El fin no justifica los medios
“Habla a los Hijos de Israel y diles: Cuando una persona [Adam] de ustedes traiga una ofrenda ante Hashem… de sus sacrificios habrán de acercar” (1:2).
Esta semana comenzamos a leer el libro Vayikrá, el tercero de los cinco libros de la Torá. Trata principalmente de las leyes de los diferentes sacrificios (korbanot), que la persona podía traer ante el Cohén para que él los ofreciera ante el Altar. Sobre cada ofrenda, Hashem señaló cómo debía ser preparada, quemada y consumida. En los casos de expiaciones, detalló cómo debían ser sacrificados los animales, el destino de sus partes y sus sangres, y también mencionó el criterio para las otras clases de ofrendas.
Rashí pregunta: “¿Por qué razón fue enunciado en el versículo de referencia el término ‘Adam’? Lo más usual hubiera sido que la Torá utilizase el vocablo ish (hombre, individuo). Hashem utilizó este término, el cual, además de significar “ser humano”, también es el nombre del primer hombre,[i] para enseñarnos que, así como Adam no trajo en ofrenda algo que hubiera sido robado, puesto que todo lo que había en el mundo en ese entonces pertenecía a él, del mismo modo estaba prohibido acercar un animal robado como korbán.[ii]
Un ex alumno de Rab Israel Salanter lo invitó una vez a su casa para compartir un Shabat. Sabiendo cuán estricto era el rabino respecto al cumplimiento de las leyes de kashrut, instruyó a todo el personal de la cocina para que cuidaran hasta el más mínimo detalle. Además, notificó a todos los miembros de su casa que, entre plato y plato, se hablarían pensamientos de la Torá, se estudiarían algunas leyes y se cantarían zemirot (cánticos) en honor al Shabat.
Una vez que el Rab se encontró en la casa, todos trataron de cumplir al pie de la letra lo ordenado por el anfitrión. Grande fue su sorpresa cuando Rab Israel solicitó apurar el servicio de la comida e hizo que los comentarios fueran breves, hasta que finalmente la recepción duró mucho menos de lo acostumbrado. Cuando concluyó la comida, el estudiante preguntó con respeto a su maestro el motivo de su apuro; tal vez había encontrado algo incorrecto en su casa. “Te mostraré algo”, contestó el Rab. Llamó a la cocinera, que era una mujer viuda, y se disculpó ante ella por haberla hecho trabajar más rápidamente que de costumbre. “Por el contrario”, respondió sonriendo la cocinera. “Le estoy realmente agradecida: las comidas del viernes por la noche suelen terminar muy tarde y estoy exhausta del trabajo de toda la semana. Esta noche podré reponer un poco del descanso que necesito.” Después de que ella se hubo marchado, el rabino dijo a su anfitrión que sus acostumbradas cenas sabáticas podrían ser magníficas, siempre que no cansaran excesivamente a la infortunada viuda.[iii]
A veces realizamos acciones que inocentemente no consideramos como un robo. Sin embargo, la Torá es muy estricta sobre este tema. Por ejemplo, una persona que llega de prisa al banco y encuentra a un conocido formado cerca de la ventanilla… ¡Fácil! Le da sus documentos y sale feliz del banco pensando que ganó hábilmente este tiempo. Él “ganó una hora” y piensa que quien se encuentra formado detrás no va a pasarle nada si espera un minuto más. Pero si sumamos el minuto de todas las demás personas de la fila, ¡ese “listo” está robando más tiempo del que se imagina…! ¿Cómo hará para pagar ese tiempo? ¡El dinero puede devolverse; el tiempo no!
Podríamos citar un sinfín de ejemplos: tomar un clip, hacer una llamada en un teléfono que no es nuestro, despertar a alguien y quitarle el sueño, dejar el auto en un lugar que estorba a los peatones, etc. Un judío debe ser meticuloso respecto a tomar algo que no es suyo, sea dinero, tiempo o espacio. El Dueño de las cosas está siempre observando y nadie se queda con lo que no le pertenece.
Cierta vez, una persona solicitó a Ben Temalión, hombre de cuestionable honestidad, cuidar 100 dinares (moneda utilizada en los tiempos del Talmud). Cuando el depositante fue por su dinero, Ben Temalión argumentó que ya se lo había devuelto. Entonces aquel exigió un juramento de su parte.
