refinando tu personalidad
El primero salió rojizo, todo él como un manto velludo." 25:25.
La Perashá de esta semana comienza relatando la cronología de la vida de nuestro patriarca: Y estas son las generaciones de Yitzjak, hijo de Abraham.[1] ¿Cuál es el motivo que la Torá enfatiza y reitera el parentesco? Uno de los motivos que ofrecen los exegetas, es porque Sará había dado a luz a Yitzjak a pesar de su avanzada edad, los cínicos de la generación argumentaban que nació después del secuestro de Abimelej, Hashem hizo que los rasgos físicos del rostro de Yitzjak fueran similares a los de Abraham para callar a los maledicentes.[2] Y aunque en apariencia eran afines, poseían personalidades distintas: el atributo principal de Abraham era el Jésed (la benevolencia), mientras que la característica de Yitzjak era la Gueburá (la fuerza), y pese a que son cualidades distantes, deben ir siempre una al lado de la otra; la falta de una de ellas puede resultar muy dañino para la persona, qconsigo egoísmo y crueldad. Yitzjak traería al mundo a Yaacob y Esav, ellos representarían a las fuerzas del bien y el mal respectivamente. Yitzjak cargó con la responsabilidad de trazar una línea divisoria entre lo que es bueno y justo y lo que es perverso, ilícito y cruel. Nuestro patriarca infundió en el mundo la fortaleza para erradicar la maldad que incita y provoca tanto daño a toda la creación.
Esav salió rojizo y era igual de velludo que una prenda de lana. La Torá menciona el color de su piel presagiando que él derramaría sangre.[3] Quiere decir que cada persona nace con ciertas características especialmente en lo que se refiere a carácter. Hay quienes creen que estos rasgos están regidos por factores genéticos. Otros, opinan que los actos son encausados por las experiencias de la primera infancia. Otros más creen que el comportamiento humano está determinado por su entorno. Fuera como fuere, estos atributos llegan a estar tan arraigados, que solamente pueden ser cambiados o erradicados providencialmente. Rab Yerujam Levovitz sostiene que cambiar los rasgos de personalidad de una persona es tan difícil que generalmente no puede ser logrado por el esfuerzo humano, y su eliminación requiere un acto de intervención Divina.
Es conocida la historia que cuentan acerca del Rambam. Cierta vez se encontró a unos ministros conjeturando acerca de si se podía enseñarle modales a un animal para que se comportara como una persona, el Rambam les dijo que era imposible cambiar la naturaleza de las creaturas. Los ministros desafiaron al sabio pidiéndole un tiempo prudencial para mostrarle que podían enseñarle buenos modales a un gato, el Ramban aceptó el reto y convinieron la fecha.
La noticia corrió como pólvora entre los ciudadanos. Cuando llegó el día de la demostración, el rey dictaminaría quien tenía la razón; el salón estaba completamente lleno y una gran cantidad de gente se aglomeraba en las puertas y ventanas del recinto para ver quién sería el ganador. Ante la insólita mirada de los presentes, el gato entró al salón caminando elegantemente sobre sus dos patas, portaba un fino uniforme. La gente observaba maravillada como extendía los manteles sobre las mesas, colocaba con cuidado los cubiertos mientras saludaba con una reverencia a cada invitado. Terminando de montar las mesas, corrió a buscar una bandeja repleta de vasos de vino y con paso elegante pasaba entre la gente para que se sirviera. Todo parecía perfecto. No hacía falta la aprobación del rey, todos los presentes asumían que en esta ocasión los ministros le habían ganado al Rambam… El gato continuó sirviendo los vasos, el Rambam leía indiferente un libro de bolsillo cuando el gato se acercó a ofrecerle vino, el sabio abrió una cajita que traía con él y del interior saltó un ratón, corrió a toda velocidad buscando refugio, recién lo vio el gato, la bandeja y los vasos de vino volaron por el aire; el gato olvidó todo lo que le habían enseñado y corrió desenfrenadamente detrás de su presa hasta que se perdió de vista. Todos reconocieron que el Rambam tenía razón, el gato tiene su naturaleza, y no la podemos cambiar, le podemos enseñar modales todo tiempo que no vea a un ratón…
Así también sucede con el humano, aunque es un ser racional, tiende a ir detrás de sus instintos. Cabe mencionar que el rey David también era pelirrojo y cuando Shemuel HaNabí lo vio, temió ungirlo como rey; ¿Acaso un hombre con tendencias asesinas podría reinar sobre los hijos de Israel? Hashem lo tranquilizó diciéndole: “David tiene bellos ojos”,[4] lo cual significaba que él sabría utilizar su naturaleza únicamente para cumplir las órdenes del Sanhedrín (los jueces) y recuperar la Tierra de manos de los Pelishtim, a diferencia de Esav quien asesinaba a su antojo.
Encontramos entonces que cada persona es responsable de su destino, aunque es muy difícil cambiar un rasgo de carácter, existe una ventaja: ninguna cualidad de conducta es puramente negativa. Todas tienen usos negativos, pero inclusive las que parecen puramente malas pueden ser canalizadas en acciones positivas, la clave está en utilizar con sabiduría lo que tienes. Los aspectos de tu personalidad son tus recursos naturales más grandes; lo que hagas con ellos depende de ti… Por ejemplo, alguien con una naturaleza muy temperamental no está obligado a dejarse llevar, puede canalizar su enojo hacia las cosas indebidas y utilizarlo para perseverar y lograr cosas positivas. Esav y David tenían personalidades similares, pero David las uso para bien y llego a ser profeta, guerrero, sabio, íntegro y rey; mientras que Esav permitió que su carácter fuera completamente desenfrenado y se convirtió en el símbolo de la maldad y la crueldad.[5] Podemos observar la misma tendencia con resultados antagónicos.
Hashem es el Único que puede remover nuestros defectos de carácter, si nosotros le pedimos con todo el corazón hacerlo, Él lo concederá siempre y cuando sea conveniente para poder cumplir con la misión que cada uno tiene. La parte que nos corresponde a nosotros es la de dedicarnos a estudiar la Torá y cumplir con todo lo que está escrito en ella. Este es el significado de: Yo he creado un Yétzer Hará (inclinación malvada), y he creado la Torá como su antídoto.[6] Para que la Torá transforme la personalidad de uno, el estudio de la Torá en abstracto no es suficiente, debe ser estudiada con la intención de vivir conforme a lo que ella enseña, y debe ser implementada en la vida diaria. Rabí Elazar ben Azariá dice: Si no hay Torá, no hay modales: si la persona no estudia Torá, su relación y conducta con la sociedad no será de la mejor manera, por cuanto que la mayoría de los buenos modales se aprenden de la Torá. Si no hay modales, no hay Torá:[7] Quien no tiene buenos modales y se comporta inadecuadamente con los demás, su Torá no tiene valor, ya que por intermedio de él, la Torá es profanada y repudiada por todos los que lo ven. Y esta es la misión del ser humano: trabajar durante toda su vida para refinar las cualidades con las que fue agraciado, se necesita una gran fuerza interna y sabiduría para conseguirlo.[8] © Musarito semanal
“El objetivo de la sabiduría no es conocer las cualidades humanas, sino practicarlas”.[9]
1 Bereshit 25:19
2 Ver Rashí en ver. 21:1; Babá Metziá 87a
3 Rashí, ver también Sifté Jajamim.
4 Shemuel I 16:12
5 Jumash Artscroll, página 134
6 Babá Batrá 16a
7 Pirké Abot 3:17
8 Rambam, Yad Hajasaka
9 Rabí Itzjak Abarbanel