¿Cuánto vale tu Olam Habá?
“…comió, bebió, se levantó y despreció Esav la primogenitura” (26:34).
Durante sus primeros veinte años de casados, Itzjak y Ribká no tuvieron hijos. Rezaron a Hashem y Él recibió sus rezos, y los bendijo dándoles un par de hijos. Esav, el mayor, era un hombre de campo, un cazador. Yaacob, el menor, era un erudito que se pasaba todo el tiempo estudiando la Torá. Cada progenitor tenía su hijo favorito. Itzjak mostraba afecto por Esav, en tanto que Ribká prefería a Yaacob.
El día en que Yaacob y Esav cumplieron trece años, Abraham falleció. Ese día Esav comenzó a adorar ídolos y Hashem se llevó a Abraham cinco años antes de lo previsto, a fin de evitarle el sufrimiento de ver a su nieto pecando.[1] El mundo se encontraba en duelo; todos lloraban por el más grande de la generación. El único ausente en el funeral fue Esav. Después de dar sepultura a su abuelo, Yaacob retornó a su casa para preparar la comida de duelo. Esav entró apresurado y, en lugar de llorar y lamentar la gran pérdida, exigió a Yaacob: “¡Dame rápido un poco de ese guisado, pues quiero comer! ¡Hazlo deprisa, que vengo cansado y hambriento!”. Yaacob respondió: “Véndeme a cambio tus privilegios de primogénito”. Yaacob sabía que hasta que Hashem eligiera a Aharón y sus descendientes para servir como Cohanim, serían los primogénitos quienes oficiarían como sacerdotes ante Hashem. Esav no era digno de esa tarea de santidad. “¿De qué me sirven los derechos de primogenitura? ¡Seguro que te los cedo!”, dijo Esav. Entonces Yaacob insistió: “Júramelo”. Y así lo hizo. Yaacob dio a Esav pan y lentejas a cambio de los derechos de primogenitura, por los cuales éste había mostrado tan poco interés.
¿Acaso podemos considerar válida la venta de la primogenitura de Esav?
Si hablamos de una compra-venta de tal magnitud, sabemos que vale mucho más una vida eterna que un simple plato de lentejas. Desde el punto de vista de la Halajá (ley judía), una compra no se invalida cuando hay abuso (más de un sexto de diferencia respecto a su precio real). Entonces, ¿por qué tuvo validez esta operación?
Cierta vez un yehudí, al que llamaremos Yosef, necesitaba una suma importante de dinero para casar a su hija. Fue ante su Rab suplicándole ayuda; el Rab lo bendijo y, antes de que saliera de la habitación, le dijo: “Ve a tu casa. Acepta la primera propuesta que se te presente en el camino, porque de ella vendrá la bendición de Hashem”. En el camino, Yosef se encontró con un grupo de hombres que estaban bebiendo y conversando; uno de ellos lo vio y pensó: “Voy a aprovecharme de la ingenuidad de este pueblerino para amenizar la reunión”. Así que le preguntó si quería hacer una operación con él. Yosef recordó lo que su rabino le había recomendado y aceptó. El hombre le preguntó: “¿Cuánto dinero traes?”. Yosef respondió: “Un rublo”. Entonces el hombre propuso: “¿Estarías dispuesto a comprar mi Olam Habá (Mundo Venidero) a cambio de tu rublo?”. Sin dudar, Yosef aceptó la propuesta. De inmediato sacaron papel y pluma, e hicieron un documento legal. Pusieron dos testigos y Yosef se apropió del Olam Haba del firmante.
Al retornar el hombre a su hogar, relató a su mujer el “cómico” episodio. Su esposa, al escuchar lo ocurrido, le dijo: “Ve y busca inmediatamente a ese hombre y recupera lo que vendiste. ¡No estoy dispuesta a vivir con un hombre que no tiene Olam Habá!”. El hombre le dijo que sólo se trataba de una broma; además, ¿qué tan importante podía ser aquello…? La mujer insistió y el marido salió en busca de Yosef. Cuando lo alcanzó, le pidió que le vendiera lo que anteriormente había comprado. Se llevó una sorpresa cuando Yosef le contestó: “¡Negocios son negocios y no estoy dispuesto a anularlo!”. El hombre intentó ofrecerle más dinero, pero fue en vano; Yosef se mantuvo firme en su postura.
