©Musarito semanal
“La verdad es un árbol de vida cuyos frutos habrás de comer todos tus días.”[2]
[1] Babá Metzía 28b.
[2] Bereshit Rabá 65.
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