La influencia del medio ambiente.

 

 

 

 “Conforme a las insignias de sus casas paternas”. 2:2

 

 La Perashá comienza con el versículo: Hashem habló a Moshé en el desierto de Sinaí.[1] Hashem habló cientos de veces con Moshé, y generalmente no especificó la ubicación. ¿Por qué entonces lo hizo aquí? Responden los Jajamim que Hashem mencionó el lugar con el fin de mostrar a Sus hijos la esencia del regalo (la Torá), que les otorgó en el Monte Sinaí. Exhortando en ellos el concepto de la humildad (desierto), virtud indispensable para poder alcanzar éxito en el estudio de la Torá.[2] Así también con el cumplimiento de las Mitzvot; además de vivir con plenitud y alegría ya que por medio de esta virtud podrían mantener una sana convivencia con su entorno especialmente con sus semejantes.

 

Después de que Moshé realizó el conteo de los Hijos de Israel, los clasificó de acuerdo a sus Tribus y más adelante describe la posición en la que cada familia debía acampar y marchar por el desierto, se hicieron cuatro grupos y las áreas que cada uno ocuparía alrededor del Tabernáculo. La división era la misma que Yaacob les había asignado a sus hijos cuando les indicó cómo debían escoltar su féretro a Éretz Israel para ser enterrado.[3]

 

El Mishkán debía ser ubicado en el centro de la nación. Está área fue denominada como El Campamento de la Shejiná (Divinidad), esté era el lugar más interno y sagrado. Estaba rodeado en todos sus cuatro lados por los Leviim: Majané Leviá. Esta sección era menos santa que la anterior. Del lado este, cerca de la entrada del Mishkán estaban Moshé, Aharón y sus hijos. Del lado oeste acampaban los hijos de Guershón. En el sur los hijos de Kehat y en el norte los hijos de Merarí. Esta sección era circundada por un tercer campamento denominado: Majané Israel. Del lado este acampaban Yehudá, Isajar y Zebulún. Del lado oeste se encontraban: Efraim, Biniamín y Menashé. En el sur acampaban: Reubén, Gad y Shimón. En el norte: Dan, Asher y Naftalí.[4] Este campamento estaba rodeado por las Anané Kabod (Nubes de Gloria), los erev rav (extranjeros), permanecían fuera de las nubes en todo momento.

 

Los límites de cada uno de los campamentos eran milagrosamente demarcados por medio del Manantial de Miriam; del cual emanaban corrientes de agua que dividían cada uno de los tres Campamentos, además las corrientes se ramificaban en riachuelos que dividían los territorios de cada una de las Tribus.

 

Cabe mencionar que los miembros de las tres Tribus que acampaban cerca de Moshé y Aharón, se convirtieron en luminarias de la Torá. Mientras que las Tribus que acampaban próximos a Kehat, fueron influenciados por Datán y Avirám, quienes se unieron a Koraj para causar rivalidad en contra de Moshé.

 

Sucedió en la época de los Macabeos. Antes del milagro de Janucá, Israel estaba dominada por los griegos. Había una mujer proveniente de una de las familias de Cohanim, llamada Miriam Bat Bilgá; se fue desviando del camino hasta que terminó helenizándose, se unió a los griegos renegando de Hashem y de Su Torá. En una oportunidad ingresó al Templo, subió al Altar y con absoluto descaro formuló frases profanas: “¡Tú actúas como un lobo, te gusta comer ovejitas, pero cuando te necesitamos, desapareces!”, terminó diciendo mientras aplicaba un puntapié al Altar. Esta mujer se había casado con un Gentil y luego del milagro de Janucá, el Tribunal imputó varias sanciones, no solamente a ella, sino a toda la familia Bilgá.[5]

 

Preguntan los Jajamim en el Talmud: ¿Cómo es posible que la hija de un Cohén llegara a comportarse de manera tan baja? ¡De la hija de un Cohén uno espera el mayor respeto hacia la santidad! Además, solamente ella fue quien incurrió en la grave falta, ¿Por qué se castigó a todos los miembros de la familia?

