4.3 “Kejút Hashaní Siftotáyij Umidbaréj Navé; Kefélaj Harimón Rakatej Mibá'ad Letzamatéj”.

 

“Como hilo carmesí son tus labios y tu palabra es hermosa; como gajo de granada es tu sien, [visto] a través de tu cabello”.

 

 

En Breve:

 

El Creador continúa exaltando la perfección de los rasgos faciales de su prometida (la nación judía), destacando la forma de sus labios. También alaba sus pómulos, los cuales son rojizos como gajo de granada que deja al descubierto los granos de color carmesí, aludiendo a los sabios de Israel.

 

Profundizando:

 

Como hilo carmesí son tus labios, el Creador continúa exaltando la perfección de los rasgos faciales de su prometida (la nación judía), destacando la forma de sus labios. Esta metáfora alude a los labios de los profetas, (la palabra Nabí deriva de Niv Sefatayim “expresión de los labios”[1]), ellos profetizaban y anunciaban lo que habría de venir, y sus palabras se mantuvieron como el color carmesí, el cual es visible desde la distancia y no puede ser debilitado ni siquiera con mucho esfuerzo para opacarlo; quiere decir que la profecía no cesó hasta la después de la destrucción de los dos Templos.

 

Y tu palabra es hermosa, la analogía alude a los Leviyím los cuales se paraban sobre el Duján (plataforma) que se encontraba en la entrada del Patio donde entonaban cánticos y alabanzas que salían melodiosamente de sus labios mientras los Cohanim realizaban el servicio. Como gajo de granado, cuando se parte la granada se ven los granos del fruto los cuales son de color carmesí y resalta su color debido a que se encuentran sobre una superficie de color blanco. Esto alude al Sanhedrín cuyos miembros estaban llenos de sabiduría y representaban el rostro de la nación. Tu sien, [vista] a través de tu cabello, significa que legislaban con amor y cariño irradiando estas cualidades a los demás, y ellos, en lugar de ostentar su sabiduría, permanecían en la discreción ocultos.[2]

 

 

Enseñanza ética:

 

La Torá nos enseñó un sistema piramidal donde el ejemplo personal es la piedra de base donde la sabiduría y el conocimiento son los peldaños. Y donde la experiencia y la edad son la garantía. Todo comenzó con los Abot (Patriarcas), siguieron varias generaciones de Nebiím (Profetas), Sanhedrín (Jueces), y continuó con una larga lista de personas con experiencia y responsabilidad, las cuales mostraban con su ejemplo y entrega por el público, y la importancia y la trascendencia que atribuían a sus actos. Encontramos en los albores de nuestra historia dirigentes como Moshé Rabenu o el profeta Shemuel o el Rey David o Rabbí Yehudá Hanasí, etc. Una casi interminable lista de grandes hombres inteligentes y responsables que se destacaron no solamente por su erudición y por la Torá que dejaron y difundieron, sino también por las decisiones que tomaron para defender el honor Divino y dirigir a la nación por el sendero que marcaron los patriarcas.

 

El hombre debe saber exactamente cuál es el lugar que le corresponde y qué es lo que debe hacer en este mundo, explotando al máximo las cualidades de su naturaleza y de sus medios, para que su servicio al Creador sea el más eficaz y apropiado dentro de los estándares de la sagrada Ley. En los tiempos de los Profetas, los judíos consultaban al Nabí (visionario).  Él decía a cada uno qué era lo que debían mejorar y cómo llevarlo a cabo. Hoy en día los “visionarios” son los grandes sabios de la generación. Ellos nos indican el camino a seguir y la senda por la cual debemos transitar: Como hilo carmesí son tus labios...

 

El Gaón Rabbí Moshé Shejor relató que cuando el Rab Kuk llegó a Yerushaláyim ya tenía una edad avanzada. Su casa se convirtió en un desfile de gente, a toda hora llegaban personas con consultas y pedidos. Ante la excesiva demanda y por consiguiente, el agotamiento del anciano Rabino, la familia decidió colocar en la entrada de la casa un letrero con los horarios de atención, para evitar que fuera molestado en sus horas de descanso. Pero al otro día el letrero desapareció; volvieron a poner otro cartel, pero nuevamente había desaparecido. Decidieron colocar otro más, pero vigilando para ver quién era él que osaba quitarlos. Para su sorpresa, el que sacaba el cartel era justamente el Rab. Cuando le preguntaron por qué lo hacía, les respondió, “El Rabino no es alguien que pueda darse el lujo de elegir los horarios de trabajo, siempre debe estar a disposición de su comunidad…”.[3]

 

Si quieres construir un barco, no digas a la gente que reúna madera, no dividas el trabajo ni des órdenes. En lugar de ello, enséñales a admirar lo vasto y grande que es el mar.

 

Cierto día, después de una disertación del Gaón Rabbí Yehudá Tsadka sobre educación, se le acercó un hombre con la siguiente inquietud: “¿Recomendó en su discurso que nuestros hijos no trabajen y se dediquen en cuerpo y alma al estudio de Torá?”, el Rab asintió y el hombre preguntó: “¿No cree usted que ese lujo es solamente para los hijos los millonarios? La mayoría de los jóvenes de esta localidad no tienen esa posibilidad. ¡Sin duda alguna que todos deben estudiar! ¿No sería mejor que lo hagan por las noches, luego de su jornada laboral, como lo hago yo y miles de personas del mundo?