El desesperado hombre acudió al Rab reclamando que Yosef abusaba de él, pues era imposible que algo que se había vendido por un rublo se cotizara ahora en miles de rublos. Al escuchar los argumentos de ambas partes, el Rab dijo: “Yosef tiene razón. El precio se establece conforme al valor que cada quien da a sus pertenencias. Ayer despreciaste el valor de tu parte en el Olam Habá y lo cotizaste en un rublo, lo cual quiere decir que eso era lo que para ti valía. Hoy que sabes que el futuro de tu matrimonio depende de tu Olam Habá, entonces aumentó su valor a tus ojos en miles de rublos, ya que tú menospreciaste el valor de tu Olam Habá en un rublo. Ahora tú mismo diste la apreciación de lo que realmente vale, por lo que dictamino que, si realmente deseas recuperar tu Olam Habá, deberás pagar la suma solicitada”. El hombre aceptó el trato; le dio toda la suma solicitada y así Yosef consiguió casar a su hija y el hombre se percató del valor que tiene su Mundo Venidero. [2]
Cuando hacemos a un lado el cumplimiento de una mitzvá para realizar cosas mundanas, ¡estamos poniendo “precio” a esa mitzvá…!
¿En cuánto estamos dispuestos a “vender” la parte que nos corresponde en el Mundo Venidero? El instinto maligno nos engaña y nos aconseja: “¡Déjala para después! ¡Tenemos toda una vida por delante; ya habrá tiempo para cumplirla…!”.
¿Quién nos garantiza que vamos a tener la oportunidad de realizarla? Debemos hacer conciencia, reflexionar y saber evaluar lo que perdemos cuando dejamos de cumplir una mitzvá comparada con lo efímero que recibimos a cambio. Debemos estar muy atentos y no dejar que nos engañen. Conforme al “precio” que le pongas, así será el pago…
Hace muchos años, en una ciudad de Europa, Rabí Meir Margulis estaba caminando hacia el río por una calle llena de lodo, con un gran cántaro sobre su espalda. Faltaban pocos días para la festividad de Pésaj. Rab Yaacob Yosef, el Maguid de Ostroah se encontraba también camino al río, pero viajaba en una carreta. Pasó al lado del Rab y detuvo su carro para preguntarle: “¿Por qué camina en el camino enlodado? Venga, suba a mi carreta. Yo lo llevaré hacia allá”. Rabí Margulis respondió: “La mitzvá de sacar agua para hornear las matzot viene sólo una vez al año. ¿Usted cree que voy a mitigarla compartiéndola con un caballo?”. El Maguid descendió de su carreta y caminó junto al Rab hacia el río…[3]
Los valores son esas cosas que todo el mundo sabe que existen, pero siempre olvidan. Todo equivale al valor que le das. Gastamos gran parte de nuestro valioso tiempo en pos de las vanidades de este mundo, desvalorizando el gran tesoro que nos espera en el Mundo Venidero. Desperdiciamos las horas en lugar de aprovecharlas para estudiar y cumplir la preciosa Torá del Eterno.
Revisa constantemente tus hechos y evalúa lo que te está redituando más eternidad; esta es la mercancía más valiosa que posees. Por tanto, es lo que más debes buscar y cuidar. No juzgues tu día por cuánta cosecha lograste recoger, sino por cuánta semilla lograste sembrar.©Musarito semanal
“Yo me regocijo con Tus mandamientos, al igual que quien ha encontrado un gran tesoro.”[4]
[1] Rashí, Bereshit 25:26.
[2] Rab Eliahu Mishkovski.
[3] Descanso y alegría, pág. 190; Rab Mordejai Katz.
[4] Tehilim 119:162.
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