Nuestra meta en la vida
“Lo que Hashem va a hacer…”. 41:25
En estas Perashiot, la Torá nos describe ampliamente la rivalidad entre Yosef y sus hermanos; los sueños y las interpretaciones que daría Yosef serían las causales que provocarían que fuera vendido a Egipto y finalmente también por medio de la interpretación de otros sueños, vislumbraría el plan económico que haría que el faraón almacene una gran cantidad de granos, mismos que salvarían a la humanidad de la hambruna que azotaría al mundo y eso lo convertiría en virrey de Egipto. La carencia de alimentos de la región obliga a los hijos de Yaacob a ir hacia Yosef como compradores de provisiones, lo cual se desarrolla en una trama donde sus hermanos se prosternan en total sumisión hacia él, tal y como lo había soñado veintidós años antes. Sólo después de esto, les revela a sus hermanos su identidad, lo cual indujo a que Yaacob y su familia bajaran a Egipto, tal como lo había vaticinado Hashem a Abraham en el pacto de Ben HaBetarim: Ciertamente sabrás que tu descendencia será extranjera en tierra ajena y los esclavizarán y los afligirán durante cuatrocientos años.[1]
Y los Jajamim preguntan: ¿Qué nos quiere enseñar la Torá al narrar los sucesos de la drástica elevación de Yosef que pasara de esclavo a virrey de todo Egipto? ¿Por qué esperó Yosef tantos años para notificar a su padre su paradero? ¿Por qué les hizo a sus hermanos pasar por tantas dificultades?
Yosef comprendió desde un principio que sus sueños eran proféticos, y por alguna razón Divina, tenían que ser cumplidos y él también sabía que había sido elegido por la Providencia para llevar a cabo esta misión. Y a pesar de que de sus hermanos lo acusaran de arrogante, Yosef seguía con su propia predicción, llevándola hasta su materialización, a pesar del sufrimiento de su padre y hermanos, porque para él, cumplir con la orden Divina que le fue conferida era lo principal.
La Torá no es un libro de historia. Es Torát Jaim (instrucciones para vivir). Es el manual donde Hashem prescribe la forma de alcanzar nuestro potencial y obtener lo mejor de la vida.[2] Cada uno de nosotros posee un potencial y unas herramientas que son únicas y que nos fueron concedidas para algún propósito en el servicio de Hashem y por ende cada uno debe encontrar y definir como encarrilar esas fuerzas para cumplir su meta. Ya que el día del gran juicio la persona tendrá que responder la pregunta del por qué no cumplió con su cometido, ¡cuánto se avergonzará la persona delante de Boré Olam! [3] Él llena nuestra vida de circunstancias que sirven para poder conocernos y hacernos saber hacia dónde debemos dirigirnos, lo único que tenemos que hacer es estar atentos y aprovechar cada oportunidad que se nos brinda, aferrándonos a las metas propuestas, sin importar las dificultades y los obstáculos que tenga que se tengan que librar para llegar a ellas, sin dejarse influenciar por otros que buscan obstruir sus aspiraciones.
Cuando el Ne”sib de Voloshin presentó uno de sus libros, contó una anécdota de su niñez: “En una oportunidad escuché a escondidas una conversación entre mis padres. Papá le decía a mamá con lágrimas y penuria, que comenzaría a enseñarme a mí un oficio para que comenzara a trabajar en eso, ya que había intentado a través de muchos métodos acercarme al estudio de la Torá y yo no demostraba interés. En ese momento, salté de mi lugar y fui corriendo hacia ellos, y les prometí que me dedicaría de lleno al estudio de la Torá. ¡Imaginen qué sería de mí si no hubiese escuchado con qué dolor hablaban mis padres! Hubiera sido un sastre o un carpintero, y no más que eso, ¿Qué podía responderle a Hashem después de 120 años, cuando Él me mostrara este libro y me preguntara: ‘Por qué no lo escribiste?’. Pobre de mí, si hubiera vivido equivocado toda la vida... Si yo estaba hecho para el estudio de la Torá ¿Cómo podría yo vivir de otra forma?”.
Esta Perashá se lee en los días de Januká. La relación que existe entre la lectura y la fiesta podría ser la siguiente: El reino de Grecia trató de traer oscuridad en las almas de Israel alejándolas de Hashem.
A través de la historia, varias naciones intentaron exterminarnos físicamente, los griegos no buscaban eso, ellos pretendían apagar nuestra luz alejando nuestras almas del servicio de Hashem. Los griegos buscaban erradicar cualquier vestigio de judaísmo en los hijos de Israel y asimilarlos a su cultura, por eso fue que colocaron un ídolo e impurificaron el aceite, porque sabían que esa era la fuente de santidad y el hilo conductor que relaciona al pueblo con su Creador: El Alma, Neshamá, tiene las mismas letras que Shemen, Aceite, que simboliza la Torá y su luz, ella los detiene y no los deja concretar su objetivo. Cuando el Templo estuvo impuro y ya no se podía encender el Candelabro y servir a Hashem con santidad y pureza, ellos pensaban que esto les provocaría el abandono de la Torá y serían inducidos a elegir la cultura griega. Ellos no destruyeron el Templo sino que solo lo impurificaron, queriendo inculcar en la mente de los judíos que su lucha era solo en contra de lo espiritual, ellos no tenían nada en contra de la belleza de su construcción. Los Jashmonaim comprendieron muy bien cuál era su intención, por lo cual decidieron sublevarse en contra de los malévolos planes del imperio, salvando así la pureza y el espiritualismo del judaísmo.
Nuestros Jajamim nos enseñan que las leyes del servicio del Bet HaMikdash dictan, que las labores de los Cohanim en el Bet HaMikdash, no deben impedirse por causa de alguna impureza colectiva y aun así los Jashmonaim buscaron reanudar el encendido de la Menorá con aceite puro, esto les genero muchas dificultades, escudriñaron afanosamente cada rincón hasta que encontraron un pequeño frasco con aceite, estaba sellado, esto certificaba que era puro. El problema es que su contenido alcanzaría solamente para encender la Menorá por un día. Fabricar de nuevo el aceite, tomaría 8 días. Todo este esfuerzo ¿para qué, Si debido a las circunstancias, la Halajá permitía encender con el aceite impuro?
La respuesta es porque ellos se habían propuesto recuperar la esencia de la espiritualidad y de esta manera contrarrestar la ideología que querían implantar los griegos en los hijos de Israel. Ésa era su meta y lo principal de su lucha a lo cual no podían desistir.
Ellos encontraron la aceptación Divina a su actitud por medio del milagro de que el aceite que debía durar naturalmente un solo día, alimento a las velas que quedaron encendidas durante ocho días… Este es el motivo por el cual el símbolo y la principal Mitzvá de esta conmemoración es la vela, ella nos recuerda el milagro del aceite, inmortaliza la idea de lo más importante en la vida de un judío, debe ser el conservar la luz, la espiritualidad que emana de la Torá y sus preceptos, a nosotros no nos interesa ganar guerras, luchar contra imperios y derrotarlos, como sucedió también en aquella época. Lo importante es cumplir con nuestro papel, el apego a nuestras metas, a lo que Hashem espera de nosotros es lo que nos definirá como nación y como hijos de Hashem. ©Musarito semanal
“Somos lo que decidimos ser”.
[1] Bereshit 15:13
[2] Rab Noaj Weinberg
[3] Masejet Jaguigá 4b
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