 

El Gaón le respondió con una pregunta: “Seguramente sabrás explicarme; sabemos que casi todos los miembros del cuerpo tienen que estar en constante movimiento, la lengua al hablar, los dientes al comer, las manos al trabajar, las piernas al caminar, pero los ojos no necesitan hacer un gran movimiento al mirar, en definitiva, ¿Por qué el Creador acomodó todo de este modo?”. El hombre no supo que responder, “Nunca pensé sobre eso” se disculpó. Siguió el Rab con sus palabras y le explicó: “Hijo mío, tienes que saber que los ojos tienen un rol muy importante, estar atentos y observar todo, por ejemplo al martillar, los ojos están atentos a que el martillo golpee en el clavo y no en los dedos; o al cortar con un cuchillo, estos se fijan que corte el pan y no la mano, lo mismo al ir por la calle, están prestando atención de no tropezar con nada y caer... lo mismo ocurre con los estudiosos de Torá, llamados por esta “los ojos del Pueblo”. La función de los Jajamim (Sabios) es estar atentos y advertir al Pueblo de diferentes peligros espirituales, fijarse que todo sea como lo ordenó el Todopoderoso en la Torá y que el pueblo no se desvíe del camino correcto. Para eso ellos no necesitan esforzarse físicamente haciendo un gran trabajo como el resto del mundo; sino observar desde la santa altura en la que se encuentran...”.[4]

 

Tu sien, [vista] a través de tu cabello, hace alusión al Gran Sanhedrín de setenta y un jueces que era la máxima autoridad para decidir cualquier cuestión sobre leyes judías. Sus decisiones eran aprobadas por votación de los jueces. Lo que dictaminaba la mayoría era definitivo y obligaba a cada judío en forma absoluta, aunque personalmente aprobara o no esta decisión. La Torá nos advierte: No te desviarás de lo que ellos (los jueces del Gran Sanhedrín) te digan a ti, ni a la derecha ni a la izquierda.[5] Aun que una persona esté convencida que el veredicto es inexacto, igualmente debe obedecer.

 

Rabbán Gamliel, quien presidió el Gran Sanhedrín en Yavné después de la destrucción del Segundo Bet HaMikdash, fijó una vez el día de Rosh Jódesh Tishrí según el testimonio de dos testigos quienes había observado la nueva luna. Rabbí Yehoshúa' invalidó sus testimonios y ese Rosh Jodesh se debía fijar un día más tarde. Por lo tanto, según la opinión de Rabbí Yehoshúa', Yom Kipur (el diez de Tishrí) quedaría postergado un día también. Rabbán Gamliel envió un mensaje a Rabbí Yehoshúa': "Te ordeno que vengas ante mí con tu bastón y tu bolsa el día por tí estipulado para Yom Kipur (para demostrar en público, al profanar tu Yom Kipur, que te sometes a la autoridad del Sanhedrín).

 

Rabbí Yehoshúa' estaba muy angustiado cuando recibió esta convocatoria. Sin embargo, Rabbí 'Akivá lo consoló, explicándole que no incurriría en ningún pecado al transportar en "su" Yom Kipur; todo lo contrario, sería recompensado por obedecer al Sanhedrín. El día que según sus cálculos era Yom Kipur, Rabbí Yehoshúa' fue con su bastón y bolsa y apareció ante el jefe del Sanhedrín en Yavné. Rabbán Gamliel se puso de pie, lo besó en la cabeza y exclamó, "Paz contigo, maestro mío y discípulo mío. Mi amo en conocimientos de Torá y mi discípulo por haber obedecido mis órdenes".

 

El Amo del Universo nos ordenó someternos y acatar los decretos de los líderes y Sabios de la Torá para preservar la unidad de ésta. Si cada judío interpretara los Preceptos y aplicara las Mitzvot desde su punto de vista, se produciría una total desintegración de la Torá y consecuentemente una disolución de la nación. ©Musarito semanal

 

 

 

“Los sabios de la Torá promueven la causa de la paz en el mundo”.[6]

 

 

 

 

 

[1] נִוב [נִיב] שְׂפָתָיִם …expresión de los labios. Yesha'yá 57:19.

 

[2] Metzudat David.

 

[3] Extraído de la revista Pájad David; Parashat  Vayerá; Rab David Pinto.

 

[4] Extraído de la revista Pájad David, Parashat  Ekeb; Rab David Pinto.

 

[5] לֹא תָסוּר מִן־הַדָּבָר אֲשֶׁר־יַגִּידוּ לְךָ יָמִין וּשְׂמֹאל No te desviarás de lo que ellos (los jueces del Gran Sanhedrín) te digan a ti, ni a la derecha ni a la izquierda. Debarim 17:11.

 

[6] Tamid 32b.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© 2014. Musarito Semanal. Todos los derechos reservados.