Yom Kipur

 

"Dijo Rabí Akiba: ` ¡Felices son ustedes, Israel! ¿Delante de quién se purifican y quién los purifica? Su Padre en el Cielo…´. `Hashem es la Mikve de Israel´.[1] Así como la Mikve purifica al impuro, así también Hashem purifica a Israel´”[2]. Cuando la persona se sumerge en una Mikve para purificarse, su inmersión debe ser completa, no puede tener en ninguna parte de su cuerpo algún objeto o sustancia que interfiera entre el agua y su piel. Hashem es la fuente de purificación del Pueblo de Israel, esto se consigue siempre y cuando la persona que busca depurar sus transgresiones, reconosca sus acciones, se comprometa a no reincidir en su pecado y busque apegarse a Hashem reconociendo dentro de su corazón que no hay otro más que Él. Cuando la persona se sumerge dentro del agua, se encuentra en una atmósfera incompatible a su medio natural. En Yom Kipur la persona debe procurar “aislarse” del mundo material, esto es desacorde con la esencia de su vida, necesita sumergirse en lo sublime y apegarse únicamente a Hashem, que es la fuente de la vida. Este apego puede lograrse sólo en un estado de unidad. Así como Hashem es Uno, también la persona que se apega a Él debe poseer en su interior un estado de unidad. Cuando recibimos la Torá en el Monte de Sinaí, está escrito que: Israel acampó allí (en singular), frente a la montaña.[3] Estaban todos parados como una sola persona, con un solo corazón, en paz unos con otros. Si uno está en discordia con su prójimo, esto significa que el ego de uno está en primera plana, y en este estado es muy difícil establecer un contacto cercano con Hashem.[4] Por consiguiente, lo primero que realizamos, antes de comenzar las plegarias de Yom Kipur es perdonarnos unos a otros, para que no existan rencores, para que no haya nada que interfiera entre los corazones que buscan apegarse a Hashem.

 

Aushwitz fue uno de los más horribles campos de concentración. La mayoría de los que llegaban allá, eran seleccionados, los que eran fuertes y sanos, eran mantenidos vivos por algún tiempo para trabajar como esclavos, el resto era conducido hacia la muerte. Cuando los que habían tenido la “suerte” de ser seleccionado estaban demasiado débiles para continuar, eran asesinados cruelmente. Entre los trabajadores, había un grupo de niñas judías. Sus cuerpos eran débiles, pero su voluntad era tan fuerte como el hierro. Las amenazas de sus capataces “nazis” no pudieron disminuir su lealtad hacia Hashem. Una de las niñas avisó a las demás que Yom Kipur se aproximaba. A pesar de su debilidad física, estaban decididas a ayunar. Esto era lo que la Torá ordenó y ellas se mantenían aún fieles a la Torá. Ellas reunieron el coraje para acercarse a su supervisora. La mujer era una guardia de la SS sin una pizca de benevolencia humana, una de las niñas se dirigió a ella diciendo: “La semana entrante, nosotros los judíos observaremos Yom Kipur. Para nosotras, es uno de los días más sagrados del año. Nos gustaría que nos dé permiso para ayunar en este día, como siempre lo hemos hecho”. La supervisora las miró con su odio habitual y les respondió: “Entonces, ustedes, ¡Todavía creen en adherirse a su necio camino judío! ¡Sólo por haberse atrevido a solicitarme un pedido así, debería mandar a matarlas a todas! Permítanme que les advierta, niñas. Ayunen si lo desean, pero las estaré observando cuidadosamente la semana próxima. Si alguna de ustedes se desmaya o demuestra alguna debilidad durante su trabajo en Yom Kipur, ¡será ejecutada en el mismo lugar! Veamos cómo su D-os puede ayudarlas esta vez”. Pasaron los días, Yom Kipur llegó, la supervisora llegó a la formación y anunció la tarea del día. Lo que pedía era físicamente más exigente que cualquier trabajo que habían realizado antes. La mujer disfrutaba gustosamente mientras veía la angustia que se reflejaba en las caras de las inocentes niñas. Ella estaba segura que para poder seguir con vida, tendrían que comer aunque fuera Yom Kipur y de esa forma resultarían ser débiles e infelices; eso era lo que los nazis deseaban. Para asegurarse que sus órdenes se llevarían a cabo, la mujer ordenó que llevaran al lugar de trabajo, las raciones de comida del día, estas eran más grandes y contenían cosas que las niñas no habían disfrutado durante meses. En cualquier otro día hubieran saltado por el espectáculo. Obviamente, estaban desnutridas y necesitaban la comida desesperadamente. Pero ese día, no probaron ni un bocado. Simplemente miraron la comida y luego desviaron la mirada. La supervisora esperó que su voluntad se quebrara pero las niñas se mantuvieron fuertes. Simplemente salieron a trabajar como de costumbre. “¡Más vale que terminen de cavar esa zanja para cuando yo regrese”, gruñó, “de lo contrario esa será su sepultura!”. Las niñas comenzaron a cavar con venganza. Le demostrarían a ella; le revelarían la fibra de la que están hechos los judíos. Hicieron el agotador trabajo y se ayudaron unas a otras. Cuando una se debilitaba, las otras inmediatamente, iban en su ayuda. Estaban unidas en el servicio de Hashem. Finalmente, la supervisora regresó, esperando ser la última en reír. Lo que vio, en cambio, fue una zanja completamente cavada y un grupo de niñas agotadas pero triunfantes, sonriéndole. Todo lo que pudo decir fue: “¡Regresen a sus cuarteles!”. Luego se marchó. Las niñas sonrieron con orgullo. Sus cuerpos pedían comida a gritos, pero la victoria era de ellas. A través de su ayuno y su apego a Hashem, demostraron que su voluntad era más grande que la de su enemigo, que las leyes de la Torá eran más fuertes que cualquier otra fuerza en el mundo. La opresión solo saco lo mejor de ellas….

 

La unión, la fraternidad y el trabajar unidos son los elementos escenciales para cumplir con la meta que debe aspirar todo ser humano: SERVIR AL CREADOR.©Musarito semanal

 

“La hermandad posee una fuerza enorme, pero sólo si esa hermandad está dirigida al Cielo”.[5]

 

 

 

[1] Yirmiyahu 17:13

 

[2] Yomá 85b

 

[3] Shemot 19:2, Rashí

 

[4] Miktab MeEliyahu, Rabí Eliyahu Dessler.

 

[5] Rabí Arié Leib de Gur

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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