La fuerza que tiene el Dar
“¿Se te hace poco haber tomado a mi marido, que ahora también quieres los jazmines?”. 30:15
Como lo indica su nombre, esta Perashá narra la salida de Yaacob Abinu de la casa de su padre. Se dirige hacia la casa de su tío Laván, huía de la furia de su hermano Esav por haber tomado las Berajot de su padre. Además tenía la misión de conocer allí a su futura esposa y formar una familia. Él sabía que tenía ante sí un objetivo difícil de cumplir, era conocido que Laván era un estafador y decide prepararse 14 años estudiando sin interrupción en la Yeshibá de Shem y Eber. A los 77 años sale de Beer Sheba y se dirige a Jarán. Tal como su padre consiguió novia en el pozo de agua del pueblo, él llega ahí y luego se encuentra con Rajel, la hija de su tío Labán. Yaacob le relata una breve semblanza de su vida y le pide contraer matrimonio. Ella le responde: “No creo que mi padre quiera, tengo una hermana mayor y todavía no se casó”. Entonces, acuerdan una contraseña para que se reconozcan mutuamente, en el momento de la boda.[1] Yaacob se presenta ante su tío Labán y le propone servirlo durante siete años a cambio de Rajel. Nuestro Patriarca trabajó fielmente durante el periodo pactado, cuando finalizaron los siete años, Yaacob solicita a su esposa sin demoras. Llega el día de la boda y ve Rajel que su padre, engaña a su futuro yerno, le pone el vestido de novia a su hermana Leá, entonces Rajel decide entregarle las señales secretas que su prometido le había dado, protegiendo el honor de su hermana, para que no sufriera la humillación de ser descubierta la noche de bodas; le cedió su derecho a ser la esposa del Tzadik y arriesgando a perder el mérito de ser la madre de las tribus de Israel, antes de que su hermana pasara una vergüenza….
Acontece que un día Reubén, el primogénito de Lea, salió en los días de la siega del trigo y halló jazmines en el campo, y los trajo a su madre.[2] Entonces Rajel le ruega: “Dame los jazmines de tu hijo”[3] a lo que Leá responde: “¿Se te hace poco haber tomado a mi marido, que ahora también quieres los jazmines?”. De la forma en la que reaccionó Leá, podemos deducir que ella entendió que Hashem había escuchado su Tefilá de años. Antes de la boda, Leá lloraba desconsoladamente a partir del día en que escuchó que la gente decía que ella se casaría con Esav el malvado, al final se casó con Yaacob. Leá fue la que más hijos tuvo, de ella salieron los Cohanim, los Leviim, de ella salieron los reyes y de ella también saldrá el Mashiaj tan ansiado y tiene el Zejut de estar enterrada con Yaacob Abinu en la cueva de Majpelá, con las otras parejas enterradas allí.
Mientras que por otro lado vemos que la vida de Rajel no fue nada fácil, ella era estéril, tuvo que entregar a su sierva y hasta después de 14 años pudo procrear dos hijos con Yaacob. Ella mostró un amor tan sutil y fraternal hacia su hermana, al haber cedido a su esposo de una forma en la que Leá ni siquiera se percató del gran favor que le hacía Rajel… Ella le enseñó las leyes de la casa judía, las cuales en realidad era la contraseña y por eso, no se percató del favor ¿Y cuál fue la consecuencia de ese acto?