 

Abayé responde la incógnita y nos deja una muy valiosa enseñanza; dijo así: Pobre del malvado y pobre de su vecino. Bienaventurado el Justo y bienaventurado su vecino. Todo radica en las raíces de la educación. Esta mujer, a pesar de ser la hija de un Cohén no recibió una educación judía pura y adecuada. Si ella tomó tal conducta, lo aprendió de la educación que le brindaron sus padres y ellos son quizás los culpables de dicho desvío. Lo que el hijo hace es una consecuencia de lo que vio en la casa de sus padres; el hecho que fuera hija de un Cohen, no garantizaba la más pura y alta educación. Son muchas las personas que tienen doble cara, mostrándose como justos en la calle y en sus casas, hacen cosas inadecuadas. Vemos cuán importante es la educación, que requiere que los padres inviertan todos sus esfuerzos y sus energías. Debido a que de manera natural el comienzo de una cosa da testimonio de cuál será su final, también el comienzo de la educación que el niño recibe en la infancia da testimonio de lo que ocurrirá en adelante, tanto para bien como para mal... No es suficiente con sermonear a nuestros hijos para que muestren un buen comportamiento, ellos perciben y desarrollan el lenguaje del corazón de sus padres: el ambiente, la escala de valores, los deseos del corazón de sus progenitores, todo lo que alaban y también lo que critican y menosprecian, van formando a los hijos, y las consecuencias negativas o positivas están a la vista, afloran en sus hijos con el transcurso del tiempo. Lo que les sucederá cuando sean grandes depende de lo que depositemos en ellos cuando son pequeños, sea en forma clara o en forma subliminal, que ellos sean nuestro orgullo depende solamente de nosotros mismos.[6]

 

Otro punto importante en la formación, y no solamente de los niños. La tendencia natural del hombre es dejarse llevar por las ideas y actos de su prójimo y amistades, y actuar de acuerdo con el comportamiento del lugar. Por tanto, el hombre debe unirse a los justos y sentarse junto a los sabios, a fin de aprender de sus buenas acciones.[7] No hay nada que ejerza tanta influencia en una persona como su medio ambiente. Hasta el alma más corrupta y más decadente puede mejorar si se la ubica en un medio positivo y elevador. Y hasta el alma más noble habrá de sufrir un declive espiritual, inclusive un colapso, si se la somete a una atmósfera de corrupción y degradación.[8] Debemos ser muy cuidadosos al seleccionar el ambiente donde vamos a desarrollar nuestras habilidades, todo lo que nos rodea ejerce influencia sobre nuestro comportamiento, solamente con ver el entorno, uno puede conocer el comportamiento y el fin que tienen los que la conforman.

 

El Judaísmo no aspira a que todos seamos idénticos sino que por el contrario, reconoce plenamente el lugar y el derecho de cada uno a manifestar su singularidad. En cada hombre o mujer palpita un alma que descendió desde las Alturas Celestiales, llega al mundo asumiendo una misión que fue encomendada por el Creador, y en virtud de la cual fue dotada de cualidades especiales. No podemos conformarnos con ser uno más del montón, ¡Porque no lo somos! El valor que tenemos como individuos es muy grande, pero nuestro potencial como pueblo sólo puede ser explotado al máximo si cumplimos correctamente con nuestra función particular e individual, sin alejarnos de nuestra comunidad y nuestras raíces colectivas. Debemos extremar nuestra singularidad, nuestra fortaleza, decisión potencial y voluntad para comprender y realizar cabalmente nuestra función. © Musarito semanal

 

 

 

 

“El justo lo es por sí mismo; el malvado se torna así por influencia de los demás”.[9]

 

 

 

 

 

 

[1] Bemidbar 1:1

 

[2] Midrash Tanjumá Yashán, 7.

 

[3] Midrash Bemidbar Rabá 2:8.

 

[4] Bemidbar 1:2 al 3:38

 

[5] Sucá 56b.

 

[6] Rab Rafael Freue

 

[7] Ramba”m; Hiljot Deot, Cap. 61.

 

[8] HaGaón Maharam Shapira mi Lublin.

 

[9] Yomá 35b

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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