4.8 “Ití Milebanón Kalá; Ití Milebanón Taboí; Tashuri Merosh Ámaná, Merosh Senír Vejermón, Mime'onot Arayot, Méhareré Nemerím”.
“Conmigo del Líbano ven, ¡Oh novia [Mía]! conmigo del Líbano vendrás; [encamínate][1] divisa[2] desde la cima de Amaná, desde la cima de Senír y Jermón, allí donde residen los leones,
En Breve:
El Creador se dirige a la congregación de Israel a la cual exhorta a seguirlo para continuar divisando el camino de regreso a su tierra, junto a Él.
Profundizando:
En este versículo el Todopoderoso denominada a Israel como novia Mía,[3] aludiendo a las excelsas virtudes que la coronaban como Su prometida. En el versículo 4:6 el Creador insta a su prometida a que Lo siga hacia el Har Hamor (el monte de la mirra) y en este versículo vuelve a exhortarla y le dice: “Ven conmigo desde Lebanón, la cima de Amaná, desde la cima de Senír y Jermón, son lugares peligrosos porque habitan allí leones y tigres, (en alusión a los habitantes de Kena'an que en tiempos del rey David, actuaron como fieras depredadoras en contra de Israel[4]), y sígueme hacía la tierra que te prometí y establécete junto a Mí en la fortaleza (Bet HaMikdash)”. Ven conmigo desde el Líbano, repite estas palabras para que el pueblo no pierda la conciencia del rumbo a seguir y lo alienta a seguir detrás de Él.[5]
Enseñanza ética:
Conmigo del Líbano ven, ¡Oh novia [Mía]! conmigo del Líbano vendrás… Conmigo vendrás a tu tierra; sal del exilio y ven conmigo. El amargo destierro lleva cerca de dos mil años, la Presencia Divina, junto al 'Am Israel han errado entre los pueblos del mundo, y muy lejos de lo que fuera su tierra y su personalidad. Yerushaláyim llora diariamente, así como lo haría una reina a la que le fueran arrancados por la fuerza sus hijos. Pasa varios angustiosos años sin saber de sus vástagos. Un día, recibe la noticia que todos sus hijos se encuentran sanos y salvos, y que además vienen hacia ella. ¡Cuánto alivio y cuánto júbilo siente ella en ese momento! ¿Existe algo mejor para aliviar su sufrimiento? Esta es la esperanza y el consuelo de Yerushaláyim: el saber que el Rey de todos los reyes acompañado de todos sus hijos, retornarán a ella: ¡Consuelen! ¡Consuelen a Mi pueblo! Dice el Eterno.[6]
Pregunta el Maguid de Dubna:[7] ¿Por qué reitera la consolación? Con su peculiar estilo, responde con una parábola: Dos hombres suben a un barco. El primero, vive en extrema pobreza; por más que se esfuerza para abastecer las necesidades de su familia, no lo consigue. Entonces va al puerto y se embarca con la esperanza de encontrar mejor suerte en otra ciudad. Dentro del mismo bote se encuentra otro hombre, una persona adinerada que no tiene ninguna necesidad de viajar, se hace a la mar con la intención de escapar de su mujer, la cual ¡le hace la vida imposible! Cuando se entera que una importante feria se está llevando a cabo en una lejana ciudad, decide aprovechar el pretexto de asistir; hace las maletas, compra su boleto y así logra alejarse de ella.