Después que se formaron las 12 tribus de Israel, fueron esclavos en Egipto. Hashem la saca de allí hacia el desierto, les entrega la Torá. Luego entran, conquistan y habitan la tierra de Israel. Después de varias generaciones, los ejércitos de Nebujadnesar arrasan la tierra de Israel, la conquistan, expulsan al pueblo y los llevan cautivos a Babel. Mientras que el Bet HaMikdash era presa de las llamas, los hijos de Israel salían cautivos hacia la diáspora, pasan por donde está la tumba de Rajel Imenu y lloran allí. El Midrash Ejá nos relata en detalle lo que sucedía en las Alturas: Todas las almas de los Patriarcas intentaban despertar la Misericordia Divina, al ver que no lo conseguían, se acerca Rajel con llanto y sin titubear le dice a Hashem: “Sé qué has echado a mis hijos de la tierra de Israel porque han cometido idolatría, se también que pusieron ídolos en el Bet HaMikdash, que es algo extremadamente grave. Pero, para Ti Hashem, ¿esos ídolos representan algo? ¿Acaso tienes celos de algo que no vale nada? ¡Son solo piedra y madera…! Tú sabes que mi esposo Yaacob trabajó para mí 7 años. El día de mi casamiento mi padre trajo a mi hermana para casarse con Yaacob. Consideré la vergüenza que pasaría mi hermana y le di la contraseña; no sabiendo que pasaría conmigo, pude haber perdido el mérito de ser la esposa de Yaacob y la madre de las tribus de Israel. No tuve celos y me apiadé de ella. Y tú Hashem ¿Tienes celos de algo insignificante y no tienes piedad por tus hijos?”. Entonces Hashem le respondió: “Quita ya el llanto de tu voz y las lágrimas de tus ojos, hay una gran recompensa por tu actitud, tus hijos volverán de las tierras enemigas; volverán nuevamente a la tierra de Israel y se establecerán en ella”.[4]
Hacía ya bastante que el Gaón Rabí Shemuel Vozner no oficiaba como juez en el tribunal de “Zijron Meir”, había delegado esta misión en sus discípulos y alumnos, pero llegó un caso que despertó particularmente su interés: “Este caso lo atenderé yo personalmente”, anunció. Resulta que dos jóvenes de prestigiadas familias se habían comprometido, las cosas marchaban de maravilla; Pero faltando pocos meses algo inesperado sucedió, al novio le diagnosticaron un tumor. Para su buena fortuna había sido un diagnóstico precoz, por lo que con el tratamiento correcto se curaría por completo; Los padres del muchacho se presentaron noblemente frente a la familia de la novia, para liberarlos del compromiso. La conciencia y la honestidad dictaban que el compromiso había sido con la idea de casarse con alguien sano y dadas las condiciones comprendían que la señorita no tenía por qué aceptar semejante situación.
La novia sorprendió a todos y con total seguridad dijo: “Yo estoy muy segura que quiero continuar mi noviazgo y llegar a la boda. Del Cielo me presentaron a este joven, he visto en él excelentes cualidades y un gran amor por la Torá; ¿Quién me garantiza que otra persona tiene asegurada la longevidad? Este es mi novio y con él me casaré…”. Los padres del novio sintieron mucha felicidad por las palabras de la joven, pero no obstante se mantenían firmes en la idea de que el noviazgo debía interrumpirse, suponían que las palabras de la novia eran una digna actitud, pero no era necesario el casamiento. Sin embargo la joven insistía en que no lo abandonaría, la cuestión terminó en un tribunal rabínico. Dada la complejidad de asumir la responsabilidad de dictaminar, los Rabinos elevaron la consulta a Rabí Shmuel Vozner. Al oír el caso decidió que lo atendería él personalmente; Así fue que establecieron una fecha y llegado el día ambas familias con sus respectivos hijos se presentaron frente al Rabino.
Allí estaba sentado el Gaón Rabí Shmuel Vozner escoltado por dos Rabinos que lo acompañaban, frente a ellos las dos familias. Se expusieron los argumentos y luego de la deliberación de los Rabanim se dictó el veredicto: Visto y considerando que la novia es una señorita saludable queda ella liberada del compromiso asumido, sin tener obligación alguna de continuar con el noviazgo. Apenas el Rab terminó de hablar la novia se puso de pie y preguntó: “¿No tengo obligación o no tengo permitido seguir?”, La respuesta fue inmediata: “La sentencia dice que no estas obligada a casarte con él, pero seguro que no tienes prohibición alguna para hacerlo”; “Entonces me casaré con él, solamente les pido que nos bendiga para poder construir un hogar de salud, larga vida y bienestar”. Un silencio palpable invadió la sala, de pronto el Rabino rompió en llanto y declaró: “Estoy seguro que por la fuerza y el mérito de tú acción tus deseos se cumplirán y en lugar de bendecirte te pediré que tú me bendigas a mí…”.[5]
Esta mujer demostró ser heredera de la hermosa templanza de nuestra Matriarca Rajel. Gracias a ella pudimos retornar del primer exilio y seguramente por el mérito de todos aquellos que posean la virtud de vivir para dar y adquirir el bien, todos vamos a tener el mérito de ver la ciudad de Yerushalaim reconstruida y retornar a ella en paz en nuestros días. ©Musarito semanal
“Bienaventurados los que saben dar sin recordarlo, y recibir sin olvidarlo”.
[1] Dicha contraseña eran los detalles de las Mitzvot de Jalá, Nidá y el encedido de las velas de Shabat.
[2] Bereshit 30:14
[3] Las violetas y los jazmines son plantas que despiden una fragancia agradable que induce al buen ánimo. De las mandrágonas se dice que tienen un efecto afrodisiáco y fertilizante.
[4] Irmia 31:15-16
[5] Extraído de la revista Pájad David, Perashat Beaalotejá ;Rab David Pinto
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