El inescrupuloso individuo usaba un pesado bastón que tenía una cavidad en su interior; era allí donde tenía guardado el dinero. Cuando llegó al tribunal y fue llamado a hacer el juramento, Ben Temalión pidió a su adversario que le sostuviera por un instante el bastón. Luego, Ben Temalión juró que le había devuelto el dinero.
Al escuchar este juramento, el depositante se puso tan furioso que golpeó fuertemente el suelo con el bastón, que se partió en dos. Las monedas cayeron y se desparramaron por todo el piso. “¡Levántalas!”, dijo desafiante el ladrón. “Son tuyas. Te las he devuelto…”.
Hay personas que cometen pecados e inmediatamente corren a hacer un korbán para Hashem, queriendo hacerse pasar como hombres piadosos. El sacrificio de los malvados es una abominación ante Hashem.[iv] Con sus ofrendas esperan robar la mente de los demás y crear la impresión de que son gente honorable. Cuando Adam pecó, trajo una ofrenda y, así como en ese momento no había a quién impresionar o engañar, demostró que su ofrenda y su arrepentimiento eran auténticos.[v] ¡Cuánto debemos cuidarnos de no traspasar las leyes de asuntos monetarios! Estos pecados incluyen, entre otros, defraudar, cobrar intereses a otro yehudí, mentir, competir con deslealtad, no prestar al pobre en su necesidad, no usar instrumentos de medición y balanzas bien calibradas, etc. Es imposible no traspasar alguna de estas reglas si no se estudian las halajot correspondientes.
La Perashá comienza reprochando el robo y termina diciendo: Quien llegase a negar a su prójimo algo que recibió como depósito para garantizar un préstamo, o alguien que se atrevió a robar, o si halló alguna cosa perdida y lo niega, asumirá su culpa devolviendo la cosa a su propietario y pagando adicionalmente al dueño un quinto del valor del objeto. Además deberá llevar al Cohén un carnero como expiación.[vi]
Cuando Rab Israel Meír Kagan, mejor conocido como el Jafetz Jaim, era un niño pequeño, estaba cierta vez jugando con un grupo de amigos cerca de un vendedor de manzanas. Una cesta llena de manzanas se volcó esparciendo su contenido por el suelo. Los niños, incluyendo a Israel Meír, tomaron tantas manzanas como pudieron y escaparon. Tiempo después, cuando Israel Meír comenzó a aprender Jumash con su padre, se dio cuenta de que lo que había hecho era incorrecto y que tenía la obligación de pagar por las manzanas que había tomado. Así que pidió un poco de dinero a su padre y lo entregó al vendedor de manzanas, pero fingiendo que iba a comprar algunas. Cuando el vendedor le dio la espalda para escoger las manzanas, el joven Israel salió corriendo. De este modo pagó las manzanas que tomó previamente.
La mano del diligente dominará; pero el engaño se derretirá.[vii] La palabra jaruts empleada en este versículo significa tanto diligencia como rectitud. Algunos piensan que la vivacidad en el trabajo les dará buenas utilidades y el dominio sobre los demás. Shelomó HaMélej declara en el versículo que quienes buscan enriquecerse rápidamente y sin esfuerzo se verán obligados a valerse del engaño para obtener la riqueza, y al final, cuando se encuentre delante del Juez, todo se descubrirá…[viii]
Cuando un agricultor siembra sus semillas, no se basa en expectativas irreales; espera que su esfuerzo se vea coronado con el éxito. Pide a Hashem que le provea de sol y de lluvia adecuada para que la cosecha crezca saludablemente. De forma similar, la persona que trabaja para ganar su sustento debe fundamentar su esfuerzo en expectativas razonables y no en trabajos que prometen buenos ingresos sin necesidad de un empeño real acorde con los réditos. Los justos confían en Hashem también para sus asuntos materiales, por eso no se afligen cuando tienen carencias materiales o si sus expectativas tardan en realizarse, y se alegran por servir a Dios, por el hecho mismo de esperar Su favor.[ix] ©Musarito semanal
“Hacer lo que es correcto y justo es más aceptable al Eterno que los sacrificios.”[x]
[i] Gur Aryé.
[ii] Vayikrá Rabá 2:6.
[iii] Tenuat Hamusar, vol. 1, pág. 361; Ama a tu prójimo, pág. 253, Rab Zelig Pliskin.
[iv] Mishlé 15:8.
[v] Yearot Debash.
[vi] Vayikrá 5:21-23.
[vii] Mishlé 12:24.
[viii] Malbim.
[ix] Rabenu Yoná.
[x] Mishlé 21:3.
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