Rosh Hashaná
Numerosos Yehudim se dieron cita en el Bet Hakenéset en los días de Selijot, previos a la fecha de Rosh Hashaná. Entre ellos había muchos que no acostumbraban asistir al Bet Hakenéset durante el resto del año, pero allí estaban, pidiendo buenos augurios para el año que iba a iniciarse. Pidieron al Rab Yaacob Kranz (Maguid de Dubna) que pronunciara unas palabras alusivas a la ocasión. Aceptó, y se dirigió al público, con una de sus parábolas:
Un comerciante compró a un fabricante mercancía a plazo, a quien llegado el término no pudo pagar, debido a un incendio que arrasó con todas sus pertenencias. Viajó a entrevistarse nuevamente con el fabricante para explicarle todo. Al llegar, tantó lloró tan desconsoladamente y tan angustiado se encontraba, que los gemidos llegaron a oídos del fabricante, quien preguntó: “¿Quién es quien llora de esa manera?” Cuando salió a ver de quien se trataba, se sorprendió aún más, al ver a su fiel cliente bañado en lágrimas. “¿Pero… Qué es lo que te sucedió? ¿Por qué lloras así?” le preguntó. “¿Cómo no he de llorar?” le respondió. “¡Te debo mucho dinero, perdí todo en un incendio y no tengo para pagarte ni tan sólo una parte del adeudo. Ni siquiera tengo para comer!” Las palabras del comerciante conmovieron el corazón del fabricante, quien lo invitó a pasar a su casa y lo reconfortó con comida y albergue. “No llores” lo consolaba. “Veo que tienes toda la intención de pagar, pero, por lo que te pasó, no puedes hacerlo. Tú siempre me diste muestras de ser una persona honesta y sincera, y por tanto, no sólo te perdonaré la deuda que tienes conmigo sino que te daré mercancía para que comiences de nuevo” Decía mientras rompía el documento vencido. Un oportunista escuchó lo sucedido y se dirigió a la casa del fabricante. Una vez allí, comenzó a llorar. Él hombre salió a ver qué pasaba y escuchó que le decía: “¡Ay de mí soy muy pobre! ¡Por favor! ¿Podría darme usted dos mil rublos?” rogaba el hombre. “¿Por qué he de entregar tanto dinero, a alguien que ni siquiera conozco?” Preguntó el dueño de la casa. “¿Y por qué no?” dijo el oportunista “¿No lo hizo acaso con aquel hombre a quien usted le perdonó la deuda?” “¡No lo puedo creer!” exclamó el dueño de casa. “¡Usted no se parece a aquél hombre que conozco de años, que siempre me pagó puntualmente. Sólo que ahora le ocurrió un percance y actué con él de acuerdo a su reputación. ¡Pero usted es un perfecto desconocido para mí, es la primera vez que lo veo ¿Cómo pretende que lo ayude con semejante cantidad…!”
El Maguid de Dubna terminó de relatar su parábola y se disponía a exponer la moraleja:
Un Yehudí que esta vinculado permanentemente a Hashem, quiere decir que muestra su esfuerzo por cumplir todas las Mitzvot de la Torá y que asiste diariamente al Bet Hakenéset. Si en alguna ocasión llegase a caer en una falta, luego de arrepentirse es perdonado enseguida. No sucede lo mismo con aquel Yehudí que sólo en algunas ocasiones se hace presente en el Bet Hakenéset. Claro que también goza del perdón de Hashem si muestra un verdadero arrepentimiento, pero no tiene la misma consideración como la del que tiene un contacto constante con Él. La piedad de Hashem es infinita, y recibe a todo aquel que acude con buena intención, pero lo mejor sería que cada uno tuviera el mejor argumento para que sus pecados sean borrados completamente: Que todos los días, lo primero que hagamos sea dirigirnos a Hashem asistiendo al Bet Hakenéset. De esa manera, obtendremos un “trato especial de buen cliente” y nuestras faltas serán perdonadas más rápida y fácilmente.[1]
©Musarito semanal
“Dichosos son los que habitan en Tu casa”.[2]
[1] Sipuró Shel Yom. Hamaor
[2] Tehilim 84:5
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