Alegría en el Cumplimiento de las Mitzvot

 

 

“Y te regocijarás de todo lo bueno que Hashem te ha concedido”. Debarim 26:11

 

 

El versículo se refiere a la declaración que el oferente decía en el momento en el que entregaba las primicias: “He oído la voz de Hashem y hecho todo lo que Él me ordenó” Queriendo decir: “Yo me alegré y, además he alegrado a otros con el segundo diezmo”.[1] Esto nos viene a enseñar que debemos servir a Hashem plenamente, significa que además de cumplir con las Mitzvot, sentimos una alegría y felicidad infinita por lo que estamos haciendo, este es un factor esencial y preponderante de nuestro servicio al Creador.

 

No es casualidad que esta Perashá se lea unas semanas antes de Rosh Hashaná, el día de juicio; La intención es que captemos el mensaje: La alegría que la persona manifiesta al cumplir una Mitzvá, atestigua que le es grato cumplir la voluntad de Hashem.

 

El Rambam escribió:[2] La alegría que la persona debe sentir al realizar una Mitzvá, y el cariño hacia Hashem que nos ordenó cumplirlas, es un servicio muy importante. Y quien se abstiene de esta alegría es merecedor de que se cobren por su falta”, como está escrito: Dado a que no has servido a Hashem con alegría y buen corazón.[3]

 

En esta Perashá que contiene las duras advertencias, hay un dedo acusador que indica cuál es el motivo de todos los problemas: No servir a Hashem con alegría y buen corazón, significa que el cumplir con alegría, no solamente invalida las Mitzvot, sino que además recibirá un castigo por mostrar esta conducta. Y si la falta de alegría y felicidad son determinantes para recibir sanción, a la sazón si cumple con felicidad, el premio es entonces doble, uno por la Mitzvá y otro mucho más grande que es la alegría que lo acompaña.

 

David Hamélej dijo: Los preceptos de Hashem son rectos, regocijan el corazón. Significa que las Mitzvot que Hashem nos otorgó, debemos cumplirlas con ánimo y alegría, ya que el mandamiento de Hashem es claro, ilumina los ojos. [4]

 

Un hombre encontró en su camino a su mejor amigo, que caminaba tan absorto en su pensamiento que no lo vio. Al alcanzarlo le preguntó con preocupación: “¿Te sucede algo mi querido? Te veo angustiado. ¿Puedo ayudarte?”. “¡Oh! Disculpa que no te vi. Mi hijo querido, me tiene muy alarmado”. “¿Qué tiene?”, preguntó el amigo. “No lo sé”, respondió el padre. “debe estar enfermo, está perdiendo peso, hace varios días que casi no come”. El amigo señaló extrañado “hace un rato lo vi en la calle, se le veía vigoroso”. El padre suspiró y respondió: “Está resistiendo gracias a su juventud, pero está bastante débil y temo que en poco tiempo sus piernas no puedan sostenerlo”.

 

El hombre resolvió hacer algo para aliviar la angustia de su amigo. Fue a buscar al joven y lo invitó a su casa. Le ofreció un delicioso guisado; una comida bastante grasosa para que pudiera recobrar su fuerza. El muchacho tomó la cucharada, probó el guisado, se levantó de la mesa y dio las gracias. El amigo le advirtió: “No puedes irte tan pronto… ¡Apenas probaste la comida! Anda, come más”. El chico respondió: “Agradezco mucho su invitación, pero ya no puedo comer más, estoy completamente satisfecho”. Entonces comenzó a amonestar al joven: “¿Hasta cuándo vas a seguir así? ¿No te das cuenta del sufrimiento de tu padre?, está muy preocupado por tu actitud. Come bien y así lo alegrarás”.  El joven seguía renuente: “No puedo comer más, me desagrada la comida…”. Entonces se le ocurrió una idea: “¿Qué te parece si hacemos un trato? Por cada cucharada que comas, te daré una moneda… ¿Qué dices?”. El joven tomó la cuchara comió y cobró su moneda; comió otro poco y así siguió hasta que el plato se vació y su bolsillo se llenó. Satisfecho por su logro, el amigo buscó al padre y “¿Lo ves? Tu hijo no está enfermo, solamente necesitas incentivarlo…”.

 

El padre, lejos de agradecerle objetó: “Es que no te has dado cuenta. No dudo que le serviste un manjar digno de reyes, me preocupa que tuvieras que “pagar” para que coma algo que cualquier persona estaría dispuesta a pagar con tal de disfrutarla, eso manifiesta su padecimiento...[5]

 

Dice la Mishná: No sean como el esclavo que sirven a su patrón esperando recibir pago.[6] Si fuéramos más conscientes del bien que le hacemos a nuestra alma al cumplir los preceptos, lo haríamos con diligencia y responsabilidad. La Divinidad no se posa sobre la tristeza, la pereza, la burla, la trivialidad, platicas vanas, solo se reposa sobre aquéllos que practican una Mitzvá con alegría.[7] La alegría es una situación obligatoria, pues es el catalizador de la potencia humana a realizar hechos. Estamos obligados a sentir alegría con lo que nos fue dado por el Todopoderoso. El objetivo de las leyes de la Torá es el de proporcionar a las personas una forma de vida, que habrá de realzar considerablemente el contenido de sus existencias.[8] Una persona que piensa que la felicidad se encuentra en las cosas materiales, todo aquel que no cumple las mitzvot desinteresadamente y con alegría, es una clara señal de que su alma está enferma.

 

Un Yehudí que cumple Torá y Mitzvot de acuerdo a su nivel, debe estar siempre feliz y contento, por cuanto a que cumple el objetivo para el cual fue creado. Él es consciente de que este mundo es solamente un pasillo delante del Mundo Venidero y vive tranquilo con lo que Hashem decidió que es bueno para él y así se alegrará plenamente pues sabe que la alegría que depende de las cosas mundanas, que no tienen persistencia, es perecedera. En cambio, la alegría de cumplir con el objetivo para lo cual fue creado, conforma una alegría eterna y verdadera. La creación es para que el hombre viva una buena vida de gozo y satisfacción, las directivas de la Torá son las instrucciones que indican cómo vivir con alegría en lugar de una existencia de penosas labores y frustraciones tal como tanta gente parece estar viviendo.[9] La Torá le indica a la persona un camino recto que lo conducirá al final con éxito y a una vida llena de felicidad. No solamente en la vida después de la muerte logrará la persona disfrutar de esa alegría, sino que aun en este mundo le aguarda un tremendo éxito a todo aquel que siga este sendero. La Torá es un árbol de vida para quienes se aferran a ella.[10]©Musarito semanal

 

“No puede haber felicidad si las cosas en las que creemos son distintas que las que hacemos.”

 

 

 

 

 

 

[1] Rashi

 

[2] Halajot Lulab 8-15

 

[3] Debarim 28:47

 

[4] Tehilim 19.9

 

[5] Rabí Yaacob Krantz; Ohel Yaacob, Sheminí

 

[6] Pirké Abot 1:3

 

[7] Shabat 30b

 

[8] Tnuat Hamusar, vol. 3, página 202; Rab Natán Tzvi Finkel

 

[9] Jojmá UMusar, vol. 2, pág. 355

 

[10] Mishlé 3:18

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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