Solamente tú puedes alcanzar la misión que te fue encomendada

 

 

“Ni levadura ni miel podréis elevar como ofrenda a Hashem... No harás cesar la sal de la alianza… sobre toda ofrenda tuya ofrecerás sal” (2:11-13).

 

La levadura es amarga y la miel es dulce; ambas dan sabor a la comida. Por otro lado, la sal solamente realza el sabor propio del alimento.

 

¿Qué relación hay entre estos tres elementos para que se les mencionara en un solo versículo?

 

El Rab Mordejai Gifter explicaba que Hashem desea enseñarnos una lección: no debemos pasar por alto todo aquello que Hashem nos concede para servirle. Antes de buscar formas externas, debemos utilizar el talento y las habilidades que nosotros mismos poseemos; esto está representado por la miel. Si encontramos que nuestros talentos están adormecidos (esto representado por la levadura) nuestro deber es “salarlos” y extraer su sabor y potencial enteros.

 

Un reconocido científico fue contratado por el gobierno para diseñar un sofisticado satélite que pudiera espiar desde el espacio todos los movimientos de diversas personas, sospechosas de atentar contra los intereses del país. El catedrático realizó el diseño, lo presentó y, después de un minucioso análisis, fue aceptado. El satélite sería puesto en órbita en la siguiente misión de investigación espacial. El día esperado llegó y el cohete despegó sin contratiempos hacia el espacio. Cuando los astronautas completaron la misión y el artefacto fue colocado en el lugar previsto, los ingenieros en tierra encendieron los instrumentos para comenzar a trabajar en su tarea… Pero hicieron varios intentos para establecer contacto con la nave y jamás lo consiguieron. Llamaron de emergencia al diseñador del satélite y cuanto se hizo presente, analizó todos los instrumentos en tierra, seguido de un reconocimiento apoyado por los astronautas que flotaban en el espacio. Mientras inspeccionaban la nave, el científico elevó sus manos al cielo y se sujetó la cabeza, y luego exclamó: “¡Oh, no!”. “¿Qué sucede?”, preguntaron los técnicos. El inventor metió la mano en su bolsillo y, apesadumbrado, les mostró una pequeña tarjeta: “¡Es que… olvidé colocar este chip en el panel de control! ¡La nave no funcionará hasta que se coloque en su lugar…!”.

 

Esta parábola, que podría parecerte ridícula, querido lector, nos invita a reflexionar unos segundos: Hashem te colocó en una ciudad y en un periodo de tiempo específicos; te puso en manos de una familia determinada; te confirió talentos, características y capacidades únicas y especiales, las cuales debes emplear para servir a tu Creador. Debes utilizar tu valioso tiempo para descubrir y pulir esas herramientas que Hashem, en Su inmensa misericordia, te otorgó para poder alcanzar tus objetivos. Solamente tú eres capaz de cumplir con tu cometido en el lugar y el tiempo que Hashem estableció para este fin. Si no lo llevas a cabo, el mundo carecerá de esta única pieza que es clave para su correcto funcionamiento. Nadie desearía tener que regresar a tierra sólo para colocar aquel “chip” que omitimos colocar en el mundo.

 

El Jafetz Jaim era una persona indudablemente muy ocupada: sus estudios, tefilot; ocupaba la mayor parte del día en la escritura de sus libros, que hoy son las luminarias de nos permiten andar sin tropiezos por la vida gracias a la claridad de la interpretación que nos legó, sobre todo en los temas de Halajá y Musar. Además, se ocupaba de las necesidades de todo Klal Israel. Cierta vez, antes de Rosh HaShaná, el Jafetz Jaim dijo a su yerno, Rab Tzví Hirsch, quien sentía no tener suficientes méritos para el día del juicio, que lo acompañara a un pueblo cercano cuya tebilá estaba en ruinas. Su yerno le pidió que postergara el viaje para otro momento, pues ya hacía frío en esa época del año. El Jafetz Jaim contestó asombrado: “¿Qué estás diciendo? ¿Acaso cuando yo llegue al otro mundo y Hashem me pregunte: ‘¿Por qué no te ocupaste de la mikvé en ese pueblo?’ podré responderle qué tenía frío? Van a decirme: ‘Te hubieses puesto un abrigo’. ¡Así que vamos!”. Efectivamente fueron y, aunque en ese viaje no lograron hacer cambios en la mikvé, en los siguientes pudieron conseguirlo.[i]

 

No hay algo bueno que no requiera del esfuerzo y el empeño del hombre.[ii] Poca gente en la vida consigue explotar todo el potencial que lleva dentro. Actitud correcta es todo lo que se necesita. Subestimamos nuestras fuerzas y habilidades por miedo al fracaso; hay más gente que renuncia sin siquiera intentarlo que la que realmente fracasa. Debemos saber que quien lucha puede perder, pero que quien no lucha ha perdido antes de empezar.

 

Si sentimos alguna inclinación hacia algo que puede sernos útil para nuestra elevación personal y espiritual, debemos persistir hasta conseguirlo. Tienes sobre tus hombros la misión de enriquecer al mundo con la luz de tu Torá y mitzvot. Y te aseguro que si algo llamó tu atención, tienes el potencial para hacerlo. Fuiste creado en este mundo sólo para, con tu esfuerzo, deleitarte en el Mundo Venidero. El hombre fue creado para trabajar incansablemente.[iii] Dichoso aquel cuyo empeño está en el estudio de la Torá y los buenos actos. ©Musarito semanal

 

 

 

 

 “Una de las más grandes tragedias es una existencia que ha sido vivida en la ignorancia de sus potenciales.”[iv]

 

 

 

 

 

 

[i] Rab David Schwekey.

 

[ii] PeleYoetz, Vigor.

 

[iii] Iyob 5:5.

 

[iv] Rab Abraham Twersky.

 

 

 

 

 

 

 

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