4.2 “Shináyij Ke'éder Haketzubot, She'alú Min Harajtzá; Shekulám Mat-imót Veshakulá En Bahém”.

 

“Tus dientes como rebaño [de ovejas] alineado, que subió de su lavado; todas ellas perfectas, e infértil no hay entre ellas”.

 

 

En Breve:

 

Al igual que el versículo anterior, el Creador continúa alabando a Israel. En esta ocasión, ensalza la blancura y la perfecta alineación de sus dientes; todos están en su lugar. Todos son similares en su aspecto, belleza y tamaño; todos ellos limpios y no hay en ellos alguno que presente defecto.[1] La alabanza compara a Israel con un rebaño ordenado de ovejas blancas, que están límpidas como recién salidas de su baño; todas ordenadas y perfectas, ni infértil hay en ellas.

 

Profundizando:

 

Tus dientes son como rebaño [de ovejas] alineado. La alegoría de los dientes que son iguales en grosor y blancura representa a los valientes soldados de Israel, que salen a guerrear en grupos y marchan todos al unísono, como si todos estuviesen forjados de un mismo molde: todos son idénticos y sin falta o carencia. Todos eran íntegros en Torá, Mitzvot y buenas cualidades.[2] Todos ellos se ven “esquilados” subiendo de su baño en el río y luciendo una resplandeciente blancura, sin mancha ni defecto. Regresaban a sus cuarteles, limpios, brillando por su honestidad y rectitud; salían victoriosos de la lucha, pero nunca despojaron al enemigo de sus pertenencias.[3] Todas ellas perfectas, e infértil no hay entre ellas, se refiere a que el comportamiento moral de estos soldados era íntegro, es decir, su Torá era completa y por ello no nunca cayó alguno de ellos en la batalla.[4]

 

Enseñanza ética:

 

En la Torá podemos encontrar varios ejemplos de la aguerrida, valiente y honesta actitud de las tropas que conformaban el ejército de Israel. Abraham Abinu fue el precursor de este concepto, después que combatió y venció a los reyes que habían conquistado Sedom, salvando así a Lot, su sobrino.[5] Pese a que el derecho internacional de esa época lo facultaba a tomar parte del botín, él se negó a hacerlo: Ni desde un hilo hasta una correa de calzado tomaré, para que no digas yo enriquecí a Abram.[6]

 

Otro ejemplo lo encontramos en la época de Moshé: No cayó ni un solo hombre,[7] El RaMB”áN destaca el hecho milagroso, que en una batalla contra una nación poderosa como Midyán, donde cayeron miles de nuestros enemigos, se capturaron decenas de miles de mujeres, ¿Cómo puede ser que no haya muerto ninguno de nuestros soldados? Él respondió: “La razón del milagro fue debido a que, no había en ellos infértil, es decir, no había transgresión ni falta moral en ellos. Es decir, el nivel espiritual de estos guerreros era intachable, pues ninguno de ellos se había descarriado tras las mismas mujeres que, no hacía mucho tiempo, habían logrado seducir a miles de soldados de Israel, lo cual sí provocó la caída de muchos de ellos”.[8]

 

Ser íntegro no es una exigencia privativa de los soldados. ¡Cada uno de nosotros es un abanderado en el ejército del Todopoderoso! Y, por ende, debemos procurar conducirnos con honestidad, ética y moral. Hoy, el mundo se encuentra sumido en una gran oscuridad y confusión, producto de la contaminación que producen los medios electrónicos que fomentan el engaño, la frivolidad, el consumo lujurioso y los excesos. Rabbí Yitzjak Zilberstein en su libro “'Alenu Leshabéaj” cita a Rabbí Aharón Rota, el autor de la obra: “Shomer Emunim”: Si a una persona que transita por la calle se le presenta la oportunidad de ver algo no recatado, y cobra fuerza y cierra sus ojos para no verlo, debe saber que ese es el momento propicio para pedir lo que quiere del Creador del mundo y dicho pedido será aceptado.

 

Sucedió en Ofakim, un estudiante de uno de los Kolelim[9] relató que cuando leyó el “Shomer Emunim”, recibió sobre sí el cuidar mejor su vista. Desde ese día esquivaba los lugares donde sabía que podría encontrar algo indecoroso. Todo marchaba bien, hasta que un día tuvo la necesidad de ir a la ciudad de Tel Aviv, y allí se encontró con algo falto de recato. En ese momento vinieron a su mente las palabras del “Shomer Emunim” y el compromiso adquirido. Cerró sus ojos, apartó su cabeza de aquel lugar y logró sobrepasar el tropiezo en paz. En ese momento recordó que el motivo de su visita a Tel Aviv era la grave enfermedad de su hija que permanecía en un hospital en Beer Shéva'; el médico lo había enviado hacia allí para que comprara un medicamento que solamente se vendía en esa ciudad.

 

Entonces, comenzó a derramar lágrimas rogándole al Santo Bendito Sea que cuidara a su hija de cualquier mal. Cuenta que después que terminó su Tefilá, sintió un gran acercamiento al Todopoderoso por la prueba que, instantes antes, había tenido. Continuó su camino a la farmacia en donde debía conseguir el antibiótico prescripto. Faltaban apenas unos pocos metros para llegar al lugar, cuando sonó su teléfono móvil. En la línea estaba su esposa, quien se había quedado en el hospital al lado de la niña. Se la escuchaba muy estremecida, tardó como medio minuto hasta que consiguió hablar y le comentó que el estado de la niña había cambiado repentinamente; los médicos estaban sorprendidos, le avisaron que ya no requerían el antibiótico: “¡Unos minutos antes había estado derramando lágrimas por la angustia que le provocaba la enfermedad de su hija! Los Cielos se habían abierto y su angustia se transformó en alegría y regocijo”.

 

Nos queda claro que lo más recomendable, según la Torá, es alejarse de toda prueba, aun a pesar de perder la recompensa que obtendría al superarla con éxito. Pero, si en contra de su voluntad se presenta ante él un desafío, una prueba, debe esta persona fortalecerse y mostrar entereza y determinación para alejarse lo más posible del foco de la provocación, y pedir al Todopoderoso que lo auxilie y le permita a él poder salir victorioso de este reto. ©Musarito semanal

 

 

 

“Todo lo que el hombre ve deja huella en él”.[10]

 

 

 

 

 

 

[1] Metzudat David

 

[2] Seforno

 

[3] Ver Metzudat David.

 

[4] Ver Ra”shí en Bemidbar 31:49.

 

[5] Ver Bereshit Cáp. 14.

 

[6] אִם־מִחוּט וְעַד שְׂרוֹךְ־נַעַל וְאִם־אֶקַּח  Ni desde un hilo hasta una correa de calzado tomaré. Bereshit 14:23.

 

[7]  וְלֹא־נִפְקַד מִמֶּנּוּ אִישׁ No cayó ni un solo hombre. Bemidbar 31:49.

 

[8] Ver Shabat 64a.

 

[9] Kolel; academia de estudios Talmúdicos para adultos. Pl. Kolelim.

 

[10] Rab Dob Ber.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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