Pasan varios meses sin que ninguna de las esposas recibe noticias del paradero de sus maridos. Eventualmente van al puerto y preguntan a los viajeros que llegan de tierras distantes, tal vez alguno de ellos los vio. Un día, arriba un barco y por la rampa baja un elegante comerciante. Las mujeres se acercan y le preguntan si de casualidad sabe algo sobre sus esposos. El hombre asiente con la cabeza: “¡Por fin!”, exclamaron al unísono. Les dice, que en su menaje trae una carta para cada una. Les informa que se las entregará recién después de desembarcar y sacar sus pertenencias del compartimiento de carga: “Por favor, regresen mañana”. La esposa del hombre pudiente se conforma con escuchar que su marido sigue con vida y se retira despreocupada. En cambio, la esposa del pobre se muestra impaciente y le dice al comerciante: “Mire, yo no me moveré de este lugar hasta que no tenga la carta de mi marido, si usted me lo permite puedo incluso ayudar a sus trabajadores a desempacar la mercancía, con tal de obtener el documento hoy mismo”. El comerciante la mira por encima de los anteojos y le responde: “Preferiría que regrese mañana. ¿Por qué no hace como la otra mujer?, ella se retiró tranquilamente, sabiendo que al otro día obtendrá noticias de su esposo…”. La mujer responde: “¡No insista más, no me moveré de aquí sin la carta! Debe usted saber que hay una gran diferencia entre ella y yo. Ella vive tranquilamente en su casa, donde no le falta nada; su marido se retiró a tierras lejanas, solamente por las peleas y las discusiones entre ellos. Lo único que a ella realmente le inquieta es el temor de que su esposo no la abandone a su suerte, ahora que se enteró que él le está enviando una carta, se tranquilizó porque significa que él todavía guarda un interés en ella, por eso, el aviso que usted le dio la calmó y por eso volvió tan despreocupada a su hogar. Conmigo, la situación es distinta, soy una mujer que carece hasta de lo que es básico, y espero con mucha ansiedad el saber si mi esposo logró conseguir el sustento que tanto necesitamos. Ahora usted pretende que me vaya a mi casa y me siente a esperar hasta mañana, sabiendo que hay noticias de él… no pienso esperar hasta mañana, soportando el tormento y la angustia de enterarme de lo que está escrito en esa carta…
Concluyó así el Maguid: “Podemos comparar al Pueblo de Israel con la esposa del hombre adinerado; su mal comportamiento, provocó que él se alejara. Debido al errático comportamiento mostrado, el Creador se apartó y, por ende, estamos sufriendo la dureza de dos exilios. La única preocupación que la mujer del ejemplo tenía, era saber si su esposo seguía pensando en ella y si algún día retornaría al hogar. Ella no necesitaba leer la carta, pues le alcanzaba con saber que su esposo todavía se preocupaba por ella. Con el pueblo de Israel ocurre lo mismo, toda nuestra preocupación y nuestro duelo, es porque al transitar a través del exilio, errando entre las naciones paganas, allí donde residen los leones, donde se encumbran los tigres hemos sido víctimas de ataques y persecuciones, abusos y agravios; nos han hecho sufrir con duros decretos para que abandonemos nuestra fe, se mofan preguntando: ¿Dónde está su D-os? el que les hizo tantos milagros y maravillas en el pasado, ¿Quizás se agotaron sus capacidades y ya no los puede redimir como en el pasado?[8]
Entonces viene el profeta Yesha'yá y nos brinda el primer consuelo: el Todopoderoso va a convertir la amargura del destierro en regocijo. ¡Si nosotros sufrimos por el exilio, Él también sufre con nosotros! Él manifiesta interés por Su amado Pueblo y ¡Este es el consuelo más grande que podemos tener! ya que de esa manera sabemos que el Creador no dejó, ni deja, ni dejará de tener clemencia por Su pueblo y Su amor seguirá con nosotros, hasta el final de las generaciones...
Y así como aquella mujer se consoló por el simple hecho de saber que su marido sigue preocupado por ella, debe bastarnos el hecho que el Creador nos transmite por medio del profeta que hagamos oídos sordos a todos aquellos que se ríen de nuestra situación actual, a todos los que nos han oprimido y perseguido, pisoteado y masacrado. Todos los que buscaron (y buscan) contradecir la esperanza que la redención llegará, finalmente se decepcionarán, y aunque no seamos realmente merecedores de esta recompensa merced a nuestros méritos, Él la traerá en honor de Su Santo Nombre…. Esta buena noticia es el segundo consuelo y tendría que ser suficiente para que cualquier judío, sin importar su ubicación ni su situación, nunca debe desesperar. Debemos guardar la esperanza y vivir tranquilos y contentos cada momento hasta que el Todopoderoso decida que la hora de la redención ha llegado... ©Musarito semanal
“Destruirá la muerte para siempre, entonces borrará el Eterno la lágrima de todos los rostros, y la afrenta contra Su pueblo quitará de sobre toda la tierra…”.[9]
[1] Metzudat David.
[2] Ra”shí.
[3] En diez lugares la llama alegóricamente “novia”, para indicar cercanía e intimidad con Él. Seis de ellas están en este libro: Capítulos: 4:8, 4:9, 4:10, 4:11, 4:13, 5:1. Curiosamente, cinco de estas “novias” son seguidas por el apelativo “hermana Mía” que realza el grado de cercanía. Las otras cuatro menciones aparecen en los Profetas: Yirmiyá 33:11, Yesha'yá 49:18, Ibid 61:10, Ibid. 62:5.
[4] Seforno.
[5] Metzudat David.
[6] Yesha-yá 40:1.
[7] Cojab MiYaacob.
[8] Ver Tehilim 115:2.
[9] Yesha'yá, 25:8.
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